
La transición energética en América Latina va avanzando, pero con ritmos y enfoques distintos según el país. Hasta hace unos quince años, esa transición era muy lenta y, en cierta medida, percibida como innecesaria pues el objetivo, importante pero único, era reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Sin embargo, a partir de que la eólica y la solar comenzaron a bajar de costo, se sumó uno más: producir electricidad de manera más barata que con las tecnologías convencionales.
Y si la energía renovable ya es la más competitiva, entonces ¿por qué en esta región no avanza de manera masiva? Hay varios motivos, pero tres son principales: el más básico de ellos es que algunos países tienen una gran capacidad hidroeléctrica instalada, como Colombia, Paraguay, Ecuador, Costa Rica y Brasil. Por décadas han podido cubrir más de 70 % de su necesidad energética con esa tecnología, así que es difícil que encuentren la motivación para usar otras, aunque en algunos casos el cambio climático los empieza a forzar a reconsiderarlo.
Otro de los motivos son los hidrocarburos. Algunos países como Venezuela, Argentina, Guyana, o Bolivia tienen grandes reservas de estos y encuentran poca motivación en hacer un cambio en sus fuentes energéticas. Por cierto, contario a lo que los políticos mexicanos se han empeñado en hacer creer, México no es un líder petrolero, pero sí es uno donde la población vota por los políticos que dicen que lo es. Eso me lleva al tercero de los motivos, los gobernantes/autoridades. En algunos casos incompetentes para crear marcos regulatorios sencillos y con certidumbre de largo plazo, en otros casos desinteresados en crear incentivos que fomenten la inversión en generación o en las muy necesarias y cada vez más limitadas redes de transmisión, y en otros casos están más preocupados por enraizarse en el poder que, por ejemplo, debilitan al Poder Judicial creando un muy alto riesgo de irrespeto al Estado de Derecho (“te lo digo Chana para que lo entiendas México”).
Como decía al inicio, el ritmo de la transición energética de cada país es distinto. En América Latina tenemos algunas joyas, pero también varios fracasos. Brasil, por ejemplo, es el coloso de la región, con sus 20,000 MW de eólica y 24,000 de solar opaca a todos los demás. Allá tienen un mercado eléctrico liberalizado, el gobierno ha promovido subastas de energía y ha habido un marco regulatorio medianamente estable a través de los años. Si de una pata cojean, es de una red de transmisión ya saturada.
“En América Latina tenemos algunas joyas, pero también varios fracasos”.
Chile es otro ejemplo de éxito. En términos de porcentaje de crecimiento, este país es el líder regional de la transición. Allá la participación de las renovables es tan amplia que los precios nodales de energía llegan a cero con tanta frecuencia que ya es un problema para los mismos generadores. Ya tenían compromisos ambientales ambiciosos y recientemente los hicieron todavía más. Un compromiso climático fuerte, un marco regulatorio robusto, entendible y rápido, subastas bien diseñadas, un operador independiente y una irradiación solar y velocidades de viento envidiables, son la combinación perfecta.
Por el lado de los fracasos, el ejemplo evidente es el México de los últimos seis años. En términos de incorporación de proyectos renovables, entre 2008 y 2018 México era el gigante de la región, pero desde 2019 ese gigante está profundamente dormido y no parece que vaya a despertar. Una visión estatista, constantes cambios regulatorios sin sentido y poco atractivos, alto riesgo de irrespeto al Estado de Derecho, un operador coptado y que recientemente dejó de ser independiente, son la combinación perfecta… de lo que no se debe hacer. Sí, ahora hay unas nuevas leyes de energía que contienen algunas cosas interesantes y positivas, pero eso no ha sido suficiente para despertar el interés. En mi opinión, mientras no haya congruencia entre lo escrito en esas leyes y lo que la presidente dice todos los días, el desinterés se mantendrá.
Con claro-oscuros, a veces dando dos pasos para adelante y luego uno para atrás, pero la transición energética en América Latina avanza. La región ha hecho la parte justa que le corresponde en combatir el cambio climático, pero claro, siempre podría hacer más.
*/ Carlos Flores es especialista en los sectores de electricidad y de transición energética, con experiencia en México, Colombia, Perú, Chile y Canadá.
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