Una razón de los opositores a la transición energética es que se requieren grandes cantidades de energía de base que las renovables no pueden ofrecer de forma firme.
¿Es cierta esta afirmación?
Para responder sobre su veracidad y aclarar el panorama hay que hablar de las centrales que no generan Gases de Efecto Invernadero (GEI), aunque no todas sean renovables.
Una de ellas es el hidrógeno verde, atractivo por dos razones: parece ser un combustible eterno y no genera, por sí mismo, GEI. También están el almacenamiento por hidroeléctricas y las baterías electroquímicas.
Amén de las tres anteriores, hay una tecnología que es realidad desde hace décadas, aunque su viabilidad y potenciales riesgos se mantienen en discusión. Me refiero a la nucleoeléctrica.
Voy a hablar en esta ocasión de la central de Cofrentes. Es una nucleoeléctrica situada junto al río Júcar (el mismo en donde está Cortes – La Muela). Es un reactor similar a Laguna Verde, más o menos de la misma edad. Incluso los operadores compartieron el sitio de entrenamiento.
¿Cuál fue el proceso en Cofuentes? Una vez elegido el lugar donde se construiría, se iniciaron mediciones de radiación. Este proceso fue realizado por la empresa operadora y al mismo tiempo un tercero, para validar la información.
Para asegurar la confiabilidad, se mide la radiación en alimentos, árboles, animales, agua de la región… podríamos decir que en todo. La medición se realiza de forma cotidiana desde entonces.
Años después de haber iniciado la medición cotidiana, se construyó la central y luego empezó a operar.
Toda persona que ingresa a la central debe medir las radiaciones a las que se expone mientras está en las instalaciones. Hay una norma que establece cuál es el máximo de radiación que una persona puede recibir en un año. Hasta ahora, los trabajadores del sitio se encuentran abajo y muy lejos del umbral.
La central (como las nucleares) funciona así:
El combustible es preparado, se sumerge en agua para calentarla y evaporarla. Ese vapor circula por un ducto para mover un generador eléctrico. Después pasa por un circuito de enfriamiento y regresar al sitio donde está el material que la calienta. El agua que toca el combustible nuclear nunca sale de ese circuito cerrado.
Al pasar por el circuito de enfriamiento, el vapor de agua pasa por intercambiadores de calor, que son una serie de tubos que se encuentran junto a otros de agua fría. Esta agua absorbe el calor del agua que se calentó por el contacto con el combustible y que produjo energía al mover el generador eléctrico. Si usted ve salir vapor de las chimeneas de una nucleoeléctrica, la que enfrió el agua que estuvo en contacto con el combustible. Como dije arriba, el agua que sí tuvo contacto con el combustible no sale de la central.
Las nucleares son las centrales que durante más tiempo generan y, hasta hace algunos años, solo generaban el total de su capacidad, nada parcial. Al ser poco variables, se consideraba que no eran compatibles con las renovables.
Pero las cosas han cambiado. Se fabrican centrales modulares que pueden variar su generación al componerse de varios generadores menores y no solo de uno grande.
La diferencia con una central termoeléctrica es que, para generar calor y vapor, nada se quema, sino que el contacto del combustible con el agua arroja el calor necesario que después se transforma, mediante el movimiento del generador, en energía eléctrica.
Algo interesante de la central de Cofrentes es que todo el residuo de combustible que se ha generado está contenido dentro de la misma y que, a pesar de las décadas de su operación y la acumulación de combustible, no hay incremento alguno en la radiación medida alrededor de ella.
“Algo interesante de la central de Cofrentes es que todo el residuo de combustible que se generó está contenido dentro de la misma”.
En Europa, diversos países generan muy buena parte de su energía en centrales nucleares. Junto con el hecho de que es una forma de producir mucha energía sin emisiones de GEI, el Parlamento Europeo ha clasificado como verde o limpia a la nuclear.
Actualmente, la central Cofrentes tiene los días contados, pues se prevé que inicie su clausura en 2030. Y no es la única, sino que todas las nucleares de España tienen fecha fatal, aunque las condiciones de infraestructura les permitirían operar de forma óptima y segura por lo menos 40 años más.
Pero la experiencia de Alemania y la necesidad de luchar contra el cambio climático han cambiado la perspectiva sobre esta tecnología.
En México, la generación de energía eléctrica mediante centrales nucleares está reservada al Estado. Una central nuclear requiere de más de seis años de planeación. Si consideramos que la continuidad de proyectos rara vez ha sucedido en la política mexicana –y menos desde la alternancia de partidos (con sus honrosas excepciones)–, la realidad es que se ve difícil la irrupción en el corto o mediano plazo de nuevas centrales nucleares en México. En Estados Unidos hay 93 reactores, todos privados.
¿Será momento de considerar la participación privada en este sector? Es una pregunta que se estrella con una serie de mitos ancestrales de la política mexicana.
(Lea la segunda parte de este material aquí)
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