La transición energética planificada y desarrollada a través de acuerdos internacionales se enmarca en el proyecto de orden mundial posterior a la Guerra Fría. Este proyecto, sin embargo, requiere de estabilidad económica y paz global para fomentar la cooperación internacional desde un enfoque de ganancias mutuas. Los eventos actuales no solo cuestionan la vigencia del orden mundial basado en la globalización, sino que también cambia el paradigma tradicional de la transición energética que se gestó en este orden mundial.
Regresemos en el tiempo tres décadas y volvamos a los años 1990. En general, podría decirse que esta década estuvo marcada por el optimismo internacional y estabilidad económica, por no decir un boom económico. La caída del muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría dieron por terminado el orden global bipolar que rigió a la comunidad internacional desde la década de los 1950, lo que generó confianza para instaurar un nuevo orden mundial basado en el libre comercio internacional.
La aparición de bloques regionales basados en esta nueva idea fue reflejo de la posibilidad de un mundo global. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte creó la región comercial más grande del mundo, mientras que el Tratado de Maastricht sentó las bases para avanzar en la integración de la Unión Europea. También se reconoció la necesidad de avanzar en el desarrollo de los países menos favorecidos en Europa, Asia y Latinoamérica dejando de lado aspiraciones coloniales de los países pero generando mecanismos para el libre comercio.
“Se reconocía, pues, una amenaza a la seguridad internacional diferente a las amenazas tradicionales de la posguerra”.
Con las amenazas de destrucción global mutua por un conflicto nuclear atrás, la comunidad internacional comenzó a concentrarse en otras demandas sociales como el cambio climático. En la década de los 1990, la cumbre de la Tierra, la creación de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y la adopción del Protocolo de Kioto fueron pilares para orientar los primeros esfuerzos globales de descarbonización. Se reconocía, pues, una amenaza a la seguridad internacional diferente a las amenazas tradicionales de la posguerra.
De frente al conflicto de Rusia y Ucrania, se cuestiona la posibilidad de continuar bajo este modelo de cooperación multilateral en el futuro y pone de manifiesto la dificultad de mantener la cohesión para lograr los objetivos comunes, particularmente en el tema energético y de descarbonización internacional. Pareciera que con ello se cierra la etapa de optimismo internacional para volver a la de realismo político multipolar donde cada región define sus prioridades con base en sus intereses particulares.
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