“No hay inteligencia artificial sin energía, específicamente energía eléctrica”.
Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía.
Hace ya algunos años escribí un artículo que intitulé “El anunciado matrimonio de la tecnología de la información y la electricidad”. Lo escribí cuando ya me era evidente que podía operar dispositivos conectados a la red eléctrica en mi casa a través de mi celular, en particular lámparas, sin tener que tocar elemento alguno de la red eléctrica. De entonces a la fecha, esa inevitable progresión tecnológica ha entrado a una nueva etapa que sigue elevando la complejidad del funcionamiento de la tecnología que nos provee de servicios energéticos, ahora con la llamada inteligencia artificial (IA).
Me parece relevante, antes de entrar a las implicaciones actuales de la IA, anotar los procesos tecnológicos que nos han traído a lo que tenemos hoy día. La clave de esto está en la llamada digitalización que nos ha llevado a que podamos almacenar, transmitir y hacer llegar señales binarias (en forma de “sí” o “no”). Esto permitió el desarrollo de las computadoras y de una gran variedad de dispositivos y tecnologías complementarias que permiten tener una creciente y acelerada capacidad de procesamiento y almacenamiento de datos. Por el lado del almacenamiento, pasamos en 50 años de rudimentarios discos duros en grandes máquinas a lo que hoy son los pequeñísimos chips en nuestros celulares. Por el lado de las comunicaciones, resalta la tecnología asociada a la fibra óptica que, con muy poca energía y un espectro amplio de canales en delgado hilo, se transmiten grandes cantidades de datos en formato digital. Igualmente, resalta el desarrollo de la capacidad de despliegue de información de aquellos dispositivos analógicos que movían una flecha en una carátula, a las pantallas de los celulares, que nos permiten simular aquella carátula, pero también cualquier otra imagen.
El asunto es que poco a poco la capacidad y velocidad de procesamiento de información creció exponencialmente, permitiendo recopilar, procesar y analizar grandes cantidades de datos. De esta manera, se fueron desarrollando herramientas y capacidades de modelación de sistemas cada vez más complejos y, al mismo tiempo, haciendo más sencillas y comunes (desde la perspectiva del usuario) las de los menos complejos. Además, el desarrollo de dispositivos de medición digitalizados conectados a las redes informáticas permite hoy día recopilar grandes cantidades y variedades de datos, dando lugar a lo que se conoce como “Big Data”. A su vez, estos datos pueden transmitirse en instantes y de manera continua y ser desplegados (si así se requiere) de manera simultánea en millones de dispositivos.
Es así que llegamos a una realidad en la que casi todo el conocimiento humano y sus intercambios de información se han digitalizado y se pueden registrar, procesar y mover a la velocidad de la luz y de manera simultánea en millones de dispositivos interconectados. Igualmente, con prácticamente todo el conocimiento humano a la mano de un celular, con disponibilidad inmediata de todo tipo de datos y con capacidades cada vez más sofisticadas para su procesamiento y simulación de procesos, hoy día podemos, casi desde cualquiera de los dispositivos que caben en los bolsillos de miles de millones de seres humanos, poner en funcionamiento algoritmos que nos permiten generar, a partir de registros existentes y con asombrosa fidelidad, sonidos, imágenes y textos que reproducen e imitan a la realidad, además de evaluarla y mandar señales para actuar en miles de millones de dispositivos conectados, con alambre o sin alambre, que es lo que es la Inteligencia Artificial.
“Es así que llegamos a una realidad en la que casi todo el conocimiento humano y sus intercambios de información se han digitalizado”.
Sin duda, la demanda de capacidad de procesamiento y almacenamiento de información que implica la disponibilidad de Inteligencia Artificial para todos y para todo solo puede crecer y mucho. Esta capacidad ya se materializa en grandes centros de cómputo que demandan energía eléctrica de gran calidad para procesar y almacenar datos, pero también para mantenerse a una temperatura estable, lo que implica grandes capacidades de enfriamiento. Sin embargo, también abre enormes oportunidades para mejorar el funcionamiento de los sistemas eléctricos, de los puntos de generación hasta los puntos de uso final.
Continuará…
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