(leer en el periódico Reforma)
Petróleos Mexicanos (Pemex) ha evitado, por ahora, la insolvencia. Su director general, José Antonio González Anaya, ha corregido el grave desequilibrio financiero de hace un año. Pemex ha concretado un par de alianzas con compañías globales, pero sólo para aguas profundas, una perspectiva lejana. Aun así, la realidad es que nuestra empresa emblemática llega esta semana a su 79 aniversario en condiciones críticas.
Ya no existe el Pemex pujante de antes, el que alguna vez rescató las finanzas del país. Ya no existe la bonanza petrolera y Pemex aún no se adapta plenamente al nuevo escenario petrolero global que exige eficiencia y competitividad para sobrevivir. Ante la crisis petrolera global, Pemex no ha hecho sacrificios a su interior, dejó intactas pensiones y prebendas y no adelgazó su estructura burocrática y laboral. No sólo directivos técnicos, sino también el sindicato y los políticos, lo han sangrado. Aparte, el crimen organizado.
Pemex ya no existe para muchos de sus contratistas y proveedores. Los dejó a la deriva por su crisis financiera y en perjuicio de sus propias capacidades operativas. Algunos proveedores ya quebraron y muchos más han diezmado su fuerza laboral, convirtiendo las ciudades petroleras en focos de desempleo masivo.
El Plan de Negocios de Pemex parece realista, pero para una empresa de 50 mil empleados, no para más de 120 mil que tiene. Pemex no se ha redimensionado acorde a los nuevos tiempos. Se reestructuró, pero creó varias filiales que tienen poca lógica. Ha desatendido la exploración, 4 de cada 5 de sus yacimientos están en declive, 4 de cada 5 de sus plantas industriales están al final de su vida útil.
La Reforma Energética omitió colocar a Pemex en Bolsa para someterlo a la disciplina de los mercados. En su lugar, a comienzos de este sexenio hubo endeudamiento irresponsable y despilfarro. Sí, la Reforma le quitó ataduras a Pemex, pero Pemex no la ha aprovechado para hacer alianzas masivamente en apoyo a sus operaciones cotidianas, además de que hoy se ve más atado que nunca a los dictados de la Secretaría de Hacienda.
La Reforma ha obligado a Pemex a ceder espacios y negocios. Un Pemex fuerte y confiable, orientado al mercado, habría hecho alianzas con compañías líderes en sus negocios de gas y gasoductos y no se habría plegado dócilmente a la instrucción de la Comisión Reguladora de Energía de entregar sus gasoductos y liberar el 70 por ciento de sus contratos de gas natural. Un Pemex fuerte y solvente no le habría entrado a esquemas leoninos de privatización encubierta, como el sale and leaseback de activos industriales para generar flujos de efectivo.
Preocupan no sólo los gastos e ineficiencias asociados con el contrato colectivo, sino la fuga de talento técnico y la falta de programas de carrera y capacitación avanzada para ejecutivos y trabajadores. Preocupa que el Pemex actual sea dirigido por políticos y administradores que no tienen arraigo, conocimiento y experiencia en la industria, por lo que su motivación lógicamente sería la ambición personal, más que el servicio a la Nación. Preocupa la novatez de ejecutivos clave, la opacidad en sus contratos y falta esclarecer varios casos serios de presunta corrupción.
González Anaya sepultó el mito de la abundancia al reconocer que la producción petrolera ya no repuntará, lo cual implica mayores importaciones de combustibles y riesgos crecientes para la seguridad energética del país. Con la caída del precio del petróleo le ha ido peor a Pemex que a las petroleras de otros países. Pemex no podrá recuperarse fácilmente, aunque mejoren los petroprecios, porque no ha hecho la tarea de transformarse a fondo para enfrentar la competencia.
El orgullo de los petroleros se mantiene intacto, pero Pemex se ha debilitado y, a sus 79 años, es una sombra de lo que fue hace 10 ó 20 años. Su problemática y su fragilidad es una preocupación nacional que requiere atención. Urge repensar qué hacer con Pemex. Habrá que tomar decisiones difíciles, ya sea en este gobierno o en el próximo.
*Analista de la industria energética. Su e-mail: david.shields@energiaadebate.com