En los últimos años ha sido evidente la fuerte correlación que existe entre el consumo energético y la mejora de la calidad de vida de los hogares y la sociedad en general. Hoy en día los niños requieren computadoras, tablets e internet para avanzar en una educación digna y adecuada con los estándares del mundo moderno.
En ese sentido, cada día es más común escuchar sobre la importancia de la energía y de las carencias de los hogares y comunidades cuando no tienen acceso a ella, o cuando teniendo acceso no es asequible, y un consumo óptimo genera más problemas. Entonces, ¿por dónde empezamos? Quizá por entender qué es la pobreza, cómo se mide en México y qué nos puede arrojar cuando mezclamos estos dos elementos.
México fue pionero en introducir el concepto de pobreza multidimensional en América Latina gracias a la creación del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social en 2006 y el levantamiento de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares en 2008. Sin embargo, hasta 2006 en nuestro país se reportaba la pobreza desde una perspectiva unidimensional que consideraba solamente el ingreso de los hogares y familias mexicanas.
“México fue pionero en introducir el concepto de pobreza multidimensional en América Latina”.
En aquel tiempo, considerando los ingresos, se trazaron tres líneas para clasificar la pobreza nacional: pobreza alimentaria, pobreza de capacidades y pobreza de patrimonio. La primera indica si los ingresos son suficientes para cubrir una alimentación adecuada; la segunda, si son suficientes para cubrir las necesidades de alimentación, al mismo tiempo las necesidades de salud y educación, y la tercera, si son suficientes para incluir los gastos necesarios en vestido, vivienda y transporte. Si los ingresos no son suficientes, se generan carencias alimentarias, de capacidades o patrimoniales.
No obstante, a partir de 2008 la pobreza en México se mide de forma multidimensional considerando el espacio donde se habita, el nivel de ingresos y la dotación de infraestructura, servicios o derechos básicos a los cuales una familia dada tiene acceso. Respecto al ingreso, el CONEVAL definió dos líneas de pobreza: moderada y extrema.
Para la extrema, se definieron $1,640.00 y $1,170.92 para localidades urbanas y rurales, respectivamente, como ingresos mínimos mensuales para junio de 2020; un ingreso menor a eso se considera pobreza extrema por ingresos. Por otro lado, para el mismo mes, se definieron $3,202.64 y $2,086.57 para localidades urbanas y rurales, respectivamente, como ingresos mínimos mensuales para no caer dentro de la pobreza moderada por ingresos.
No obstante, la pobreza multidimensional, como hemos comentado, vas más allá del ingreso e incluye el goce de seis servicios o derechos básicos: educación, salud, seguridad social, alimentación, vivienda y acceso a servicios básicos. Dentro del acceso a los servicios básicos se encuentran: agua, drenaje, electricidad y combustibles para cocinar en la vivienda.
Entonces, en México un hogar no es pobre si y solo si sus ingresos se encuentran por encima de la línea de pobreza moderada y no tiene alguna carencia en las seis dimensiones sociales ya señaladas. Si tiene al menos una carencia pero sus ingresos están por encima de la línea de pobreza, es un hogar no pobre pero con carencias sociales.
Hogares en pobreza multidimensional moderada son aquellos cuyos ingresos se encuentran por debajo de la línea de pobreza moderada y tienen al menos una carencia social, mientras que hogares en pobreza multidimensional extrema son aquellos cuyos ingresos se encuentran por debajo de la línea de pobreza extrema y tienen al menos tres carencias sociales.
Cuando consideramos el tema de la pobreza y su relación con la energía pueden aparecer términos relacionados: pobreza energética, acceso a la energía, marginación energética y vulnerabilidad energética. Cada uno de estos términos tiene una relación con la medición de la pobreza multidimensional en México.
Por ejemplo, una familia con ingresos superiores a la línea de pobreza moderada puede mudarse a vivir al campo, alejado de la red eléctrica y con ello se convierte en un hogar con carencia porque no tiene acceso a la energía. Tiene la capacidad de pago pero no tiene acceso a la energía y, por consiguiente, la falta de acceso a la energía no necesariamente implica pobreza energética.
En contraste, un hogar puede tener acceso a la energía, pero su gasto en el consumo de electricidad, gas y gasolinas puede comprometer otras necesidades esenciales como la alimentación, salud, educación o vestido, por lo que busca consumir una cantidad de energía menor al óptimo. Entonces, aquí podríamos estar siendo testigos de vulnerabilidad energética en términos de economía familiar o de confort térmico.
Por otro lado, ¿qué pasa si un hogar no solo no tiene el ingreso para cubrir el consumo eléctrico óptimo pero tampoco tiene acceso a la energía? Es posible decir que podría ir, incluso, más allá de la vulnerabilidad energética hasta considerarse marginación energética, pues, por su tamaño, estos hogares son forzados a migrar de sus localidades de origen.
Quizá podríamos partir entendiendo la pobreza energética como la situación donde existe carencia, deficiencia o insuficiencia de condiciones económicas, técnicas o sociales para acceder o mantener un consumo energético óptimo que satisfaga las necesidades esenciales para la subsistencia, desarrollo y confort de un hogar.
Seguramente, y más si usted es un experto en la materia, podrá encontrar que esta es una definición insuficiente para un tema de gran interés para las sociedades modernas. No obstante, creo que sirve como un buen punto de partida para reflexionar e invitar al debate respecto a conocer y dimensionar la pobreza energética en México y en el mundo. Quizá en el futuro podamos ampliar más sobre esto aquí en este espacio. Por el momento gracias por leer y compartir.
Este artículo se publicó originalmente en la Revista Pensamiento Libre el 24 de agosto de 2020.
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