Redacción / Energía a Debate (con información de Conuee)
El mundo moderno no sería posible sin la normalización, sin regulaciones, normas o estándares técnicos. Sin un orden establecido en un amplio conjunto de especificaciones técnicas acordadas por expertos para ser cumplidas por una muy numerosa variedad de materiales, equipos, sistemas y/o servicios, la sociedad y economía actuales no podrían ofrecer la amplia variedad de comodidades y creciente productividad con la que funcionan actualmente.
En México, la normalización se ha convertido en una poderosa herramienta para cuidar bienes públicos como la seguridad, la salud, la calidad y el medio ambiente.
Para finales de 2018, nuestro país contaba con 32 Normas Oficiales Mexicanas (NOM) de eficiencia energética en vigor y con un sistema de evaluación de la conformidad integrado por 74 laboratorios de prueba, 10 organismos de certificación y más de 200 unidades de verificación, según informa la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía (Conuee).
Con la normalización, que aplica lo mismo a equipos en lo individual que a complejos sistemas que se integran de más de una manera (por la red eléctrica y/o la de las comunicaciones), hoy día gozamos de servicios generalizados de iluminación, calor, refrigeración, movilidad, entretenimiento, comunicación, alimentación y muchos otros que no serían posibles sin que, en partes o en conjunto, estén normalizados.
En el Cuaderno No. 1/Nuevo Ciclo de la Conuee, llamado La Normalización, Herramienta para la Industrialización, la Seguridad y la Sustentabilidad, el Ing. Odón de Buen Rodríguez, Director General de dicha Comisión, describe tres procesos ocurridos en igual número de momentos de la historia y resalta la forma en que la normalización se ha ido integrando a la economía y a las políticas públicas, en particular las relacionadas a la eficiencia energética, y el gran valor que la misma ha tenido para que esto ocurra.