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La lupa está sobre AMLO, sus propuestas y opiniones. ¿Revertirá la Reforma Energética? ¿Cancelará contratos petroleros, la importación de gasolina y la exportación de crudo? ¿Congelará el precio de la gasolina? Pese a muchas críticas, consejos y argumentos técnicos en contra, AMLO ha contestado “sí” a esas preguntas.
A veces, sus asesores, o él mismo, matizan sus respuestas o insinúan lo contrario. Por ejemplo, su probable Secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, dice que habría continuidad y los inversionistas no deben preocuparse: “Es muy probable que la Reforma Energética no sufra cambios ni se reviertan los contratos ya entregados. El país no se puede dar el lujo de rechazar la inversión extranjera y no hay que temer una disolución de los avances en las licitaciones petroleras. Echar atrás los contratos sería un fuerte despropósito y va en contra de los que busca el plan económico de AMLO”.
El contraste es total con las posiciones ideológicas contundentes de AMLO. Por ejemplo, en el primer debate, AMLO criticó enérgicamente el Pacto por México. “Fue un pacto contra México. Ahí es donde se aprobaron las reformas estructurales. Ahí se aprobó la privatización del petróleo que terminó en el aumento al precio de las gasolinas, el gasolinazo, y otras reformas contrarias al interés popular”.
El caso AMLO-Urzúa recuerda el gabinete de Donald Trump, donde los secretarios que sostienen una posición contraria a la del presidente parecen peones en el tablero y no duran mucho tiempo en el cargo. Crear contradicciones e incertidumbre es reprobable. Al final del día, AMLO tendrá que responder a su base de mexicanos enojados, por lo que no hay que tomar a la ligera sus dichos.
Un gobierno nacionalista y de izquierda, que busque autosuficiencia y autodeterminación en energía, no es malo por definición. En México, todos los gobernantes, incluyendo a Enrique Peña Nieto, han recurrido a veces a un discurso petrolero cardenista. Pero AMLO raya en una posición xenófoba y anti-negocios. Y aunque la Reforma Energética está sustentada en la Constitución y en los tratados que México está negociando ?que serían casi imposibles de enmendar? un gobierno de AMLO podría cambiar las leyes secundarias o simplemente anular las reformas en los hechos con ciertas políticas y actitudes.
La pregunta clave es: ¿Un gobierno futuro de AMLO sería progresista o retrógrada? Su populismo y sus posturas de confrontación parecen indicar que sería retrógrada, lo cual sería una lástima, porque cabe pensar que una izquierda progresista podría lograr mucho en política energética. El gobierno de Peña Nieto deja en bandeja de plata tres grandes oportunidades para nuevas reformas en energía, aptas para que las trabaje una izquierda progresista (si bien un gobierno de otra ideología también las podría emprender).
En primer lugar, se requiere una reforma que dé viabilidad y un buen futuro a Pemex, atendiendo aspectos como su capitalización en Bolsa, un régimen fiscal competitivo, creativo y menos oneroso, así como autonomía real para operar con flexibilidad y poder acceder al uso sus propios ingresos.
Segundo, valdría la pena una reforma que fortalezca la actividad de refinación y permita producir más combustibles en el país. Pero es un tema complejo, que no admite caprichos, sino requiere análisis técnicos profundos sobre procesos, mercados, logística y tipos de crudo disponibles, además de opciones de inversión privada que puedan complementar a Pemex. Tercero, se abre la opción de realizar una amplia simplificación regulatoria que podría estimular la inversión pública y privada, en caso de que se pretenda revisar la Reforma actual.
Si AMLO, en caso de ganar, se enfocara a estas prioridades de reforma, podría dar un gran impulso a la industria energética del país, complementando y consolidando las reformas recién implementadas. Pero la pregunta es: ¿AMLO sería progresista, abriendo nuevas oportunidades en el sector, o retrógrada, cancelándolas? ¿Usted qué cree?
David Shields es analista de la industria energética. Su e-mail es david.shields@energiaadebate.com