La transición del sistema energético del país obliga a una reflexión integral sobre este tema.
Gerardo Bazán Navarrete, Gilberto Ortíz Muñiz y Jesús Cuevas Salgado*
(Artículo publicado en la edición noviembre-diciembre 2017 de la revista “Energía a Debate”).
El concepto de seguridad energética es vital para una sociedad industrial y tecnológica. Resulta complicado pensar en la posibilidad de prescindir de utilizar, por falta de energía, una gran cantidad de máquinas y dispositivos utilizados en las actividades industriales, comerciales o residenciales.
La seguridad se define como la sensación de total confianza que se tiene en algo o alguien, o bien como la ausencia de peligro o riesgo. La Agencia Internacional de Energía la entiende como la disponibilidad ininterrumpida de fuentes de energía a un precio asequible, tanto a corto como a largo plazo. En un enfoque clásico, la seguridad energética básicamente se refiere a la infraestructura de cada país y a las relaciones comerciales con otros países o empresas.
La Unión Europea ha tenido un fuerte desempeño por su coordinación entre las naciones europeas, lo cual es un modelo de cooperación regional. Ellos se apalancan en las fuerzas de mercado y en la diversidad de mezclas de energéticos. No obstante, existen otras apreciaciones donde conjugan un número mayor de parámetros, por ejemplo, en el ámbito militar. Los países desarrollados tienen amplio camino recorrido en este tema.
Por ejemplo, España cuenta con un plan de evaluación que actualizan anualmente y es elaborado por el Ministerio de Defensa. Esta óptica se ha arraigado fuertemente en España: la “Estrategia de Seguridad Española” (2011) alude de modo genérico a la seguridad energética, aunque la Ley 8/2011 de “Protección de Infraestructuras Críticas” así como el CNPIC (Centro Nacional de Protección de Infraestructuras Críticas), se ciñen a la dimensión de la seguridad física de instalaciones energéticas, propio de la visión clásica de la seguridad energética (1).
Por otro lado, vemos que la concepción de la seguridad energética en la doctrina de la OTAN parte de su Concepto Estratégico desde 2010, seguido de la reorganización de la ESCD (Emerging Security Challenges Division) y creación del Centro de Excelencia OTAN de Seguridad Energética en Lituania (2012)(1)
Por su parte, el Consejo Mundial de Energía (WEC), donde participa México, desarrolló el concepto del Trilema Energético:
Competitividad, Seguridad y Sustentabilidad. Y también enfatiza el riesgo de interrupción del suministro. Otros fenómenos asociados con la seguridad energética se refieren a que el crecimiento económico mundial ha sido bajo, el precio del crudo ha desmotivado la inversión y el accidente nuclear de Fukushima sacudió la opinión pública y estancó varios prospectos de energía nuclear (2).
También se observa que, a nivel global (2), la sobreoferta ha puesto más fuerza en las manos de los compradores, con un fuerte impacto en la interacción entre los países, estrategias de diversificación y relaciones comerciales. Como casos más concretos tenemos a los Estados Unidos y a México. El primero pasó de ser un importador de hidrocarburos a exportador neto; México, al revés, era exportador y se ha convertido en importador neto de varios energéticos.
Para los Estados Unidos (3), durante los últimos 40 años, la seguridad energética se enfocó en reducir la dependencia que se tenía sobre el petróleo importado. Para ello se determinaron políticas públicas para promover la producción de sus recursos domésticos de petróleo, aumentaron las normas de eficiencia de combustible para vehículos, desarrollaron la mayor reserva estratégica de petróleo del mundo, y otras acciones relacionadas con el petróleo.
Adicionalmente, los Estados Unidos se convirtieron en el mayor productor de gas natural del mundo. El dramático crecimiento de la producción bajó los precios del gas natural y permitió a los Estados Unidos empezar a exportar gas natural licuado (GNL), lo que ha mejorado la competitividad y transparencia de los mercados internacionales de GNL.
En el caso de México, debemos tomar en cuenta algunos aspectos de carácter sectorial. En este sentido recordamos que nuestro sistema eléctrico, salvo algunos apagones regionales y uno total en 1981, ha tenido un desempeño más o menos confiable. El sector eléctrico utiliza un indicador denominado Tiempo de Interrupción por cada mil Usuarios (TIU) como guía para cumplir con los requerimientos de continuidad del servicio eléctrico.
Por lo que toca a los petrolíferos, el desempeño ha sido un tanto semejante. Ha habido limitaciones regionales y temporales de algunos productos, pero, en general, se han resuelto en corto plazo. Un indicador de confianza sería la duración de inventarios o almacenamientos. La asequibilidad en materia de energía eléctrica y petrolíferos se ha logrado debido a que las políticas públicas han formulado los precios y tarifas con enfoque social, más que con base en estructuras de costos.
Ahora bien, tomando en cuenta que nuestro sistema energético se encuentra en transición estructural en varios sentidos, se considera conveniente discutir algunos aspectos que pueden dar lugar a mayores riesgos en la disponibilidad de energéticos en el futuro inmediato y más adelante.
Adicionalmente se observa que existen:
- Altos índices de pérdidas por ilícitos en los procesos de transformación industrial de PEMEX y en el Área de Comercialización de CFE.
- Altos niveles de intimidación a la inversión por delincuencia organizada.
- Cambio de un esquema de propiedad y control público a otro mixto con participación de la iniciativa privada, con actividades intercaladas.
En otro orden de ideas, pero en la misma línea, cabe mencionar un aspecto particular ligado al Trilema del WEC y a los hidrocarburos: las cadenas de valor que genera la petroquímica en la creación de empleos, desarrollo industrial y económico del país. El caso es que esta rama industrial también presenta el mismo cuadro que los combustibles.
La seguridad energética es de suma importancia para sustentar el desarrollo económico y social de cualquier economía. Generalmente está vinculada con temas de seguridad nacional, el crecimiento económico y las relaciones internacionales. Incluye el resguardo de las instalaciones, responsabilidad social de las empresas y la gestión del conocimiento.
En nuestro país, el esquema de seguridad energética está cambiando radical y rápidamente. Esto es, nuestro modelo energético está pasando de la autosuficiencia a otro de dependencia del exterior en materia de hidrocarburos; y en electricidad, de uno con cierto grado de diversificación de tecnologías a otro con predominio de los ciclos combinados y creciente inclusión de fuentes renovables, con todo y sus características de intermitencia.
Asimismo, está en proceso la transición donde el Estado se encargaba completamente del suministro y de los precios y tarifas de los energéticos a una combinación de mercados internacionales y contratos por tiempo definido.
En este sentido, se entiende que no es lo mismo un sistema donde el Estado tiene control total sobre recursos naturales abundantes y todos los procesos de transformación y comercialización, que otro donde las fuerzas del mercado definen el grado de confianza o el nivel de riesgos sobre la disponibilidad y asequibilidad de energía.
Al respecto se debe reconocer que la vecindad con los Estados Unidos, con sus excedentes de gas natural y combustibles automotrices, ha estado subsanando, al menos, las crecientes deficiencias en la infraestructura de transformación industrial de PEMEX, pero también representa un punto crítico motivado por posibles matices adversos a nuestra seguridad energética derivados de la política pública de ese país, contenida en el lema “America First”.
En todo caso, la responsabilidad del diseño y operación de la seguridad energética del país corresponde al Gobierno, como parte del Estado, ya sea en su papel de propietario de los medios de producción y/o en su carácter normativo.
Otro punto neurálgico es la postración en que se ha mantenido a PEMEX durante las últimas décadas, tanto como proveedor de energéticos como de insumos petroquímicos a la industria. No se puede omitir que las medidas adoptadas por las autoridades han sido ineficaces para combatir a organizaciones delictivas, que motivan temores en los inversionistas potenciales y sobrecostos en los contratistas para cubrir extorsiones.
En conclusión
Con la transición del sistema energético en México, se requiere una reflexión integral sobre los diversos aspectos que deben conformar la seguridad energética del país.
Se debe establecer una estrategia sistematizada para garantizar la disponibilidad de energéticos, a precio asequible. Se trataría de coordinar acciones entre los entes estatales y corporativos para privilegiar la protección, la confiabilidad y la capacidad de reacción de las entidades energéticas ante eventos geopolíticos, movimientos especulativos o fenómenos naturales.
Para contar con niveles adecuados de seguridad energética a mediano y largo plazos, se debe tomar en cuenta la creciente inclusión de vehículos eléctricos, entre otros cambios en proceso,
que indudablemente tendrán influencia sobre la arquitectura del sector energético y la seguridad de suministro.
REFERENCIAS
1) Rafael José de Espona. El moderno concepto integrado de seguridad energética. Instituto Español de Estudios Estratégicos. 2 de abril de 2013.
2) Global Energy Architecture Performance Index Report 2017. World Economic Forum.
3) Valuation of Energy Security for the United States.Report to Congress January 2017. United States Department of Energy.Gerardo Bazán es Premio Nacional de Química (gerardorbn@yahoo.com). Gilberto Ortiz es miembro del Consejo Químico y del Comité de Energéticos de Canacintra (gortizyasoc@gmail.com). Jesús Cuevas es consultor independiente en temas de energía (jcuevasmx@hotmail.com ).