México ante el nuevo mapa de los minerales críticos

La decisión del gobierno de Estados Unidos de incorporar el cobre y la plata a su lista de minerales críticos marca un punto de inflexión en la política industrial y minera del hemisferio. El movimiento, que busca asegurar el suministro de materiales esenciales para la transición energética y tecnológica de los Estados Unidos, tiene implicaciones directas para México, uno de los países con mayor relevancia mundial en la producción de ambos metales.

En 2024, México produjo cerca de 6,300 toneladas métricas de plata, equivalente a aproximadamente una cuarta parte de la producción global. Ningún otro país extrae tanto de dicho metal que durante siglos ha sido símbolo de nuestra historia minera. En el caso del cobre, la producción nacional ronda las 700,000 toneladas métricas anuales, lo que representa alrededor del 3 % del total mundial. Aunque la cifra es modesta frente a gigantes como Chile o Perú, el volumen mexicano tiene un peso estratégico en América del Norte (representando más de 7% de las importaciones de cobre de los EEUU) y una creciente importancia regional.

El sector minero en su conjunto aporta cerca del 2.5 % del PIB nacional, pero su efecto multiplicador trasciende ese número: genera inversión, empleo formal y actividad económica en zonas donde pocos sectores ofrecen alternativas. Los metales que hoy adquieren estatus crítico son también los que han sostenido la base exportadora y laboral del país.

El reconocimiento estadounidense introduce una nueva dinámica en esta ecuación. Al etiquetar al cobre y la plata como minerales críticos, Washington no solo busca garantizar su abasto interno: está redefiniendo qué socios considera estratégicos para su seguridad energética y tecnológica. En ese tablero, México se encuentra en una posición singular. Por un lado, es vecino, productor confiable y parte del marco comercial del T-MEC; por otro, enfrenta desafíos internos de certidumbre regulatoria, permisos ambientales y confianza inversionista.

La oportunidad es evidente. En la medida en que Estados Unidos busque acortar cadenas de suministro y depender menos de Asia, México podría atraer nuevas inversiones en exploración, refinación y manufactura intermedia, especialmente si logra posicionarse como un proveedor de minerales críticos con trazabilidad ambiental y social. Las cadenas de valor del cobre —vital para la electrificación, el transporte y la infraestructura energética— y de la plata —clave en electrónica y tecnologías solares— podrían integrarse en un corredor norteamericano que combine recursos, tecnología y financiamiento.

Pero las oportunidades conllevan riesgos. Un impulso desordenado o sin claridad institucional puede derivar en conflictos socioambientales, sobreexplotación o pérdida de confianza internacional. Si México no refuerza sus marcos regulatorios y su infraestructura de procesamiento, el país corre el riesgo de quedarse como simple exportador de materias primas mientras otros capturan el valor agregado. La historia reciente de la industria minera ofrece lecciones suficientes: la ventaja de los recursos naturales se desvanece rápidamente cuando no se acompaña de política industrial y visión de largo plazo.

La designación de cobre y plata como minerales críticos confirma su papel central en la economía global del futuro: la electrificación, la digitalización y la transición energética dependen de ellos. Para México, el desafío consiste en transformar su liderazgo geológico en liderazgo estratégico. Eso implicará cooperación con socios internacionales, reglas claras para la inversión y una política nacional de minerales críticos que articule desarrollo, sostenibilidad y competitividad.

Estados Unidos ha trazado una nueva línea en la arena de los minerales estratégicos. México, que domina la producción mundial de plata y ocupa un lugar relevante en cobre, tiene ahora la posibilidad de reposicionarse en esa narrativa global. El rumbo dependerá de si logra pasar de la mina a la estrategia.


*/ Yaxa Michel es presidenta de la Asociación Mexicana de Minerales Críticos, desde donde impulsa prácticas sostenibles, innovación y cooperación en el sector. Con más de 15 años de experiencia en comunicación estratégica, asuntos corporativos y cabildeo, ha trabajado en múltiples industrias y liderado iniciativas ESG en México.


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