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El futuro de Pemex son las asociaciones con compañías privadas, decía el Presidente Enrique Peña Nieto, mientras ensalzaba el acto expropiatorio de 1938 que expulsó a las compañías petroleras extranjeras del país. ¡Para Ripley!
Esto sucedió en el centro administrativo de Pemex bajo la sombra de la enorme efigie del General Lázaro Cárdenas del Río, que parecía mirar para otro lado en medio de los elogios excesivos a su gesta histórica. Era como si Peña Nieto, Carlos Treviño, director general de Pemex, y el líder sindical Carlos Romero Deschamps necesitaran su autoridad moral para justificar sus acciones. ¿No se dan cuenta que ese simbolismo nacionalista es inapropiado, ahora que las firmas extranjeras regresan al país?
Ante la astringencia presupuestal, las asociaciones previstas en la Reforma parecen ser, por ahora, el camino más viable e inevitable para sacar adelante a Pemex. Incluso Andrés Manuel López Obrador no ha descartado mantener la Reforma en caso de llegar al poder, si bien revisaría a detalle los contratos petroleros.
En este 80 Aniversario de la Expropiación, Treviño planteó que Pemex ahora se fortalece gracias a las primeras asociaciones y gracias a que cumplió o rebasó sus metas financieras y de producción de crudo el año pasado. Esto suena muy bien, pero la perspectiva es otra.
Todo indica que Pemex no está superando su crisis operativa y financiera. Las cifras recientes de producción, tanto de crudo como de gas y petrolíferos, demuestran que el declive aún no se revierte. Los estados financieros de Pemex en el último trimestre de 2017 prendieron focos rojos por la magnitud de las pérdidas: 18 mil millones de dólares. Si bien puede ser cierto, como dijo Treviño, que un Pemex austero ahora contrata el mínimo indispensable de deuda, es decir, sólo la mitad de su techo autorizado de endeudamiento, también lo es que la deuda de largo plazo de Pemex casi se ha duplicado en este sexenio y que los gastos de capital siguen siendo superiores al flujo de efectivo.
Con más deuda, los pagos de intereses son mayores y esto no pinta nada bien si no se recuperan los indicadores de producción. Y la producción de crudo probablemente sufrirá otro bajón en el próximo sexenio por la declinación prevista en Ku-Maloob-Zaap y otros yacimientos maduros, antes de que los nuevos contratos y las asociaciones permitan un leve repunte.
El próximo gobierno heredará una grave crisis en Pemex, atribuible no sólo a la caída de los precios del petróleo, sino a malas decisiones, excesos de endeudamiento y gastos improductivos ?en aguas profundas, astilleros, fertilizantes, etc.? realizados en su mayor parte durante la gestión de Emilio Lozoya, pero agravados ahora por el robo de combustibles, la pérdida de franquiciatarios y de otros clientes y una problemática operativa por la madurez de sus yacimientos y sus activos industriales.
Por fortuna, las rondas petroleras van bien y llegará inversión extranjera. Pero Pemex no podrá demostrar fácilmente ser un buen socio con su actual perfil financiero, con el control político y hacendario sobre su operación, exceso de personal y un sindicato anquilosado. Y al no aportar capital a las asociaciones, también su papel en las mismas estará limitado.
Peña Nieto dijo que se decidirá el futuro de la Reforma en las próximas elecciones y advirtió en contra de un regreso al pasado y a un modelo cerrado en materia energética. Pero la modernidad exige cambiar de narrativa y de simbolismo. Las celebraciones de una expropiación ?aunque haya sido un “acto disruptivo” que benefició a México, como dijo el líder sindical? no abonan a un mejor futuro para Pemex ni a la causa de la apertura petrolera.
Sería coherente con la Reforma que Pemex imitara el ejemplo de la CFE, que años atrás dejó de conmemorar la nacionalización de la industria eléctrica y, en su lugar, ahora celebra modestamente la fecha de su constitución como empresa. Si Pemex hace lo mismo, el año próximo no festejará el 18 de Marzo, sino el 7 de Junio.
David Shields es analista de la industria energética. Su e-mail: david.shields@energiaadebate.com