Demasiados cocineros y recetas han echado a perder la sopa.
Mario HernÁndez Samaniego*
Vivimos la cultura del “hay que”. Hay que hacer esto, hay que hacer esto otro, pero no se nos ocurre o no aceptamos que nomás no hay con quién hacerlo. Muchos dicen que pueden, pero pocos saben cómo. Pemex es un buen ejemplo; tiene miles de gentes pero nada de producir más petróleo, gas, gasolina, petroquímicos, fertilizantes.
No cuenta con equipos de perforación o brigadas de exploración. Tiene refinerías mal mantenidas, plantas petroquímicas trabajando a medias o de plano no trabajando. Pero eso sí, abundan contratistas que exploran, perforan y mantienen y un sindicato que tolera que su gente pierda materia de trabajo. ¿Es posible que, con Pemex como está, se gobierne bien a Pemex?
No. Primero porque está inundado de burócratas improvisados en todos los niveles, y segundo porque los tiene envueltos en una red de ataduras que frenan las pocas iniciativas que puedan tomar.
Una muestra más que convincente de lo primero: el recién publicado Estatuto Orgánico de Petróleos Mexicanos. En este kilométrico documento que se refiere específicamente al corporativo, es decir a las oficinas centrales. Hay un director general, 4 direcciones corporativas, 21 subdirecciones, 98 gerencias, y esto sin referirse al sin número de subgerencias, superintendencias, jefaturas de departamento, empleados, secretarias, mensajeros y trapeadores, ni a las direcciones generales, subdirecciones, gerencias, etc., de cada uno de los organismos subsidiarios dentro y fuera del país. Y para colmo, consejos de administración corporativo y de cada filial. El consejo de administración corporativo, por ejemplo, está compuesto de trabajadores sindicales, funcionarios del gobierno y, por si faltara “know how” cuatro consejeros profesionales nombrados por el presidente de la República, ninguno de ellos con experiencia administrativa petrolera. Y para cerrar con broche de oro, en cada cambio de gobierno un buen número de los burócratas de alto rango son reemplazados por otra cauda de improvisados.
Y para complementar este ejército, y en no pequeña medida origen del mismo, se tiene un esquema de normas, reglamentos y amenazas que supuestamente deben frenar malos manejos, pero que no hacen más que intimidar y dar pretexto para no arriesgarse a optimizar la operación del negocio. Para no ir más lejos se tiene el también recientemente publicado Reglamento de la Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional en el Ramo del Petróleo que muestra una pequeña parte de la intrincada red de cortapisas que enfrenta la administración.
Políticos de todo color y sabor juran y perjuran que Pemex no se privatiza por lo que evidentemente no aceptan que tanto la burocracia como su red de prohibiciones y amenazas no hacen más que conducir precisamente a eso que juran y perjuran no sucederá, inducir a que se privatice Pemex por completo, y de paso se estén dando golpes mortales al país.
En términos prácticos, a mayor burocracia, menor producción y a mayor burocracia de alto nivel, todavía menor producción. No debe sorprender que en chico rato la producción apenas alcance para cubrir la nómina. Y para abundar, existe clara relación causa/efecto entre la combinación burocracia/tramitopatía y corrupción; mientras más burocracia y tramitopatía, mayor corrupción; igualito que con la policía, a mayor número de efectivos, más corrupción. ¿Cómo detectar a un corrupto dentro de una multitud, y menos aún consignarlo? Dios guarde al funcionario o empleado que se atreva a delatar al jefe o incluso al compañero.
Por todo lo anterior, no es de extrañar que la alta burocracia haga caso omiso de las múltiples recomendaciones que día con día le ofrecen técnicos experimentados. Está hecha a la idea de que no hay que “menearle.” Nadie los obliga a mejorar sistemáticamente sus operaciones o a simplificar la administración. Por eso mejor llevar la fiesta en paz para no correr el riesgo de que algo salga mal. Saben perfectamente que toda mejoría implica riesgo, y como no van a recibir un premio Nobel por sus esfuerzos, mejor “ahí se va”, capaz que algo salga mal y haya bronca.
¿Qué queda, entonces, por hacer? Tomar decisiones inmediatas, valientes y responsables empezando por acabar con esa mezcla explosiva burocracia/normapatía dando autoridad suficiente a un reducido grupo que tenga los tamaños necesarios para hacer valer la regla de que demasiados cocineros y recetas echan a perder la sopa. Vale recapacitar en el hecho de que fue un puñado de individuos quien con libertad de acción y confianza del Ejecutivo federal creó el Pemex que ahora se destruye.
* Fue subgerente de petroquímica y gerente de refinación de Petróleos Mexicanos (Pemex). Laboró en la empresa durante 30 años. Es miembro del Grupo de Ingenieros Pemex Constitución del 17.