La ley propuesta por el PRI implica una profunda responsabilidad con las futuras generaciones.
Eduardo Andrade IturribarrÍa*
Por encima de los matices particulares a cada propuesta, la iniciativa de reforma energética del Partido Revolucionario Institucional (PRI) difiere de la del Presidente Calderón en crear una ley para la transición energética. El significado de esto es profundo y espero sirva para que México piense ordenadamente en su futuro. No sobra decir que Petróleos Mexicanos (Pemex) y Comisión Federal de Electricidad (CFE) ya hacen planeación meticulosa de sus inversiones y que su prospección hacia el futuro es detallada y atinada. De hecho, otras dependencias de gobierno vinculadas a la infraestructura harían bien en emularlas.
Sin embargo, los programas de inversión no debieran reemplazar la prospección energética a 50 años que, en turno, obligaría a políticas públicas en investigación y desarrollo específicas al sector y en políticas económicas en las que las decisiones sobre energía tengan mayor impacto.
Desafortunadamente, la rotación en la cabeza de la Secretaría de Energía y el hecho de que en el pasado ha sido usual que las funciones de la misma se hayan limitado a microadministrar a las paraestatales y servir de vínculo entre las mismas y otras secretarías, como la de Hacienda y la actual de la Función Pública, conllevan la omisión en el énfasis hacia la formulación de políticas públicas a largo plazo.
Mientras países como Francia prevén, desde ya, el decomisionamiento de plantas a más de 100 años, en México el tiempo promedio de estancia para una persona en la Secretaría de Energía es de poco más de 2 años. El sexenio del Presidente Fox tuvimos 6 subsecretarios de Planeación y Desarrollo Tecnológico. Así, es imposible que como ciudadanía tengamos aspiraciones a largo plazo en nuestro sector.
Una ley para la transición energética es un cambio tan sustancial como lo es la nueva arquitectura institucional del sector energético que los diversos partidos políticos en alguna forma proponen. La correcta responsabilidad en el ejercicio de esta función marcaría un camino diferente en la vida de este país al buscar una posición de liderazgo en algo, en cualquier cosa que no sea una brillante historia. O, en su defecto, continuar siendo receptores de la tecnología desarrollada por otros como lo somos ahora.
Surgirán dudas respecto a como usar los recursos que esta ley tendría que proporcionar. Espero que no se actúe con simpleza y sólo nos concretemos a impulsar la implementación de proyectos de energías que hoy consideramos como alternas a manera de subsidios para que sean competitivas con las tradicionales. Para que el suministro energético del país hacia el futuro se garantice en las mejores condiciones necesariamente tenemos que obligar a que la transición pase por el impulso al desarrollo científico y tecnológico.
Esto implica desde la asimilación del país en programas de investigación en marcha, la creación de líneas propias en ese sentido y hasta la promoción de programas de estudio en la educación a todos los niveles para desarrollarnos en la vanguardia hacia el futuro, ya que no lo hicimos en el pasado.
El reto impuesto por una ley que nos obliga a reflexionar sobre cuál debe ser el futuro implica una profunda responsabilidad con las generaciones que nos sigan, porque les estaremos marcando rumbo, algo que, en el pasado reciente, no hemos hecho con el mejor de los tinos.
*Presidente de la Fundación México Necesita Ingenieros (mexiconecesitaingenieros@gmail.com ).