Luis Vielma Lobo* / para Energía a Debate
Después de un largo periodo de espera, preocupación y encierro en casa, está llegando el momento de preparar nuestra vuelta al mundo empresarial, oficinas, restaurantes y demás servicios públicos. Es momento de preguntarnos ¿cómo vamos a regresar a la sociedad? ¿Retomamos el hilo y seguimos adelante con nuestras vidas como si no hubiera ocurrido nada?, o ¿comenzamos a ejercitar cambios en nuestras rutinas y cotidianidad?
Esta pandemia, jamás imaginada por ninguno de nosotros, nos ha vuelto muchos más conscientes de las cosas que han salido mal durante los últimos 50 años. Algunas de ellas: la pobreza intelectual y falta de competencia de muchos gobiernos, la decadencia de políticos e instituciones, las desigualdades económicas, la injusticia social, la falta de solidaridad, el fracaso de servicios públicos y el cambio climático.
Muchos aspiramos a un mundo mejor, una sociedad más justa, un crecimiento equilibrado y sostenible con más inclusión y diversidad, menos juicios personales, más tolerancia y respeto cultural. La pregunta es ¿cómo vamos a cambiar esas cosas y vamos a hacer realidad un mundo mejor? Éste sería tal vez un mundo con más energías alternas y sostenibles, menos energías fósiles contaminantes, un mundo que busca el mantenimiento de las reservas hidrológicas y vegetales, con equilibrio ecológico e impulsando proyectos con mayor rentabilidad social, sin menospreciar una justa rentabilidad económica.
¿Será que el periodo de resguardo nos ha inspirado para reflexionar sobre el mundo y darnos cuenta de que es necesario cambiar cada uno de nosotros, para luego intentar cambiar nuestra visión empresarial, y el mundo energético en el que vivimos?
Esta realidad nos obliga, a quienes conformamos el sector energético, a cuestionarnos el sector de los hidrocarburos en lo particular. No obstante, observando el entorno global y nacional, pareciera que el golpe recibido debido al COVID19, solo ha llevado a poner la mirada en aquello que más afectó: el mercado y el impacto en los precios de los hidrocarburos. “Business as usual” – pudiéramos decir – y veamos por qué.
La demanda global de hidrocarburos líquidos estimada este mes de junio por la AIE, está en el orden de los 90 millones de barriles por día, lo que significa unos 10 millones menos que el 2019. El transporte sigue siendo el principal causante de esta baja demanda, pues aún se encuentra muy afectado por las restricciones impuestas por las líneas aéreas a los viajeros, las restricciones de algunos países que aún mantienen cerrada la entrada de visitantes y turistas, y el miedo a exponerse a los viajes que aún priva en la población, especialmente en rutas muy largas.
Aún seguimos con una oferta de hidrocarburos restringida, a causa de las débiles señales de recuperación de mercados, obligando a la OPEP y los demás países productores fuera de la OPEP, a seguir manteniendo el cierre de producción del orden de 10 millones de barriles por día, cifra oficialmente manejada por Arabia Saudita, vocero oficial de la organización. Este cierre, y el débil repunte de la demanda, han impulsado una recuperación de los precios que para finales de este mes de junio se han colocado sobre los 30 dólares/barril, lo cual no significa que seguirán aumentando paulatinamente, pues las condiciones de incertidumbre para una normalización de actividades, continúa en la mayoría de los países que lideran el consumo de hidrocarburos a nivel mundial. Así que, por el resto del año, los precios estarán rondando la banda de los 30 a 35 dólares/barril.
La producción total de la OPEP caerá a 24 millones de barriles por día hacia finales de junio; esta será la primera vez que se llegue a estos niveles de producción desde el año 1995, y es muy probable que deba mantenerse en este nivel el resto del año 2020. No obstante, existe un caviat, pues la oferta de producción no será la misma. Los países deben revisar sus portafolios para dar prioridad a aquellos pozos que serán económicamente rentables; no hacerlo es exponerse a agregar déficits en sus hojas de balance. Asimismo, deben revisarse los programas de perforación que existían a principios de año, pues el balance de reservas ha podido cambiar, y las empresas pueden decidir sobrevivir con producción actual, manteniendo más sanos los balances contables de sus operaciones.
Las proyecciones para el 2021 consideran un recobro del mercado de este orden; es decir la AIE aspira que la demanda vuelva a los niveles de consumo del año 2019. Esta proyección trae el optimismo a muchos productores y ya estamos escuchando las billonarias inversiones que los árabes anunciaron, conjuntamente con el apoyo de algunos fondos de inversión, para incrementar su capacidad de almacenamiento y transporte de hidrocarburos. Aquí hay una lección aprendida de esta crisis, pues ellos saben mejor que nadie el impacto que causó la liberación de producción que hicieron por sus diferencias con Rusia, pensando que la capacidad mundial de almacenamiento podía administrar la sobre oferta generada por un buen tiempo – lo cual no ocurrió – pero sí ocasionó la acelerada caída de los precios.
El cuestionamiento crítico tiene que ver con la estabilidad en esa relación de amor y odio entre árabes y rusos. Mientras estén de acuerdo en mantener esa producción cerrada los mercados serán capaces de mantener los precios, e inclusive permitir que se sitúen en la banda de los 40 a 50 dólares/barril. Llegará el momento en que los niveles de precios impulsarán a países con mayores costos de producción, a incorporarse a la oferta, lo cual significará reuniones y negociaciones, que no serán nada sencillas, pues implican sobrevivencia para algunos países.
La AIE considera que la producción de los Estados Unidos seguirá bajando este año –unos 800 mil barriles por día– y es muy probable que así se mantenga el próximo año debido a la alta sensibilidad de los precios del crudo proveniente de áreas no convencionales del centro y sur del país. Por otra parte, no existe claridad aún acerca de cómo el proceso electoral y el posible cambio de administración pudiera afectar la producción futura, pues son bien conocidos por la industria y la sociedad americana, los cambios que la presente administración hizo para impulsar la producción de crudos no convencionales provenientes de shales, y que continúan siendo criticados y rechazados por una parte importante de la población.
En cuanto a México, el país en materia de energía continúa “encerrado en un laberinto,” con un gobierno que quiere incrementar la oferta de electricidad y los niveles de producción, usando como estandarte la recuperación de las empresas nacionales CFE y Pemex, y esperando mayores aportes de las empresas privadas, en el caso de los hidrocarburos, y limitando la participación del sector privado en el desarrollo de energías alternas.
La empresa petrolera nacional aún no logra cambiar la tendencia, y la producción mantiene los mismos niveles de comienzo del año; sin embargo, a pesar del compromiso y gran esfuerzo que vienen realizando sus técnicos, no se nota una dirección estratégica clara. La empresa tiene opciones que pudieran ayudarle a lograr un verdadero cambio de tendencias en el tema de producción, pero no está claro qué detiene su implementación. Mencionamos solamente dos que parecieran ser de respuesta rápida: la definición del mecanismo de integración o unificación del yacimiento Zama, descubierto por Talos Energy y que sólo requiere la perforación de un pozo para delimitar la dimensión del yacimiento y detonar la actividad del mismo, y luego acordar quién y cómo operar el campo. La segunda oportunidad es la integración operativa de las empresas que son socias de Pemex en los campos de farmouts. Éstas ya deben tener una radiografía muy clara de las oportunidades y deberían acelerar sus planes de desarrollo en cada campo.
No omitimos mencionar que en tiempos de crisis las empresas desarrollan respuestas de crisis. Estos son tiempos donde “el business as usual” hay que dejarlo estacionado y traer otras prácticas de respuesta rápida. La historia ha comprobado que las organizaciones tradicionales no funcionan en tiempos de crisis. Hay que pensar e implementar equipos pequeños que puedan asegurar respuesta rápida, hay que empoderar a la gente, hay que darles recursos – es decir – capacidad de ejecución, sin esto, difícilmente se lograrán cambios profundos que realmente reviertan tendencias.
Todas las evidencias globales que observamos en la industria indican que estamos anclados en el tiempo; y como seres humanos – sin duda – podemos reflexionar sobre el pasado, pero lo trascendente es tener respuestas para construir un futuro diferente. No podemos dejar que nuestros paradigmas nos mantengan anclados en las realidades actuales, cuando la experiencia vivida nos ha enseñado, que el mundo que viene será diferente.
Habrá cambios en las actitudes y hábitos de la gente, y es ésta la que genera el consumo, mismo que promueve la demanda de energía. Un cambio en esos hábitos, sin duda afectará el crecimiento económico y energético, y demandará otro tipo de energías, pues la gente seguirá en la búsqueda de un mundo más limpio, más vivible, recuperando los niveles de pureza atmosférica.
Ernst Bloch, ese extraordinario filósofo alemán, nos recuerda en su famoso libro El tiempo es esperanza, que “aunque el futuro es desconocido, nunca debemos perder nuestra capacidad de esperar e imaginar para poder cambiar”. Palabras muy sabias, pero requerimos acciones que las conviertan en realidad.
*/ Luis Vielma Lobo, es Director General de CBMX Servicios de Ingeniería Petrolera, Director del Centro Integral de Desarrollo del Talento (CIDT) y presidente de la Fundación Chapopote, miembro del Colegio de Ingenieros de México, Vicepresidente de Relaciones Internacionales de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios, AMESPAC, colaborador de opinión en varios medios especializados en energía, conferencista invitado en eventos nacionales e internacionales del sector energético y autor de las novelas “Chapopote, Ficción histórica del petróleo en México” (2016) y “Argentum: vida y muerte tras las minas” (2019).