Por Arturo Carranza * para Energía a Debate
El deterioro operativo y financiero de Petróleos Mexicanos (Pemex) ha sido gradual, pero constante. Si repasamos la historia reciente de la petrolera, entenderemos que su crisis no se generó en los últimos dos años. Como lo dijo el director de la empresa recientemente ante diputados –y como lo reconocen las agencias calificadoras– su grave situación es el resultado de factores añejos como una elevada carga fiscal y una baja productividad. A ellos se suman elementos más frescos, tales como un alto apalancamiento y el aumento constante de los costos de exploración y producción.
Es cierto que aun en las condiciones actuales, como lo señaló Octavio Romero Oropeza durante su comparecencia con motivo del Segundo Informe de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, Pemex continúa reportando un EBITDA positivo, es decir, sigue teniendo ganancias antes del pago de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones. No obstante, siguiendo la narrativa del directivo, esta afirmación puede ser objeto de al menos tres críticas.
La primera de ellas está asociada al hecho de que el EBITDA de la empresa se ha venido reduciendo de manera constante y acelerada en los últimos dos años. La segunda tiene que ver con un juicio de conocimiento y experiencia: este indicador financiero no puede ser el único ni el más relevante para medir la “salud” de la empresa. Todos los indicadores, financieros y operativos, son relevantes.
Además, desde el punto de vista del manejo de la empresa se puede argumentar que el énfasis que el director de Pemex le dio al EBITDA es arriesgado en tanto que niega la complejidad estructural de la petrolera y desecha el contexto tan complejo que envuelve a la industria petrolera en todo el mundo.
La realidad de Pemex habla de que hoy sus necesidades de inversión son particularmente altas debido a las ambiciosas metas de producción que le ha fijado este gobierno. Una cartera de proyectos en la que prevalecen los campos maduros, precios bajos del petróleo y esquemas rígidos para complementar su operación hacen más onerosas las necesidades de inversión, complican su operación e incrementan los riesgos de incumplimiento de las metas planteadas.
Dada la complejidad actual, Pemex haría bien en generar un espacio de diálogo donde se propongan soluciones factibles. Este planteamiento resulta más pertinente en la coyuntura actual si se toma en consideración que algunos de los argumentos de Romero Oropeza frente a los diputados fueron, a juicio de muchos, inverosímiles.
En un espacio donde las soluciones tengan prioridad, se deberían discutir y proponer las formas para fortalecer la liquidez de la petrolera. Se deberían analizar e implantar, también, mecanismos de reinversión de capital para que la empresa restituya reservas, logre un razonable aumento de su producción de hidrocarburos y genere flujo de efectivo suficiente para reducir su apalancamiento. En un espacio donde las soluciones tengan prioridad, las asociaciones entre Pemex y privados serían una prioridad en la operación de la petrolera.
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*/ Analista y consultor energético. Fue socio consultor en Solana Consultores, donde trabajó en la instrumentación de estrategias de negocio en el sector energético. Se desempeñó como Jefe de la Oficina de la Presidencia en el Instituto Nacional de Administración Pública (INAP) y como consultor de Mercury LLC.