Vía: Periódico Reforma
Donald Trump es aguerrido, visceral, impulsivo, incongruente, pero tiene un objetivo muy claro: reafirmar la supremacía geopolítica y económica de Estados Unidos (make America great again) a como dé lugar. No tiene tan claro cómo lograrlo, pero está dispuesto a llevarse a México entre las patas en el intento.
Tal vez no sorprenda que México le cae mal: aquí ve desorden, corrupción, inmigración ilegal, tráfico de drogas. Además, desde los años noventa, México ha aplicado políticas económicas neoliberales, a los que Trump atribuye la supuesta fuga de empleos por el TLCAN. Trump no abre, sino cierra fronteras. Su enfoque es neoproteccionista, de dominio. No es negociador, más bien aplica la política del garrote. Juega rudo, quiere imponer condiciones y amenaza con castigos.
Para Trump, la industria energética es crucial para la supremacía de Estados Unidos. Quiere abrir vastos territorios a la libre prospección petrolera y a todo tipo de proyectos de energía. Apoya la revolución energética del shale que ya duplicó la producción de hidrocarburos en su país, incluso tolera la industria del carbón. Busca la independencia energética de su país frente a la OPEP, buscando alianza incluso con Rusia, que podría proveer petróleo al mundo en sustitución de países islámicos.
En cambio, México lamenta la declinación de sus mejores yacimientos y se ha debilitado energéticamente, empezando por su pilar, Pemex. Su petróleo ya no es vital para la seguridad energética de su vecino. Al contrario, le compra gasolinas y gas masivamente al haber sido incapaz de cubrir su consumo interno con producción propia.
México aplica una Reforma Energética, que intenta seguir estrictamente el libro de texto de las políticas neoliberales por medio de rondas petroleras, temporadas abiertas y mejores prácticas, en busca de inversión foránea. Es una reforma ambiciosa en el papel, pero tímida en cuanto a resultados. Además, el momento para aplicarla es desfavorable por la caída de los petroprecios y de las inversiones globales, sobre todo en la incierta coyuntura geopolítica de Trump.
Con la Ronda Uno se atrajo a nuevas compañías petroleras, pero en proyectos poco idóneos, que casi no aportan producción en el mediano plazo. La Ronda Dos promete más, pero tampoco es muy agresiva. Se nos olvidó cuidar a nuestro pilar, Pemex, y entrarle en serio a la revolución del shale. El sector tiene nuevos reguladores que generan más metodología que proyectos. Por tanto, México pierde independencia y seguridad energéticas y fortaleza geopolítica.
La frustración de Trump con el TLCAN radica en su percepción de que no ha beneficiado a su país, sino que llevó inversiones y empleos a México. Aquí, bien podríamos preguntarnos si la aplicación dogmática de la Reforma Energética no está beneficiando más a otro país, Estados Unidos, que al nuestro, al fomentar la importación de la energía en ausencia de resultados en términos de mayor producción.
Asimismo, se observa una adherencia inflexible a un guión en la apertura del mercado de gasolinas, que se realiza en mal momento sin sopesar los costos económicos, políticos y sociales. Esto abona a la debilidad interna, justo cuando se requiere fortaleza para enfrentar la agresión externa.
La política energética requiere pragmatismo y atención prioritaria e inmediata del Estado no sólo a la Reforma, sino a identificar proyectos de Pemex que permitan, en el corto plazo, reactivar yacimientos y plantas existentes, elevar en lo posible la producción de combustibles, así como fortalecer la logística de combustibles, en aras de la seguridad energética y la productividad industrial nacional. Más adelante, la Reforma aportará beneficios en cuanto a competencia, mercados y energías limpias.
Se podría hacer muchísimo en Pemex con poca inversión adicional, repensando su plan de negocios para dar resultados en el corto plazo. Hay técnicos en Pemex ?y ex Pemex y privados? que saben cómo. Pensar diferente y no apegarse sólo a la ortodoxia de mejores prácticas de la Reforma.
*Analista de la industria energética. Su e-mail: david.shields@energiaadebate.com