Queremos modernizar Pemex, pero sin dar una respuesta institucional
a los retos implícitos en la llegada de la era postpetrolera.
Armando Páez García*
A pesar de que (1) los gobiernos de tres potencias económicas han analizado abiertamente el problema del cenit de la producción mundial de petróleo (Alemania, Estados Unidos y Francia), (2) de que el Parlamento Europeo se ha pronunciado al respecto, de que los ejecutivos de algunas compañías petroleras han anunciado el “fin del petróleo barato”, (3) de que Suecia ha diseñado un programa concreto para “liberarse” del hidrocarburo hacia 2020, (4) de que los planteamientos centrales de la Asociación para el Estudio del Cenit del Petróleo y el Gas (ASPO) no son vulnerados por la realidad, (5) de que Cantarell alcanzó su cenit en 2004, (6) de que el futuro de Petróleos Mexicanos (PEMEX) está en la explotación de yacimientos de difícil acceso y (7) de que el gobierno mexicano tiene alta dependencia de los ingresos petroleros, ni éste, ni las universidades públicas, ni las cámaras empresariales, ni los partidos políticos de este país han expresado preocupación o interés en estudiar la situación del cenit del petróleo. Se ha discutido la modernización de Pemex, no el nuevo e inevitable escenario energético mundial y nacional.
EL CENIT EN MÉXICO
¿El cenit de Cantarell significa el cenit de la producción petrolera en México? En efecto, podemos afirmar que México en 2004 alcanzó el cenit de su producción, si tenemos en cuenta (1) la acelerada y definitiva caída de este yacimiento; que de los 10.5 mil millones de barriles (mmb) de reservas probadas de petróleo crudo al comenzar 2008 (cuya relación reservas a producción es menor a 10 años) Cantarell representa más del 35 por ciento; (2) que el complejo Ku-Maloob-Zaap (uno con los que se pretende compensar la caída del gigante) alcanzará su propio cenit alrededor de 2010 produciendo menos de 900,000 barriles diarios; (3) que muchos campos petroleros en 2003 ya presentaban tasas de agotamiento cercanas al 50 por ciento y que muchos no han logrado recuperarse confirmando la declinación de su producción; (4) que el 57 por ciento de los 10.7 mmb de reservas probables y cerca del 58 por ciento de los 9.9 mmb de reservas posibles de petróleo crudo al comenzar 2008 se localizaban en Chicontepec (campo descubierto en 1926 que sólo ha podido ser explotado marginalmente por sus complejidades geológicas, y que se estima puede producir hacia 2013, con altísimas inversiones, unos 500,000 barriles diarios); (6) que al comenzar 2008 no se habían reportado reservas de ningún tipo en aguas profundas y que, en caso de que puedan explotarse los alrededor de 25 mmb de “recursos prospectivos” estimados, el aceite obtenido sería aprovechado hacia 2020 (si el desarrollo tecnológico lo permite) cuando la producción de Cantarell será menor a los 500 mil barriles diarios de petróleo crudo.
Y NO SERÁ SUFICIENTE
Seguramente aumentará la extracción en el Paleocanal de Chicontepec, se explotarán las aguas profundas, se recuperará más petróleo en aguas someras y en tierra firme y se abrirán nuevos pozos, pero es poco probable que el petróleo que se bombeará a partir de mediados de la década de 2010 logre reemplazar a los millones de barriles diarios que por más de 10 años se extrajeron de Cantarell.
La pregunta que podría plantearse es si los nuevos proyectos que se desarrollarán serán suficientes para cubrir la demanda nacional ?el consumo interno sube y se acerca a los 2 millones de barriles diarios, mientras que la producción ha caído de 3.4 millones a 2.7 millones de barriles diarios en sólo tres años? y reportar los altos ingresos que la exportación del petróleo crudo representa para el gobierno.
Sin embargo, si tenemos en cuenta que los yacimientos en aguas profundas y el paleocanal de Chicontepec no serán eternos (como no lo fueron Cantarell y la Faja de Oro), la pregunta que debe hacerse es si México está preparado para dejar de ser un país petrolero, situación que puede presentarse antes de 2025, coincidiendo con el cenit de la producción mundial de petróleo.
En términos financieros, es una fatalidad que el cenit de la producción nacional se presente muy cerca del cenit mundial, ya que se pasará en poco tiempo de recibir ingresos por miles de millones de dólares gracias a la venta de crudo, a importarlo al precio que sea, además de la compra que ya se hace de petrolíferos y otras fuentes de energía, como gas natural y carbón. La reforma energética nacional no sólo pasa por “rescatar” Pemex. El reto es preparar al país para transitar a esa etapa postpetróleo que, por cuestiones económicas (el petróleo no se agotará de manera absoluta) inevitablemente comenzará antes de 2050, quizás mucho antes.
EL CENIT TIENE HISTORIA
Para hacer un bosquejo sencillo de la historia del cenit de la producción petrolera en México, recordando que los primeros descubrimientos se reportaron en la década de 1860 en las Huastecas y que la explotación comercial comenzó en la primera década del siglo XX, es necesario destacar las siguientes líneas del libro”, de Ángel Bassols (Nuestro Tiempo, Ciudad de México, 1985):
Durante los primeros años que siguieron a la expropiación [1938] Pemex tenía cuatro grandes zonas productoras: Pánuco-Ébano, Faja de Oro, el Istmo y Poza Rica. De éstas, sólo Poza Rica era importante y entre 1938 y 1950 produjo casi el 60 por ciento del total. Pemex dependía de tal manera de Poza Rica que tuvo que explotarla de manera irracional, poniendo en peligro su productividad a largo plazo con tal de incrementar su rendimiento inmediato (p. 254).
Y lo que señala Jacinto Viqueira en su artículo “Problemas de la energía en México” (Revista Interamericana de Planificación, No. 82, 1987):
A finales de los sesentas existía una gran preocupación entre los funcionarios y especialistas que tenían acceso a la información reservada de Petróleos Mexicanos por la declinación de las reservas petroleras nacionales y la producción de hidrocarburos frente a un consumo creciente de productos petrolíferos.
SUPERANDO LA PRIMERA CRISIS
El ingeniero Antonio J. Bermúdez, quien fuera director general de PEMEX de 1946 a 1958, se refiere a esta situación en su libro titulado “La política petrolera mexicana” (1976) en los siguientes términos:
La crisis fue efectivamente grave. No trascendió sino para los enterados, por un hecho afortunado, pero no fortuito: el descubrimiento de la nueva y rica provincia petrolera en Tabasco y Chiapas, que comenzó a producir a principios de 1973, permitió superarla. Al comenzar ese año se había llegado al punto más bajo del desequilibrio entre reservas del subsuelo y producción, por un lado, y consumo creciente, por el otro. Las importaciones, ya no solo de derivados, sino, inclusive, de petróleo crudo, iban en aumento. Si la situación hubiera continuado hasta el otoño, cuando se cuadruplicaron los precios del crudo, el costo de nuestras crecientes importaciones habría sido catastrófico para la economía de Petróleos Mexicanos y para la de México” (p. 191).
El hecho, señala Viqueira, es que a finales de la década de 1960 y principios de la década de 1970 México vivió una crisis petrolera que no fue percibida por la opinión pública, pero que despertó entre las personas informadas la preocupación por la necesidad de diversificar la oferta energética. Miguel Wionczek, investigador especializado en temas energéticos, apuntó en el artículo “Algunas reflexiones sobre la futura política petrolera en México” que si este país no hubiera descubierto petróleo antes del choque petrolero internacional de 1973, hubiera sido paralizado por los aumentos internacionales de los precios de hidrocarburos ya en 1974 (Desarrollo Económico, No. 89, 1983).
La nueva caída de las reservas nacionales, la incertidumbre sobre la capacidad de producción en los próximos lustros y la anunciada contracción de la producción petrolera internacional invitan a pensar que el futuro en México podría parecerse a los tiempos que temieron Bermúdez y Wionczek.
El caso mexicano es un buen ejemplo para demostrar lo anunciado por King Hubbert, Colin Campbell y los investigadores agrupados en la ASPO o afines a sus planteamientos: un campo gigante descubierto antes de 1980 (Cantarell) está ya en su etapa de declinación; un alto porcentaje del petróleo que se extraerá de las cuencas del país es de alto costo; será necesario utilizar técnicas de recuperación secundaria o mejorada en todas las regiones para incorporar nuevos yacimientos a la producción o reactivar campos maduros (de hecho, en Cantarell se inyecta nitrógeno), además de perforar pozos de manera menos espaciada (Chicontepec) e ir a aguas profundas. Pemex y el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) son conscientes de los desafíos y de que el petróleo barato se está acabando en México.
TRANSITAR A UNA NUEVA ECONOMÍA
El Gobierno de Suecia fue un actor fundamental para que se reconociera la gravedad de la crisis ecológica mundial. En 1967, creó la primera agencia de protección ambiental y un año después su embajador ante las Naciones Unidas propuso celebrar una conferencia internacional sobre los problemas del medio humano. La cumbre que se organizó en 1972 tuvo su sede en Estocolmo, siendo el gobierno sueco el anfitrión. Al finalizar 2008, Suecia es aún el único país donde se ha dado una respuesta institucional para enfrentar el problema del cenit de la producción petrolera. Más allá de las limitaciones de las iniciativas instrumentadas para cortar efectivamente el consumo de petróleo en 2020 y de la determinación del gobierno y la sociedad sueca para llevarlas a cabo, una vez más es esta nación escandinava el ejemplo a seguir.
Teniendo en cuenta el tiempo que requieren los cambios políticos, culturales, económicos y tecnológicos, México debe visualizarse y comenzar a estructurar su economía más allá del petróleo, aunque por algunas décadas más lo siga extrayendo o comprando.
La caída de la producción petrolera nacional y mundial obliga a definir lo antes posible una estrategia a largo plazo que permita transitar a una economía y sociedad postpetróleo, crear marcos jurídicos y políticas para enfrentar los desafíos que se presentarán durante la transición. Esta estrategia requiere financiamiento, planes, programas y recursos humanos que faciliten la instrumentación de acciones y la adopción de tecnologías para aprovechar las fuentes renovables de energía, sustituir al petróleo en sus diversos usos y adaptar a las ciudades y las zonas rurales a esa nueva realidad. Para enfrentar estos retos, se recomienda otorgar facultades a los gobiernos locales y de las entidades federativas para que puedan implementar las acciones que más les convengan.
* Arquitecto y maestro en Antropología Social y Desarrollo. Doctorante en urbanismo por la Universidad Nacional Autónoma de México (aaopz@yahoo.com ) Aquí se reproducen fragmentos de su tesis doctoral.