Las recientes medidas tomadas por varios países para limitar el precio del barril de petróleo ruso a 60 dólares sientan un precedente histórico cuyas consecuencias son difíciles de prever en estos momentos.
Históricamente la geopolítica ha jugado un rol crítico, a veces imperceptible, buscando controlar el mercado de los hidrocarburos. Desde la década de los años 50, cuando las llamadas siete hermanas imponían sus criterios en el mercado, luego en la década de los años 70, cuando los árabes impusieron la fuerza del embargo a occidente, consecuencia de la guerra del Yom Kippur, y ahora esta nueva realidad con Rusia por la guerra con Ucrania, el tema nuevamente está sobre la mesa.
Un paseo por la historia nos remonta a la Navidad de 1975, cuando la sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) sufrió un ataque terrorista, justo a mitad del incremento extraordinario de precios que siguió al embargo petrolero contra Occidente de finales de 1973 acordado por las naciones árabes de la organización en represalia por el apoyo brindado a Israel durante la guerra mencionada.
Esa escalada de precios generó una colosal transferencia de riqueza nunca registrada, pues de la noche a la mañana el precio de cada barril pasó de 2,70 dólares a 9,76 dólares y para 1979 rondaba ya los 17 dólares. México, que se encontraba en pleno desarrollo de los yacimientos del campo Cantarell, ya superaba una producción de 1.0 MMBPD y Venezuela, que se encontraba produciendo los yacimientos del famoso Lago de Maracaibo, superaba los 2 MMBPD. Ambos países vieron incrementar sus ingresos como por arte de magia rebasando los 10 mil millones de dólares anuales en cada uno. “Momento de administrar la abundancia”, fue la expresión del presidente mexicano de ese entonces. “Tiempo de sembrar el petróleo”, manifestó el presidente venezolano repitiendo la frase del escritor Arturo Uslar Pietri.
“La OPEP a lo largo del tiempo se ha convertido en un bastión de los árabes”.
La OPEP a lo largo del tiempo se ha convertido en un bastión de los árabes quienes imponen la fuerza que les generan sus grandes volúmenes de producción y reservas, en comparación con los demás miembros. Dicha organización, creada en el año 1960 e impulsada por el liderazgo del ministro petrolero venezolano, Juan Pablo Pérez Alfonzo, utilizó prácticas y regulaciones de un ente público estadounidense, la Texas Railways Commission (TRC), las cuales permitieron a las petroleras independientes texanas organizarse como un cártel de productores y así poder acordar cuotas de producción y controlar el volumen de la oferta, a fin de enfrentar con éxito las prácticas monopólicas de la entonces empresa Standard Oil.
Esta experiencia de la TRC, incorporando fundamentos de los esquemas tributarios de Venezuela en ese entonces, constituyó el elemento esencial de la propuesta que Pérez Alfonzo hizo en 1959 al ministro de petróleo de Arabia Saudita, Abdullah Tariki, y que después de unas cuantas reuniones con la participación de los Emiratos Árabes, Kuwait e Irán, sentaron las bases para la fundación de la OPEP.
Hoy, nuevamente, los trece países de la OPEP y sus nuevos asociados, otros diez productores incluyendo Rusia (OPEP+), están jugando un rol crítico en el tema geopolítico después de la decisión tomada en su última reunión realizada recientemente para reducir su oferta en 2 MMBPD. El objetivo de esta medida ha sido frenar la caída de los precios en los últimos meses, la cual ha sido atribuida a una desaceleración de la demanda global y la liberación de reservas estratégicas por parte de Estados Unidos; no obstante, llama la atención que tal decisión se haya tomado en medio de la profunda crisis energética, derivada de la invasión rusa a Ucrania.
Observadores internacionales consideran que existe un desafío de la OPEP+ hacia los países consumidores, pues la misma se produce por la decisión de los miembros del Grupo de los Siete (G-7), la Unión Europea y Australia de activar mecanismos para limitar el precio máximo de las exportaciones de crudo ruso a 60 dólares por barril. Con esta medida el G-7 y sus aliados buscan una reducción de los ingresos de Rusia sin provocar un colapso en la oferta. No obstante, esta medida, combinada con el recorte de producción de la OPEP, tendrá un impacto importante en la economía mundial y, a mediano plazo, dicha medida puede volverse en contra de los productores porque este juego geopolítico aporta una razón más para que los países consumidores aceleren sus programas para seguir reduciendo su dependencia energética de los hidrocarburos y sigan fortaleciendo la seguridad energética con opciones de energías alternas.
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