El riesgo de no reducir contaminantes podría ser desastroso.
Eduardo Andrade Iturribarría*
Mientras el gobierno norteamericano decidió profundizar en su unilateralismo e ignorar el Protocolo de Kioto, el gobierno mexicano caracterizó su posición sobre el tema del cambio climático de manera asertiva desde el principio: para México el calentamiento global es una realidad.
Zanjar la discusión es positivo, ya que se puede definir una estrategia para hacer lo que esté al alcance de nuestras manos en aras de mitigar los efectos que puedan provenir de un fenómeno como éste. Aun así, todavía hay mentes en la comunidad científica que ponen en duda que el medio ambiente se esté calentando a un ritmo más acelerado y que esto sea atribuible a la acción del ser humano. Algunos más dudan que existan inclusive indicios de cualquier anormalidad en el comportamiento del clima y que, por lo tanto, es falso aducir que el sistema de intercambio de calor de la Tierra con su exterior haya sido rebasado.
Desde la perspectiva de la fisica, como ciencia, el calentamiento global tiene sentido real y con ello el cambio climático. Si el sistema de eliminación de calor de las emisiones industriales, más la actividad humana general y la proveniente de la Tierra por sí misma, es rebasado en su capacidad, es normal y esperable que aquello que no sea eliminado se quede en alguna parte de la atmósfera.
Aquellos que pensamos que el calentamiento global es una realidad podremos carecer de las herramientas para saber cuáles serán precisamente sus efectos en el medio ambiente y cuál será su magnitud. Pero queda claro que el exceso de calor no tiene efectos gratos en ningún sentido: el que lo dude, que experimente en un microsistema como un cuarto encerrado con fumadores.
Un argumento clásico de los detractores de las acciones para la contención de los efectos del cambio climático es que no hay suficientes elementos para asegurar que son las acciones del hombre las que lo producen y que podrían ser parte de un proceso natural del planeta en los ciclos de variaciones de temperatura que un planeta vivo tiene y que, por lo tanto, nada de lo que hagamos contribuirá a mejorarlo y probablemente ni siquiera seamos responsables de que suceda.
Aun suponiendo que el calentamiento global fuera mayoritariamente provocado por un proceso de la Madre Naturaleza, no sería suficiente argumento para que no hagamos lo que nos corresponda para atenuarlo, sea o no sea nuestra culpa que suceda. Después de todo, es también la Madre Naturaleza la que ocasiona que haya día y noche, o que haga calor o frío, y no por eso dejamos de iluminar artificialmente nuestro entorno o de moderar, también artificialmente, la temperatura a nuestro alrededor.
Al margen del que el calentamiento global sea una amenaza inminente o no, las medidas que contribuirían a mejorar la expectativa del futuro ?de la perspectiva de no sobrecalentar la atmósfera del planeta? no son muy distintas a las que ya utilizamos para cuidar que la calidad de aire que respiramos sea mejor. Sucede que la responsabilidad del ser humano respecto al calentamiento global es sencillamente un efecto más de los contaminantes que vertimos al medio ambiente por nuestras actividades, por lo que aquello que hagamos en aras de vertir menor cantidad de contaminantes para respirar un mejor aire contribuye también a favor de que esa menor cantidad de contaminantes repercuta positivamente hacia el calentamiento global.
Medidas como la eficiencia energética, la limpieza en la combustión de hidrocarburos para el transporte o la generación eléctrica, las energías renovables o la misma energía nuclear son parte necesaria del paradigma energético actual bajo las condiciones vigentes o previsibles, y cualquier discontinuidad tecnológica que modificara cómo nos transportamos, cómo generamos electricidad o cómo se comporten las industrias de transformación solamente iría a favor de profundizar en minimizar la utilización de recursos o minimizar el desperdicio y la ineficiencia. Esto será positivo tanto para disminuir la contaminación del medio ambiente, como en la vertiente de prevenir sus efectos hacia el calentamiento del planeta, sin importar que creamos que el planeta se está calentando indeseable o incontrolablemente o no.
Por lo anterior, argumentar en contra de la existencia o de los posibles efectos del calentamiento global prácticamente se convierte en un ejercicio puramente académico, que, en caso de alguien llegara a tener razón, no tendrá más logro que una medalla de la Liga de los Escépticos, si ésta existiera.
El riesgo de no actuar, desde ya, podría ser desastroso y es, sin duda, irresponsable.
*Ingeniero civil, egresado de la UNAM con especialización en administración de proyectos y posgrado en finanzas del ITESM y de proyectos de inversión de la Organización de Estados Americanos (OEA). Ex presidente de la Asociación Mexicana de Energía. (mexiconecesitainegnieros@gmail.com )