Aun cuando en los últimos 20 años se registra un proceso de creciente equipamiento para servicios energéticos entre la población de menos ingresos, en el sector residencial ocurrió una reducción significativa tanto de la intensidad energética de los hogares como del consumo per cápita de energía, del orden de 46.6 y 20.3 por ciento, respectivamente, entre 1996 y 2016.
Estos y otros interesantes datos aporta el estudio denominado Impacto de las Normas Oficiales Mexicanas en el ingreso-gasto del sector residencial de México a partir de datos de INEGI (1990-2016), cuyos autores son: Odón de Buen Rodríguez, titular de la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía, Juan Ignacio Navarrete Barbosa y Pedro Hernández López, funcionarios de la propia institución.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), México contaba con 81.2 millones de habitantes en 1990, distribuidos en cerca de 16.2 millones de viviendas (INEGI, 1990). Veinticinco años después, la cantidad de viviendas habitadas casi se duplicó a 31.9 millones, en tanto que la población se incrementó en cerca del 50 por ciento. Esta evolución ha venido acompañada por una reducción del número promedio de habitantes por vivienda en el país, pasando de cinco personas en 1990 a cerca de cuatro (3.7) en 2015.
Al mismo tiempo, en México el equipamiento para cubrir servicios energéticos ha crecido significativamente, debido a la propia evolución económica del país, donde el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita se incrementó a tasa media de 1.3 por ciento por año entre 1996 y 2016 (INEGI, 2017).
Es precisamente la evolución de la saturación de equipos por regiones (la cantidad de hogares que poseen al menos uno de éstos) y por niveles de ingreso, la que muestra el incremento de servicios energéticos en los hogares en México en los últimos veinte años, donde se identifican los siguientes procesos:
- Incremento generalizado de equipamiento para cubrir servicios energéticos, en cantidad y variedad, en todas las regiones y niveles de ingreso.
- Crecimiento más acelerado de acceso a servicios energéticos por los hogares más pobres.
- El equipamiento para confort tiene un gran crecimiento en las regiones con clima cálido, con mayores niveles de equipamiento en el norte y una mayor concentración en el quintil de mayores ingresos en la región tropical.
Las Normas Oficiales Mexicanas (NOM) de eficiencia energética son regulaciones técnicas de cumplimiento obligatorio en todo el territorio nacional, y representan el elemento básico de la política púbica de eficiencia energética.
El establecimiento de NOM de eficiencia energética ha tenido un impacto muy relevante en el consumo unitario de equipos nuevos, con niveles de mejora de la eficiencia energética hasta de 85 por ciento; resalta lo que ha ocurrido en refrigeradores y lámparas, que proveen servicios energéticos básicos en más del 90 por ciento de las viviendas (Tabla 1).
Este proceso de gran alcance y largo plazo ya se muestra en las estadísticas nacionales, donde se refleja el gran efecto positivo de las NOM de eficiencia energética en los hogares mexicanos.
En México, la intensidad energética del sector residencial y el consumo de energía per cápita han decrecido significativamente entre 1996 y 2016. Mientras que su intensidad energética se redujo en 47 por ciento, el consumo per cápita de energía tuvo una disminución del 20.3 por ciento (Fig. 1).
La intensidad energética del sector residencial es un índice que relaciona la cantidad de energía usada por el sector entre su consumo total de bienes y servicios. A su vez, el consumo de energía per cápita del sector residencial refleja un promedio de la energía necesaria para la satisfacción de los servicios energéticos por persona.
A su vez, esta evolución se refleja claramente en la reducción, en todos los deciles de ingreso, del porcentaje de ingreso que los hogares destinan al pago de factura energética en 1994, año de entrada en vigor de las primeras normas de eficiencia energética, respecto a 2006 y 2016; los hogares con menor ingreso fueron los más beneficiados, ya que mientras en 1994 destinaban 9.0 por ciento a la factura energética, en 2016 esta proporción se redujo a 5.3 por ciento. (Fig. 8).
En el caso de hogares con los ingresos más elevados, también hay una reducción, aunque menor, en el nivel de gasto de 3.5 a 2.9 por ciento, lo cual se explica parcialmente por la aparición de la tarifa eléctrica Doméstica de Alto Consumo (DAC) en 2002, que implicó la eliminación de subsidios a los usuarios de mayor consumo, y modificaciones en el esquema controlado de precios máximos o controlados del gas LP, con efectos a partir de 2003.