Psicodrama de honda penetración.
MARIO HERNÁNDEZ SAMANIEGO*
La varita de prospección es un instrumento tecnológico extraordinariamente sensible al aprecio que por ella sienta su dueño y, por esa razón, celosa al prestar sus servicios. Ésta es, pues, la trágica historia de don Petrolino Hoyoseco, cuya varita mágica sufrió la malquerencia de su dueño.
Sintió don Petrolino que su varita le estaba fallando. Ya no le cumplía: un pozo salía bien y otro resultaba seco, a grado tal que la gente empezó a desconfiar de su talento para ubicar pozos productores y el pueblo se alarmó porque los pozos de que dependía para su vital líquido se empezaron a secar y, por más que se empeñaba don Petrolino, no podía cumplir su cometido. Su prestigio estaba en la balanza.
Decidió consultar a varios gurúes, todos de prestigio internacional, entre ellos a los doctores Burton, Dawell y Reptil, los cuales no pudieron recargar la varita de don Petrolino, por más esfuerzos que hicieron y por más tiempo que consumieron. Así que, como medida de desesperación, don Petrolino decidió consultar al eminente gurú Dr. Voracio Schulember, con la esperanza de por fin encontrar al mago que lo pudiera sacar del apuro en que se encontraba.
?Dr. Schulember ?le dijo don Petrolino? he perdido el toque. Mi varita ya no me responde, me están saliendo muchos pozos secos. Las gentes del pueblo están murmurando. Empiezan a no creer en mí. Mi prestigio está por los suelos y no sé qué hacer, estoy desesperado. No tengo a nadie más a quien recurrir. Usted tiene que ser mi tablita de salvación. Todos me han prometido las perlas de la virgen y nada, siguen saliendo pozos secos.
?Dígame, don Petrolino, ¿qué le han dicho los colegas?
?Me han dicho que mi varita ya no sirve, que su tecnología es caduca, que ya no hay pozos fáciles. Ahora se requiere tecnología varítica de punta y que ellos estarían dispuestos a proveerla, mediante una no tan módica suma que, verdad sea dicha, me dejó espantado. Además, he trabajado durante muchos años con mi varita y no me animo a perder fe en ella. Por eso recurro a usted. Creo sinceramente que usted me la puede sanar.
?Mire, don Petrolino, al recurrir a gurúes que han menospreciado su varita, diciéndole a usted que está obsoleta, no han hecho más que marginarla de usted, haciéndola sentir que ya no confía en ella. Debe usted entender que las varitas son muy celosas y cualquier muestra de desconfianza constituye desaire. Necesitamos curarla de ese sentimiento. Necesitamos demostrarle que no ha perdido usted su fe en ella.
?¿Y qué hacer, doctor? ¿Cómo volver a ganar su confianza?
?Como todo paciente despechado, hay que someterla a una terapia de eliminación de represiones, de la sensación de que ya no se le quiere, de que se ha perdido la confianza en ella. Y eso, como usted se podrá imaginar, es un proceso prolongado. Hay que dejarla que confíe en lo mucho que puede hacer para quien la quiere. Es cosa de amor y eso lleva tiempo. Si confía usted en mí, puedo someterla a dicha terapia, empezando por convencerla de que no ha perdido su poder, de que habemos gente que confía en ella.
?¿Pero cuánto tiempo va a durar eso? La gente me está perdiendo la confianza, pero siente que todavía puedo salir de mi problema. No está convencida de poner una tarea tan vital para la comunidad en manos de extranjeros.
?Diga a su gente, don Petrolino, que estoy sometiendo su varita a un proceso de recuperación y que, mientras tanto, yo a nombre suyo me comprometo a resolver temporalmente el problema y que tan pronto se recupere cabalmente su varita, reanudará usted su trabajo con la seguridad de que será con todo éxito. Tranquilizará a sus clientes y rápidamente recuperará su confianza.
?¿Y cuánto me va usted a cobrar por el servicio?
?Nada. Voy a cobrar al pueblo lo que usted cobraría. Para mí lo importante es crear confianza en mis métodos en comunidades vecinas para que los buscadores como usted se animen a contratar mis servicios. Que otros colegas cuyas varitas no funcionan vean que con la varita de usted puedo reanudar el éxito en la búsqueda de pozos productivos, y que pueden confiar en mí para rescatar sus propias varitas.
Pasados algunos meses, don Petrolino reclama su varita al Dr. Schulember, quien prontamente se la devuelve. Sin embargo, al pretender reanudar sus actividades armado con su varita sanada, se dio cuenta de que seguía topándose con pozos secos, a grado tal de que la gente perdió totalmente su confianza en él y siguió valiéndose del Dr. Schulember.
Al reclamarle don Petrolino su mala fe al Dr. Schulember, el gurú le replicó que no tenía la culpa de que durante la terapia la varita se hubiera enamorado perdidamente de él y que en adelante a nadie más serviría.
Acabó tan triste y decepcionado don Petrolino que ya no tuvo ánimo para conseguir otra varita que se enamorara perdidamente de él. Y el pueblo a quien nada importaba la varita mágica, dejó de recelar de los extranjeros y se conformó con los servicios del buen Dr. Burton y de otros gurúes.
*Fue subgerente de petroquímica y gerente de refinación de Petróleos Mexicanos (Pemex). Laboró en la empresa durante 30 años. Es miembro del Grupo de Ingenieros Pemex Constitución del 17.