¿Por qué razón usaríamos etanol en nuestras gasolinas?
EDUARDO ANDRADE ITURRIBARRÍA
Comentábamos, en una entrega anterior, que el dictamen de la Ley para el Fomento de los Biocombustibles es vaga y parece dirigida a transportar los subsidios y la ineficiencia propia de la producción agrícola mexicana al entorno energético.
Aclaro, sin embargo, que soy proponente del etanol, de los biocombustibles en general y de las renovables cualquiera que sea su origen. Sin embargo, creo también que su generalización en la vida diaria de los ciudadanos requiere de un plan maestro que tome en cuenta los costos inherentes a su utilización en escala comercial o como parte de políticas públicas, si pretendemos que no se conviertan simplemente en una moda más.
Hay que definir una ruta crítica hacia el futuro que incluya no solamente asumir los costos, sino introducirnos activamente en programas de investigación y desarrollo que nos conviertan en parte de una comunidad que contribuye a la generación de conocimiento y no sólo a la que le es vendido después por quienes sí hicieron la tarea en su momento.
En primer lugar, hay que dejar claro que la producción de etanol desde el maíz es bastante menos eficiente que aquella que proviniera del azúcar, aún dentro de las profundas ineficacias de la producción azucarera en México. En ambos casos, el etanol es más caro que cualquiera de los oxigenantes utilizados ahora por Pemex en sus gasolinas o que la gasolina misma, aunque, por supuesto, depende del precio del hidrocarburo. El etanol producido con maíz es competitivo en precio con la gasolina proveniente de petróleo de 65 dólares por barril. Al momento de escribir esto, la mezcla mexicana está en 55 dólares por barril.
Lo anterior no toma en cuenta todavía que el poder calorífico del etanol es 25% menor, conservadoramente, que el de la gasolina, por lo que, para igualar el rendimiento de la misma, habrá que utilizar más volumen de etanol. Asumamos, además, que la transportación del etanol se hace primordialmente por ferrocarril o en camiones pipa, ya que su estructura química hace que se mezcle fácilmente con el agua que pudiera haber en los ductos, lo que no sucede con los refinados del petróleo. Por lo tanto, el costo de transporte es más alto que el de éstos, lo cual podría limitar su utilización. Otro problema de la producción del etanol es que las economías de escala en planta se oponen al óptimo en la logística en la producción de la materia prima. Es decir, el área de cultivo de los granos o la caña base para el etanol no puede ser tan grande como para optimizar el tamaño de planta, porque el transporte hacia ella también representa un obstáculo.
Desde luego, en un país en donde el maíz representa la base alimentaria de nuestra dieta, el hecho de transformar un producto que puede representar comida en combustible es un dilema ético significativo. El maíz necesario para producir un tanque de 60 litros de etanol sería suficiente para cubrir la dieta de un mexicano promedio durante casi medio año, lo que no es poca cosa.
Siendo que la ventaja del etanol sobre el MTBE o la gasolina no es un factor de precio, hay que entender por qué es que debiéramos embarcarnos en una tarea que, en un país de fronteras abiertas en el que en primera instancia si obligamos a Pemex a utilizarlo, probablemente lo obliguemos a comprarlo importado de Brasil por la sencilla razón de que pudiera ser más barato que el producido localmente. Además, las ventajas ambientales ?como la menor aportación al calentamiento global o la menor emisión de contaminantes si se toma en cuenta el ciclo completo de producción y uso? son cuestionables. Entonces, sigue pendiente, como motivo de política energética y para que los pasos al frente que demos no los tengamos que deshacer posteriormente, ¿por qué razón debemos usar etanol en nuestras gasolinas en México?
Finalmente, hay que decir que la Ley de Fomento a los Biocombustibles carece de objetivo estratégico o legislativo específico, como pudiera ser el del gobierno norteamericano de disminuir su dependencia de los hidrocarburos de importación. Sin embargo, la lectura del borrador de ley en México parece tener como objetivo tácito encontrar un mercado alternativo para la caña de azúcar o el maíz a costa de transferir un sobreprecio, ya sea de la Secretaría de Hacienda, de Petróleos Mexicanos o de los automovilistas que utilicen la gasolina. Si a Pemex le resultara conveniente, aun sin la promulgación de la ley, ya estaría utilizando el etanol como oxigenante o como sustituto parcial de la gasolina. Si no lo hace es porque, dentro de su mandato actual, no se justifica.
Propongo que intentemos convertirnos en una potencia en la producción de biocombustibles, que los utilicemos ampliamente, que seamos líderes tecnológicos en su producción y consumo, pero que lo hagamos a la luz de la conciencia y en consecuencia de la razón y no de la moda. Energéticamente, el país tiene otras prioridades.
*Ingeniero civil, egresado de la UNAM con especialización en administración de proyectos y posgrado en finanzas del ITESM y de proyectos de inversión de la Organización de Estados Americanos (OEA). Es presidente de la Asociación Mexicana de Energía, miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales y se desempeña como director de Desarrollo de Negocios de Techint (eduardoandradeiturribarrria@gmail.com).