La propuesta estadounidense de ampliar, junto con Brasil, la oferta de etanol está pensada para sustituir las exportaciones de crudo venezolano a sus países vecinos y con ello debilitar el liderazgo político de Hugo Chávez.
ROSÍO VARGAS SUÁREZ* Y JUAN JOSÉ DÁVALOS LÓPEZ**
Durante su gira de marzo del 2007 por América Latina, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, desplegó una serie de estrategias con el fin de recuperar el liderazgo geopolítico de su país en la región y buscó estrechar relaciones con Brasil a través de alentar el desarrollo conjunto de la producción de etanol. La interpretación que sugerimos es que la visita de Bush está lejos de quedar como un asunto protocolario y, en realidad, buscaría dos objetivos importantes:
1. contrarrestar la influencia del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, a través de generar una propuesta energética alternativa para la región latinoamericana; y
2. fortalecer la propia seguridad energética de Estados Unidos a partir de incrementar la producción del etanol.
Ante la pérdida de liderazgo político de Estados Unidos en América Latina, el presidente Bush desplegó la idea de que a los estadounidenses les preocupa la justicia social en América Latina, por lo que deseaban apoyar programas de ayuda para mejorar las condiciones de vida de lo latinoamericanos. Llegando a declararse “bolivariano” y bajo una agenda que se presentó como positiva, George W. Bush no escatimó esfuerzos para mostrar que Estados Unidos sigue siendo importante en la región. Para ello buscó convertir a Brasil en un aliado cercano, fortaleciendo vínculos con esta potencia regional.
El esfuerzo tomó la forma de un memorando de entendimiento encaminado a trabajar conjuntamente en la producción de etanol. Dicho acuerdo, que tuvo lugar el 8 de marzo del 2007, ha sido el inicio de la construcción de una alianza que busca crear un commodity market en la región, ayudar a Brasil a exportar energía y, en general, a ampliar la producción y consumo de etanol, sobre todo, en lo que concierne en América Central y el Caribe. Si bien no hay duda de que tal acción puede dinamizar el desarrollo de las economías participantes y alentar a la iniciativa privada en el negocio, para la parte estadounidense es más importante el contenido geopolítico de la propuesta, en la medida en que la iniciativa del etanol buscaría contrarrestar el liderazgo político del presidente venezolano, quien ha venido utilizado el petróleo en la promoción de su liderazgo regional. A través de las propuestas de Petroandina, Petrocaribe y Petroamérica, Chávez suministra petróleo bajo condiciones crediticias preferenciales a algunas economías de la región, a la vez que utiliza las bondades del hidrocarburo para promover su proyecto económico y social Alternativa Bolivariana para nuestra América (ALBA) como una propuesta de integración alternativa al proyecto estadounidense conocido como Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA) . La propuesta estadounidense de ampliar la oferta de etanol está pensada para sustituir las exportaciones de crudo venezolano a sus países vecinos y con ello debilitar el liderazgo político de Chávez.
Si bien la anterior propuesta tiene cierta lógica, se antoja poco realista llevarla a cabo, habida cuenta las necesidades energéticas actuales y futuras de la región que difícilmente podrán ser cubiertas con el etanol. No obstante, considerando el momento político que vive Bush en su propia nación y la preeminencia de la seguridad energética al interior de la misma, levantar la bandera del etanol resulta pertinente para su popularidad nacional.
Sobre esta última cuestión relacionada con la seguridad energética es de destacar que en el pasado ?Informe a la Nación? , George W. Bush planteó la meta bautizada como “Veinte en Diez” (“Twenty in Ten”) para reducir el uso de gasolinas en Estados Unidos en 20% a lo largo de los próximos diez años, lo cual implicaría producir 35 mil millones de galones de combustibles renovables y alternativos para el año 2017, a fin de hacer posible el desplazar 15% de la producción de gasolina, y un 5% adicional mejorando la eficiencia estándar de autos y camiones: “América se halla al borde de un parteaguas tecnológico que nos permitirá vivir nuestras vidas con menor dependencia del petróleo” .
Este logro requerirá el desarrollo de fuentes tales como el etanol de maíz, etanol de celulosa, el biodiesel, el metanol, el butanol, el hidrógeno y otros combustibles alternativos. Todo lo anterior con el objetivo de reducir la dependencia energética de los suministros del exterior a partir de elevar la oferta nacional. Pese a la gama de recursos que se proponen para alcanzar la meta de 35 mil millones de galones, ésta se sabe inalcanzable debido a limitaciones de terreno al interior de los Estados Unidos. Es por ello que el gobierno estadounidense busca alianzas que le permitan ampliar el espacio territorial en el que se puedan realizar los cultivos agrícolas para la producción de este biocombustible.
Los proyectos de combustibles alternativos a la gasolina están ganando aliados al señor Bush en su país. En el Congreso ?donde ya se discuten varias propuestas relacionadas con el tema? encuentra apoyo tanto de republicanos como de demócratas. Ciertos grupos de interés, como los agricultores estadounidenses, ven la posibilidad de hacerse de nuevas fortunas en la transición al desarrollo del etanol. La industria automotriz también muestra su apoyo a la propuesta del Ejecutivo y se ha impuesto la meta del año 2012 para duplicar la producción de vehículos flexibles en el uso de combustibles con la mezcla de etanol con gasolina. Asimismo, ha explicitado su compromiso de fabricar vehículos a base de otros biocombustibles. En este sentido, puede citarse el acuerdo entre Toyota y General Motors en la carrera para producir vehículos híbridos y coadyuvar a la meta del Ejecutivo de reducir el consumo de gasolina en un 20%, en los próximos 10 años.
Si bien metas como las anteriormente planteadas resultan ambiciosas, las propuestas están ganado popularidad y plantean soluciones a situaciones problemáticas que han demeritado hasta su mínimo histórico la popularidad de Bush, como la situación en Irak. También está la cuestión del enorme tamaño de la “adicción” estadounidense al petróleo que implica destinar gran cantidad de recursos militares y políticos a fin de asegurar los suministros petroleros y que hoy día se ha convertido en un asunto de controversia nacional bajo la bandera de alcanzar “la independencia energética” enarbolada por ciertos actores políticos, entre ellos Hillary Clinton.
Reducir la vulnerabilidad estadounidense a partir del desarrollo del etanol coadyuvaría a mantener el papel que los Estados Unidos se han adjudicado internacionalmente de garantizar los flujos petroleros de sus aliados, a su propio territorio y, en general, a todo el mundo, al proporcionarle un mayor margen de acción ampliando la oferta. Sin embargo, los estrategas estadounidenses tienen claro que hay problemas de la seguridad energética de este país que no quedarían resueltos únicamente disminuyendo el consumo de petróleo. Solucionarlos de raíz significaría cortar con la preponderancia sobre el sector transporte. En este sentido, los biocombustibles son vistos como la panacea para reemplazar una fracción importante del uso del petróleo, permitiendo con ello la posibilidad de reducir las importaciones futuras del hidrocarburo. Poder aniquilar la dependencia energética descansaría en la posibilidad de eliminar la total dependencia del petróleo como base energética en el sector del transporte. Si bien las propuestas no se reducen al etanol, pues ?como se mencionó antes- se piensa aumentar la oferta vehicular de los automóviles híbridos, de tecnologías eficientes y otros biocombustibles, la propuesta de aumentar la oferta nacional del etanol se estima podría alcanzar la cifra de 15 mil millones de galones para el 2008-2009. Esta cifra podría aumentar al incorporar la producción del etanol a partir de caña de azúcar. Los países del Caribe y Centroamérica podrían jugar un papel importante en este aspecto.
Es, sin duda, fundamental la colaboración de Brasil como parte de este ambicioso proyecto, cuya fuerte carga geopolítica ha quedado de manifiesto por la resonancia internacional que tuvo la participación del resurrecto Fidel Castro en su reciente artículo publicado en Granma. Además de llevar su crítica al programa de energía de Bush al terreno de la política, Castro puso en duda su viabilidad operativa debido al riesgo social que implica la producción de etanol para la producción mundial de alimentos.
Los próximos años dirán hasta qué punto el bioetanol puede llegar a ser un sustituto parcial del petróleo en la elaboración de combustibles. Si lo puede ser en forma relevante, la estrategia geopolítica anunciada por Bush durante su viaje a América Latina podrá tener cierto grado de éxito.
*Profesora e investigador del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM (rvargas@servidor.unam.mx). **Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM (juanjosedavaloslopez@yahoo.com.mx).