Mientras más petróleo, más políticos y menos país.
Mario Hernández Samaniego*
Se repite la historia. Cuando las compañías extranjeras explotaban el petróleo mexicano abriendo los yacimientos a todo lo que daban, a sabiendas de que se quedaba enterrada más de la mitad, y todo a ciencia y paciencia de los mexicanos, vino la Expropiación Petrolera y, para no variar, los mexicanos hicimos lo mismo y seguimos haciendo lo mismo.
Pero he aquí que los vecinos, que sí aprendieron la lección, se dijeron ¡ojeras de cartón! Al paso que vamos, nos quedamos sin petróleo y ya no tenemos al de México para emparejarnos. Y así es que se pusieron aguzados y establecieron reglas que limitan la producción de sus pozos a modo de maximizar el aprovechamiento de sus campos. Ah, pero además, tienen prohibida la exportación de crudo.
Pero aun así, no se dan abasto. Tienen que importar la mitad del petróleo que consumen y guerrear para que no se lo suspendan. ¿Cómo estarían las cosas si se hubieran chupado su petróleo a todo chupar? Ya nos hubieran invadido de no haber sido por los árabes, a quienes hay que dar las gracias por entrar al quite.
Ahora resulta que es a nosotros a quienes se nos acaba por andar exprimiendo los yacimientos a todo lo que dan y exportando el petróleo a tambor batiente sin siquiera sacarle provecho transformándolo o de perdida dejando un guardadito para cuando llueva. Y para acabarla de amolar, exporte y exporte el crudo ligero que piden a gritos nuestras refinerías para operar a toda capacidad y abatir sensiblemente la importación de gasolina y diesel. Y encima de todo esto, no saber a quien invadir para acompletarnos porque los vecinos ya casi no dejan a quien.
¿Y sabes qué es lo peor, vecino? Que el gas también anda boqueando, aunque Pemex no lo acepte. Cierto que tenemos hidroelectricidad, viento generador, geotermoelectricidad por aprovechar, pero a falta de petróleo y gas nos vamos a quedar sin petroquímica, y sin ella, aparte de plásticos, fibras sintéticas, hule, etcétera, nos vamos a quedar sin fertilizantes y a merced de los comerciantes que les sacan un ojo de la cara a los campesinos.
Hace algunos años recibí un correo, no recuerdo de quien, que hablaba de un cieguito pidiendo limosna con un pequeño pizarrón llevando el siguiente mensaje: “una limosna por el amor de Dios,” y era para llorar ver las pocas monedas que caían al bote. Pero un día pasó por ahí un mercadotécnico quien, viendo lo miserable de la cosecha, tomó el pizarrón, borró el mensaje y en su lugar escribió otro. Al día siguiente regresó y como esperaba, encontró el bote rebosando billetes y monedas. El pizarrón decía: “México en primavera y no poderlo ver.”
¿Qué nos dice este correo? Nos dice que tenemos un tesoro guardado, fuente de trabajo y bienestar que no podemos ver porque está en manos que no saben o no pueden o no quieren aprovecharlo. Y tampoco queremos ver otro tesoro, también muy bien guardado: el fuego que puede alumbrar miles de hogares y fabricas sin agotarse y sin contaminar. Es el fuego eterno sobre el que estamos sentados, el fuego geotérmico que impacientemente aguarda al intrépido emprendedor dispuesto a aprovecharlo sin tener que tenebrosear el cómo hacerle para darle la vuelta a las prohibiciones que impone la ley y sin temor a disgustar al FAP. Preferimos seguir siendo ciegos pidiendo limosna que pedirle al Todopoderoso que nos abra los ojos y sobre todo el espíritu para ver la riqueza que ningún extranjero se puede llevar.
Nos cae como anillo al dedo aquello de que el hombre que se casa con el espíritu de su tiempo acaba quedándose viudo. ¿Y cual es ese espíritu? El de la ceguera, el de “échale cinco al piano y que siga el vacilón”, mientras los poderosos dentro y fuera del gobierno se hinchan de ganar dinero a expensas de millones de ciegos pidiendo limosna.
Siguiendo órdenes superiores, Adán y Eva estaban nombrando los animales del Edén. Eva vio uno y dijo, ése es un hipopótamo y Adán le preguntó, ¿por qué le das ese nombre? y ella contestó: porque se ve como hipopótamo.
Asimismo, un diputado y un senador estaban calificando la situación de Pemex. Se adelanta el diputado y dice, es un despapaye. Le pregunta el senador: ¿Por qué lo calificas así? Y el diputado contesta: Porque se ve como despapaye y así lo ven millones de mexicanos. ¿Y qué vamos a hacer? No te hagas güey, tú y yo nomás seguimos órdenes. No son los ingenieros, geólogos, abogados o economistas los que hacen de Pemex un despapaye; querámoslo o no, somos tú, yo y los demás compañeros políticos.
Pero peor que los políticos somos los mismos mexicanos que los escogemos. ¿Y por qué escogemos políticos chafa? Porque no tenemos de otros, y ¿por qué no tenemos de otros? Porque nos importa madre lo que suceda, porque cada tres años estrenamos fulanos que nomás ponen cara de “what” y siguen con la cara de what a costillas del erario.
El supremo gobierno hace su mejor esfuerzo por “rescatar” al país acabando lo más rápidamente posible con el petróleo que aun nos queda. Sí señor, aunque no queramos creerlo, mientras haya petróleo y no queramos aprovecharlo, no hay país, porque mientras más petróleo, más políticos, y mientras menos petróleo, menos políticos, porque tendrían que ponerse a trabajar creando industria, engordando agricultura, educando bien a la chamacada y sacando mayor y mayor provecho a los recursos naturales que aun nos quedan incluyendo la energía geotérmica.
Preguntémonos por qué tenemos multimillonarios surgidos de la pobreza. ¿Qué tienen ellos que el resto de los mexicanos carecemos? Talento, obviamente, pero además, ganas de fajarse para sacar el buey de la barranca. ¿Por qué nuestros políticos no se fajan los pantalones como lo han hecho los políticos japoneses, chinos, indios e incluso chilenos? Respuesta: Porque sus países no tienen petróleo y no les queda mas que nadar o ahogarse. Los nuestros se conforman con tostonear el petróleo que nos queda, juntar centavos para retirarse y aleluya aleluya. Pero, ¿qué tal sería si, además de tener petróleo, tuviéramos políticos con ombligo que convirtieran el petróleo en bonanza para todos los mexicanos, no nada más para unos cuantos? Estaríamos por encima de japoneses, chinos, indios y chilenos.
Pero ya hay reforma petrolera. Entre administradores se dice que un camello no es más que un caballo diseñado por un consejo de improvisados. Imagínese, mi querido lector, el camellote que va a ser Pemex a la hora de soltarle la rienda y la lana.
? Fue subgerente de petroquímica y gerente de refinación de Petróleos Mexicanos (Pemex). Laboró en la empresa durante 30 años. Es miembro del Grupo de Ingenieros Pemex Constitución del 17.