A 150 años de que descubrimos la “verdad”, los combustibles fósiles siguen siendo la principal fuente de energía previsible para el futuro, por lo que debemos aprender a reducir y secuestrar los desechos de su uso.
Edgar Rangel GermÁn*
A fines del 2009 el mundo celebró el 150 aniversario de lo que es considerado por muchos el mayor descubrimiento en la historia del planeta. Muchos años después de terminar su viaje en el HMS Beagle, el genio naturalista Charles Darwin publicó El origen de las especies por medio de la selección natural. Esta teoría radicalmente nueva eventualmente llevaría a la comunidad científica a nuestro concepto actual de la vida en nuestro planeta, influyendo en otros campos del conocimiento como la biología, la medicina, la paleontología, la geología, la filosofía y la ingeniería. Hoy en día, los científicos comprenden el genoma de diferentes virus como el H1N1 y pueden (¡esperamos!) encontrar la vacuna adecuada para las temporadas de influenza.
Esta teoría podría sugerir que, a pesar de que el Homo sapiens sapiens ha existido en este planeta por apenas un instante (en tiempo geológico), es la especie más evolucionada, el pináculo de la evolución. Sin embargo, considerando un lapso mayor de tiempo, se podría argumentar que la Tierra ha sido y siempre será un planeta de dinosaurios. Las altas temperaturas y los altos niveles de oxígeno y CO2 durante el Mesozoico propiciaron vegetación vasta en el globo, permitiendo a los dinosaurios adaptarse y evolucionar en lagartos de sangre tibia, ya que utilizaban la energía almacenada en los alimentos para crecer en esas dimensiones y no para generar calor corporal. Después de dominar el planeta por más de 160 millones de años, los dinosaurios desaparecieron en un instante debido a la colisión de un meteorito hace 65 millones de años. Coincidentemente, esa vegetación y la materia orgánica que se acumuló durante el período Carbonífero y que sobrevivieron a las extinciones del Pérmico y la ocasionada por la colisión del meteorito del Paleozoico y Mesozoico, tuvieron un destino diferente al de los dinosaurios. Se transformaron en el carbón, el petróleo crudo y el gas de hoy, convirtiéndose en la mayor fuente de energía para nuestra sociedad: los combustibles fósiles no renovables (en tiempo humano).
Casualmente, el mundo también acaba de conmemorar el año pasado el 150 aniversario del primer pozo petrolero moderno, conceptualmente no tan diferente de los que hoy conocemos, diseñado y perforado por un talentoso ex empleado de los ferrocarriles de los Estados Unidos, Edwin Drake. Así, 1859 también marcó la historia del planeta pero en un sentido diferente: el acceso eficiente al combustible más importante y controvertido conocido por nuestro mundo.
El petróleo ha acelerado el desarrollo de la tecnología y, en general, hace más cómodo nuestro día a día. Ha impulsado la transformación del planeta. Se puede incluso afirmar que nuestra vida moderna es significativamente mejor que nuestra forma de vida semiprimitiva de hace 150 años. Los productos derivados del petróleo están en todas partes. No podemos pasar un día sin ver o tocar un producto derivado del petróleo. Ha impulsado la economía mundial durante más de un siglo. Es el producto más dominante en nuestras vidas, a un grado tal que si el sistema de rotación del planeta contara con un motor, muy probablemente funcionaría a base de algún fluido petrolero.
Por otra parte, algunos sostienen que alcanzar una producción mundial de más de 1,000 barriles por segundo (sí, por segundo!) para sostener la constante transformación de este planeta podría ser consi-derado un poco alto o excesivo. Nuestro estilo de vida actual, amante de la entropía, también ha provocado la contaminación y el calentamiento global (como si quisiéramos que los dinosaurios regresaran). Parece que estos son los costos de nuestro “claramente positivo” valor presente neto social.
La ley de conservación de la materia y la segunda ley de la termodinámica no pueden ser violadas. Cada vez que transformemos energía seguiremos produciendo “desechos”. La eficiencia energética sin duda es una forma de empezar a resolver el problema. Sin embargo, no importa qué tan eficientes sean nuestras máquinas o los procesos para reducir emisiones, la cantidad absoluta de CO2 y otros gases invernadero seguirá siendo inmensa. Las energías renovables también parecen ser una vía paralela muy deseable, y por supuesto debemos fomentar tanto su desarrollo como su difusión en todo el mundo. Sin embargo, cualquier prospectiva energética mostrará que para el año 2030 ó 2050 las energías renovables representarán sólo un pequeño porcentaje de las fuentes de energía en el mundo. Adicionalmente, en la actualidad sólo son accesibles para los países cuyos gobiernos promueven subsidios e incentivos necesarios para su desarrollo.
Dada esta realidad, debemos aprender a administrar nuestros combustibles fósiles de manera que sigan brindando energía al planeta, pero al mismo tiempo tenemos que asegurarnos que perduren al menos hasta que aparezca la nueva idea brillante de cómo suministrar energía para que nuestro día a día continúe. Personalmente considero que los combustibles fósiles tendrán una duración de por lo menos otros 100 años más, aparentemente “tiempo suficiente” para que surja esa nueva idea, pero tenemos que empezar a trabajar en ella lo antes posible.
Algunas personas consideran que nuestros principales esfuerzos deben centrarse en mejorar la administración de yacimientos, poniendo especial énfasis en métodos de recuperación secundaria y mejorada de crudo y gas, de tal forma que se maximicen los factores de recuperación, en lugar de explotar campos nuevos sin una plena comprensión de ellos. ¿Con qué frecuencia se abre una segunda lata de refresco antes de que termine la primera? Cada yacimiento tendrá siempre un factor de recuperación final, limitado por nuestro conocimiento tecnológico (fuertemente ligado a la inteligencia de nuestra especie), así que debemos dirigir nuestros esfuerzos tecnológicos hacia la extracción de la última gota o burbuja de petróleo y gas de los campos existentes. La tecnología también nos puede llevar a nuevas fronteras físicas, como el petróleo y gas que se encuentran en aguas ultraprofundas y el metano de la Antártida. Sin embargo, debemos tener en cuenta que nuestra Tierra es finita, por lo que dirigirnos hacia dichas fronteras nos lleva muy cerca del final del camino. De cualquier manera, todo apunta a que el petróleo del futuro será mucho más costoso.
Es fundamental que nos centremos en qué hacer con los residuos de la transformación de los combustibles fósiles. ¿Qué harías si alguien te prohíbe producir basura en tu casa? Suena extraño, y quizás imposible, especialmente si deseas continuar con las actividades de tu ritmo de vida actual. Debemos tener en cuenta que cada vez que la energía almacenada en los combustibles se transforma, alguien tendrá que lidiar con los “residuos”. Considero que podemos conseguir mucho más si encontramos la forma correcta de almacenarlos y hacer un mejor uso de ellos.
Independientemente de los gobiernos y de los esfuerzos tecnológicos, los combustibles fósiles seguirán siendo la principal fuente de energía previsible para el futuro, por lo que debemos aprender a reducir y secuestrar los desechos de su uso. Las reservas y recursos petroleros del mundo aparentemente son enormes, y hasta ahora han resistido la agresiva y muy ingeniosa exploración y producción de la especie más evolucionada, pero son finitos y tenemos que optimizar su administración y maximizar su recuperación.
En 1859, los seres humanos descubrieron cómo funciona la vida e, irónicamente, también a partir de ese año se les proveyó con el combustible más importante hasta ahora conocido para proporcionar energía a su planeta, nuestra droga favorita: el petróleo. Parece que después de un siglo y medio de impulsar nuestra evolución, hemos evolucionado hacia una especie adicta al petróleo, el Homo sapiens oleum. Mas que tomarlo como una simple coincidencia (ya que muchas cosas sucedieron en 1859), el 150 aniversario de estos dos eventos representa una oportunidad para evaluar hacia adónde vamos, antes de que nuestros combustibles fósiles desaparezcan.
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Ingeniero petrolero egresado de la UNAM y doctor en ingeniería petrolera por la Universidad de Stanford. Actualmente, es comisionado de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (erangerman@gmail.com ).