Uno de los principales objetivos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para luchar contra el cambio climático es el desarrollo de energías renovables y soluciones de descarbonización que permitan limitar el calentamiento del planeta a 1.5 grados Celsius por encima de los niveles de la era preindustrial. Ante este gran reto se ha vuelto imprescindible la descarbonización de las economías e industrias, lo que permitirá disminuir los niveles de contaminación y proteger el medioambiente.
La descarbonización es el proceso que, mediante diversas tecnologías, permite eliminar el uso de combustibles fósiles y, en consecuencia, se reducen las emisiones a la atmósfera, especialmente de dióxido de carbono (CO2). Y podemos decir que su principal objetivo es lograr una economía global con bajas emisiones de CO2 que nos permita ser neutros en carbono en el corto plazo.
El consumo de energía es la mayor fuente de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. La energía es responsable de un 76 % de las emisiones globales de CO2, e incluye subsectores como: el transporte, la generación de calor, frío y electricidad, la industria manufacturera, la construcción y la quema de combustibles, según la plataforma Climate Watch.
Por lo tanto, que la industria tenga acceso a energía limpia y competitiva es clave para lograr la transición energética y, en consecuencia, reducir las emisiones de CO2.
La realidad es que la forma más directa e intuitiva para lograr la transición energética es la electrificación con energías renovables de las economías y desterrar el uso de combustibles fósiles en la totalidad de los procesos industriales. Un ejemplo muy evidente es la sustitución del vehículo de motor de combustión por vehículos eléctricos o que usen hidrógeno verde, lo que estoy seguro se irá produciendo de manera progresiva en los siguientes años.
Uno de los vectores energéticos que más pueden contribuir a la descarbonización de las economías es el hidrógeno verde, llamado así porque durante el proceso de obtención a partir de agua y energías renovables no se emite dióxido de carbono a la atmósfera. Este combustible tiene múltiples aplicaciones que van desde la movilidad en todas sus variantes (transporte por carretera, tren, barco, avión) a la aplicación en procesos industriales como la producción de fertilizantes o acero.
En México, con su potencial manufacturero y exportador, sumado a su gran capacidad para producir energías renovables, el hidrógeno verde tendrá un gran mercado y una gigantesca oportunidad que todavía está por desarrollarse en los siguientes años.
Un deber ineludible
La descarbonización, más que una moda, es una obligación si queremos garantizar la sostenibilidad de los recursos naturales del planeta. En este sentido, grupo Iberdrola es líder a nivel mundial en energías renovables con dos tercios de su capacidad instalada –40,000 MW– que ya es 100% renovable con tecnologías hidroeléctrica, fotovoltaica y eólica.
La empresa está siempre a la vanguardia tecnológica y de la innovación, y en este sentido en 2022 inauguró la mayor planta para uso industrial de hidrógeno verde de Europa. Esta plantase ubica en el municipio de Puertollano (España) y puede producir hasta 3,000 toneladas de hidrógeno verde al año.
En la última COP, celebrada en Egipto el pasado mes de noviembre, la compañía adquirió ambiciosos objetivos climáticos sustentados en una inversión de 47,000 millones de euros para el periodo 2023 y 2025, y otros 75,000 millones de euros para el siguiente lustro. Todo ello con el objetivo de fomentar la transición energética mediante el desarrollo de plantas de generación renovables y lograr en 2030 ser neutros en emisiones de carbono en las plantas de generación y consumos propios y para 2040 ir todavía más allá y ser totalmente libres de emisiones de CO2 en todas las actividades del grupo.
Este compromiso no podrá ser cumplido sin su filial en este país, Iberdrola México, que con más de 20 años de presencia es hoy un jugador clave del sector eléctrico y está dispuesta a liderar la transición energética en el país siempre creando sinergias con el resto de los actores para contribuir a un fin último mucho mayor: dejar un planeta mejora las futuras generaciones.
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