George Baker*
Queda por verse si el gran cambio de paradigma se hace realidad.
(Artículo publicado en la edicion mayo-junio 2017 de la revista “Energía a Debate”)
Con la desregulación de los combustibles en México puede suceder que nada ocurra, es decir, que, salvo cambios en los logotipos de las gasolineras, todo puede seguir igual: las distribuidoras le comprarán su gasolina a Pemex y las importaciones serán manejadas por PMI Comercio Internacional, S.A. de C.V., su filial comercial para transacciones internacionales.
En un reporte de nuestra consultoría (MEI #842) observamos que, a pesar de las enormes diferencias en el poder adquisitivo de los habitantes de las distintas colonias de la Ciudad de México, casi no hubo variación alguna en los precios máximos de la gasolina. La delegación donde se registró el menor precio fue Azcapotzalco ($16.22 pesos por litro), precisamente porque los precios máximos son derivados de una fórmula que estima el costo logístico de la planta de almacenamiento de Pemex ubicado en aquella colonia.
En las demás colonias, la gasolina costó 5 centavos más caro (por ejemplo, en las delegaciones Cuauhtémoc, Iztacalco, Coyoacán o Milpa Alta) ó 6 centavos más caro (por ejemplo, en Miguel Hidalgo, Xochimilco, Benito Juárez y Tlalpan).
En el mismo reporte, realizamos un análisis estadístico de los 1,440 precios administrados por la Comisión Reguladora de Energía (CRE) con fecha de 2 de marzo de 2017. Lo que encontramos fue que al nivel nacional, la diferencia entre el Magna (de 87 octano) y Premium (93 octano) fue solamente 11%. Decimos “solamente” porque dentro de la ciudad de Houston la diferencia es más de 25%.
Lo que pronosticamos es que con el abandono ?¿el colapso ideológico?? del régimen de precios máximos se verán, primero, un alza relevante en el precio de Premium y, segundo, incrementos en los precios de todos los combustibles en las colonias de
altos ingresos y donde hay pocas gasolinerías. En esas colonias, los precios seguirán incrementándose hasta que se encuentre el precio de equilibrio que representa el valor de la conveniencia de la cercanía geográfica y el valor de los bienes raíces (su costo de oportunidad, por decirlo así).
La cuestión de nueva infraestructura de transporte y almacenamiento es harina de otro costal. Aparte de Pemex, ¿quiénes cuentan con la calificación crediticia para para poder asumir el rol de cliente ancla para el financiamiento de una nueva terminal o poliducto?
Con una escasez de capacidad de almacenamiento, ¿cómo puede una distribuidora de gasolinas importar su producto del exterior? La idea de que se podría rentar capacidad en los poliductos y tanques de Pemex es atractiva hasta cierto punto, pero no es la solución ideal, ya que el país necesita nueva infraestructura, no solamente la vieja reciclada.
Con la seguridad de casi todos los medios de transporte en duda, ¿Quién pagará por las pérdidas ocasionadas por tomas clandestinas o secuestros de carros-tanque?
Otra piedra en el zapato es el IEPS, un impuesto ad hoc. Se ha visto el caso en que un cargamento de propano, al momento de salir de Houston, tenía un margen positivo, pero al llegar a Coatzacoalcos su margen fue negativo gracias a un cambio en el IEPS.
También está el factor del “populismo energético”. La lección del gasolinazo de enero del año en curso es que nadie puede subir los precios de los combustibles sin correr el riesgo de una reacción social.
Estas reflexiones nos hacen pensar que la inercia social e institucional puede impedir que el gran cambio de paradigma que algunos habían cabildeado durante décadas pueda desinflarse, al menos en el corto plazo.
“So sad,” como diría el titular de la Casa Blanca.
* Editor del boletín Mexico Energy Intelligence (MEI), con sede en Houston. Hay más información en su portal: www.energia.com .