Las agencias calificadoras Moody’s y Fitch han degradado la calificación de Petróleos Mexicanos (Pemex); su modelo de negocios no es sostenible. El viernes 28 de julio, Pemex publicó su reporte financiero trimestral en el que se observa para el primer semestre de 2023 una caída en sus utilidades del 66% respecto a 2022 y de sus ingresos totales en 32.7%, así como un aumento en el saldo de su deuda equivalente a 110,000 millones de dólares, es decir, el 6.1% del PIB del país. ¿Qué podemos esperar de Pemex rumbo al 2024?
A diferencia del plan de negocios anterior, el plan vigente sí considera el combate al cambio climático como uno de sus ejes estratégicos; sin embargo, los resultados en esta materia están muy lejos de las metas establecidas por la misma empresa. Las consecuencias a la vista son las de tipo financiero que la orillan a erogar gastos mayores por el incremento de tasas de interés y la presión para el cumplimiento de sus vencimientos de pago. Estos dos factores encarecen el acceso de Pemex al mercado de financiamiento y más cuando se insiste en lograr la autarquía en combustibles –soberanía energética–, no obstante las pérdidas a nivel bruto (utilidad después de ventas menos costo de ventas) que se registran hasta hoy en -8.9%, que significan que la empresa, antes de procesar el crudo, pierde dinero.
Pemex se encuentra francamente acorralado. Desde 2016, y cada vez más de 2019 a 2023, el Gobierno Federal la ha apoyado con importantes inyecciones de capital, reducciones de impuestos y redención anticipada de pagarés por cobrar del gobierno. Moody’s asume que el gobierno, como prometió, continuará financiando las necesidades de efectivo de Pemex en 2023 y 2024 y ayudará a la compañía a cumplir con las amortizaciones de su deuda de 4,600 millones de dólares (mdd) en 2023, 10,900 mdd en 2024 y 4,900 mdd en 2025, a partir de marzo de 2023. Sin embargo, en ausencia de cambios fundamentales en la estrategia de negocios, tanto calificadoras como analistas independientes coincidimos en que es probable que la empresa enfrente mayores riesgos crediticios por su incapacidad para aumentar inversiones de capital y mejorar su desempeño. Sus restricciones de liquidez son demasiado elevadas.
Según el reporte más reciente de análisis del erario de México Evalúa, el patrimonio de Pemex ha caído 0.6% (10.8 mmdp), lo que la convierte en una empresa más chica, endeudada y con menor capacidad productiva, un pozo sin fondo de recursos federales. Pemex lleva casi una década con un patrimonio negativo. Prácticamente, desde 2013, las pérdidas y deudas se han comido el valor de la empresa. En la última década, sus pasivos totales han sido mayores que los activos, lo que ha generado un patrimonio neto negativo (es decir, las deudas son mayores que los recursos con los que cuenta la empresa). Un dato relevante es que su deuda comenzó a crecer sin que se reflejara un aumento en los activos o recursos propios: entre 2013-2015, su pasivo total creció a un ritmo promedio anual de 37.9%, mientras que los activos totales lo hicieron a un ritmo de 0.4%. Actualmente, por cada peso que Pemex registra como activo, su pasivo registra 1.8 pesos. Hace 10 años, por cada peso de activo, Pemex registraba 0.92 pesos en pasivos. Así de grave está la situación actual.
El desarrollo sostenible: una puerta a las oportunidades
Por otro lado, las consecuencias climáticas que, como ya sabemos, implicarán mayores temperaturas globales, eventos meteorológicos extremos, pérdida de biodiversidad, migraciones forzadas y mayores riesgos a la seguridad de sus activos, tanto materiales como humanos, deben considerarse en un plan de acción climática corporativo, no solo como datos de contexto, sino como puntos focales para el desarrollo de planes estratégicos. Para ello, el estándar ASG, o ESG, ofrece una base de diagnóstico y una puerta a oportunidades de financiamiento que permitirían a Pemex transitar a la sostenibilidad y la responsabilidad social si se reformulara el plan de negocios en vista de crear valor corporativo. El Plan de Negocios vigente plantea ese rumbo, pero no establece una estrategia realista. Se trata de que Pemex realice las reingenierías necesarias que le permitan transitar al nuevo paradigma. Veamos un par de ejemplos:
Según Moody’s, la exposición de Pemex al riesgo de transición de carbono es una de sus presiones más importantes, ya que no se observan estrategias claras de descarbonización de sus procesos y tránsito hacia energías más limpias. Además, Pemex enfrenta mayores riesgos relacionados con los desechos y la contaminación debido a la quema de gas de la compañía. Según datos de Pemex a mayo 2023, sus emisiones de CO2e a la atmósfera sumaron 68 millones de toneladas. ¿Cuánto representa esta cifra frente a las metas de emisiones que Pemex debería registrar en una ruta de descarbonización? No lo sabemos con claridad, pues las metas establecidas en su plan de negocios –y replicadas en su reporte ASG– no son claras, particularmente porque Pemex reporta emisiones efectivas deseables en distintos formatos y unidades de medida, lo cual afecta la calidad de la transparencia de la información. Este tipo de fallas en la transparencia son señales negativas para los mercados financieros, pues se pueden interpretar como actos de simulación y poca voluntad para la cooperación internacional con los compromisos globales con la sostenibilidad. De hecho, la agencia calificadora de los riesgos corporativos bajo el estándar ASG, Sustainalytics ha ratificado recientemente su calificación de riesgo severo ASG a Pemex con una calificación de 61.9 puntos, lo que la coloca dentro del conjunto de las 10 empresas más riesgosas del mundo en cuanto a impactos ASG.
Otro dato muy preocupante es el creciente número de accidentes que tienen impactos en el medio ambiente. Los derrames de fluidos y aceite pueden causar daños significativos al medio ambiente y la contaminación puede dañar la salud de la población local. Todo lo anterior, podría conducir a costos de limpieza, mayores gastos relacionados con el monitoreo continuo y el cumplimiento normativo, multas, compensaciones a empleados y problemas de salud de la comunidad, retrasos en la producción y riesgo de reputación y litigios. Y por si esto fuera poco, la falta de control en materia de ciberseguridad y transparencia establecen riesgos relativos a la gobernanza que también implican pérdida de valor corporativo.
Es evidente que la próxima administración federal enfrentará fuertes presiones financieras y tendrá que revertir la política energética actual, principalmente en el segmento de refinación. Asimismo, las perspectivas de un espacio fiscal muy estrecho para los próximos años restringirán la capacidad del gobierno federal para proporcionar apoyo a niveles comparables a los registrados actualmente. Un grave problema de esta limitante financiera será la capacidad de Pemex para invertir en activos. Retomando cifras de México Evalúa, según la Cuenta Pública de la petrolera, al cierre de 2022 los activos totales de la empresa fueron 10.5% menores a los observados al cierre de 2018, es decir, una caída promedio de 2.7% anual, principalmente provocada por una acelerada depreciación de los activos sobre el valor de capital de la empresa (-4.8% promedio anual) que no pudo ser compensada con aumentos en el valor de los bienes inmuebles, la infraestructura y construcciones en proceso que crecieron a una tasa promedio de 1.2% anual.
Pemex está a tiempo de revertir sus cifras preocupantes si se decide a reconfigurar su modelo de negocios para continuar con mejoras que recuperen la confianza en su capacidad para implementar una estrategia de mejora en su desempeño financiero y operativo. Un plan de acción climática que contemple no solo la mitigación, sino la adaptación de las comunidades y el reconocimiento de todos sus pasivos ambientales y sociales, podría mejorar su posición de liquidez.
“Pemex está a tiempo de revertir sus cifras preocupantes si se decide a reconfigurar su modelo de negocios”
Sin embargo, para lograrlo, Pemex debe enfrentar una serie de obstáculos, incluyendo la necesidad de reconfigurar su modelo de negocios y tomar medidas concretas para abordar los problemas ambientales y sociales desde un Plan de Acción Climática, como el que se diseñó en 2016 y que hoy duerme en un archivo muerto. Pemex debe entender que su capacidad de subsistir no debe anclarse en los cada vez más limitados apoyos financieros de la administración federal, sobre todo en un país con un espacio fiscal tan estrecho. En última instancia, Pemex se encuentra en una encrucijada y necesita tomar decisiones fundamentales para su supervivencia y éxito a largo plazo. La adopción de una estrategia sostenible y responsable es esencial, sí y sólo sí, verdaderamente quiere recuperar la confianza de los mercados y de los mexicanos.
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