El poder invisible de los imanes: oportunidad estratégica para México en la transición energética

Cuando se habla de transición energética o innovación automotriz, solemos pensar en baterías, software o infraestructura de carga. Sin embargo, hay un componente mucho menos visible —y mucho más crítico— que sostiene a toda esta revolución tecnológica: los imanes permanentes de tierras raras, también conocidos como imanes NdFeB (neodimio-hierro-boro).

Estos imanes son los motores silenciosos detrás de la movilidad eléctrica, las turbinas eólicas y las tecnologías de defensa más sofisticadas. Desde un Tesla hasta un F-35, pasando por drones, satélites y hasta la aspiradora más cara, su funcionamiento depende de estos pequeños gigantes magnéticos. Sin ellos, la “revolución verde” sería poco más que presentaciones en PowerPoint.

El problema es que más del 90 % de la producción mundial de imanes NdFeB proviene de China. En 2024, este país fabricó unas 300,000 toneladas de imanes sinterizados, mientras que Estados Unidos produjo prácticamente cero y apenas importó 7,500 toneladas, equivalente al 2.5 % de la producción china.

La dependencia es tan extrema que algunos fabricantes estadounidenses de motores eléctricos han admitido estar considerando enviar motores a China únicamente para instalar los imanes: un “turismo magnético” que evidencia la falta de integración de la cadena de suministro en Occidente.

Aun si EE.UU. logra producir imanes, el diferencial de precios sigue siendo enorme. Mientras que un imán hecho en Norteamérica podría costar entre 170 y 200 dólares por kilo, en China se consiguen por 45 a 95 dólares gracias a economías de escala, subsidios gubernamentales y una cadena integrada que controla desde la mina hasta el imán terminado.

Con ese nivel de diferencia, la rentabilidad pesa más que el patriotismo. Los acuerdos de compra anticipada (offtake agreements) en EE.UU. apenas alcanzan 1 % de la demanda global, lo que hace inviable levantar plantas con inversiones de cientos de millones de dólares sin compradores asegurados.

Aquí es donde México entra en escena. Nuestro país ya es el hub de manufactura automotriz de Norteamérica, con miles de motores eléctricos ensamblados y enviados a EE.UU. bajo el paraguas del T-MEC. En la práctica, esto significa que incluso si los imanes provienen de China, los motores terminados en México pueden ingresar al mercado estadounidense sin aranceles, siempre que cumplan con la regla de contenido regional del 75 por ciento.

Esto convierte a México en una pieza clave en la ingeniería de tarifas y en la logística de la cadena de suministro automotriz. Pero también abre una ventana única: atraer inversión en procesamiento de minerales críticos y manufactura de imanes dentro del país.

De consolidarse, México no solo abastecería a su propia industria automotriz, sino que también se posicionaría como el eslabón indispensable para reducir la dependencia de China en Norteamérica. El paralelismo con las baterías de litio es evidente: quien controle la capacidad de producir imanes, controla la velocidad de electrificación y el grado de soberanía energética de la región.

Procesamiento intermedio (midstream): China domina no solo la extracción, sino la separación y refinación de elementos como neodimio, disprosio y terbio. México podría apostar por este segmento, hoy casi inexistente fuera de Asia, y aprovechar tanto su cercanía a EE.UU. como su potencial geológico.

Manufactura de imanes NdFeB: Co-ubicar plantas de imanes junto a clústers automotrices en Guanajuato, Nuevo León o Coahuila permitiría reducir costos logísticos y ofrecer una alternativa regional a los OEMs que hoy dependen casi exclusivamente de Asia.

Innovación en imanes sin tierras raras pesadas: Programas como los de ARPA-E en EE.UU. ya han financiado investigación para reducir o eliminar el uso de disprosio y terbio, dos elementos escasos y caros. México podría convertirse en destino para centros de I+D asociados a la industria automotriz y energética.

Integración con renovables: Los mismos imanes que mueven un coche eléctrico sostienen una turbina eólica. Con la creciente presión por acelerar la transición energética, la demanda se multiplicará y los inversionistas que entren temprano podrán capturar un mercado en expansión.

Los imanes permanentes rara vez aparecen en los titulares, pero son la columna vertebral de la transición energética y la nueva carrera militar-tecnológica. Su geopolítica recuerda al petróleo del siglo XX: quien controla el suministro, controla el futuro.

México, con su posición geográfica, su peso en la industria automotriz y su acceso privilegiado al mercado estadounidense, está en un punto de inflexión. O se limita a ensamblar motores con imanes importados, o se convierte en el nodo estratégico que garantice la seguridad energética y tecnológica de toda Norteamérica.

La oportunidad está ahí, invisible como la fuerza magnética, pero con un poder capaz de reconfigurar industrias enteras.


*/ Yaxa Michel es presidenta de la Asociación Mexicana de Minerales Críticos, desde donde impulsa prácticas sostenibles, innovación y cooperación en el sector. Con más de 15 años de experiencia en comunicación estratégica, asuntos corporativos y cabildeo, ha trabajado en múltiples industrias y liderado iniciativas ESG en México.


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