Una NOM (Norma Oficial Mexicana) es, físicamente, un papel con letras y números; es algo que no ocupa terreno, que no tiene fierros, que solo necesita una impresora para existir físicamente. Sin embargo, cuando menos a las NOM de eficiencia energética (NOM-EE), las deberíamos inaugurar como se inauguran las grandes plantas de energía.
A las NOM las deberíamos inaugurar porque, para funcionar, hay que hacer mucho trabajo antes de ser formalizadas y porque, al funcionar, el volumen de energía que ahorran es tan significativo como lo que produce una gran planta eléctrica.
“El volumen de energía que ahorran es tan significativo como lo que produce una gran planta eléctrica”.
Para que una NOM entre en vigencia, se requiere, en primer lugar, de analizar tecnología de productos, revisar el estado del arte internacional en regulaciones similares, integrar información y realizar muchos análisis numéricos. En segundo lugar, requiere de poder poner con claridad sobre papel qué es lo que se quiere regular y cómo, definiendo valores y describiendo métodos de prueba e instrumentos para las mediciones. En tercer lugar, requiere de establecer consenso entre representantes de intereses económicos y sociales, no siempre de acuerdo. En cuarto lugar, requiere de hacer inversiones para instalar y poner en operación laboratorios de prueba que no existían o establecer unidades de inspección, para lo cual hay que capacitar, calificar, registrar y supervisar a cientos de personas. También requiere de modificaciones en procesos y líneas de producción o de redes de suministro (cuando los productos son importados). Esto viene acompañado de la creación o ampliación de instituciones que acrediten que los laboratorios tienen los equipos y procedimientos adecuados y que estos estén midiendo con precisión, y de instituciones que certifiquen que los resultados de las pruebas demuestran cumplimiento con lo establecido en las NOM. Finalmente, se requiere de instituciones que, cuando no se cumplan las normas, vigilen y sancionen a quien no ha hecho lo que le corresponde; y requiere de una institución que “cargue la pelota” a través de todo el proceso, desde que es una idea hasta que hay que hacer las cuentas de los resultados.
A las NOM de eficiencia energética (NOM-EE) las deberíamos inaugurar porque, después de todo ese trabajo y esfuerzo que toma de dos a tres años, empiezan a producir resultados en magnitudes y plazos comparables a las plantas de energía, como las que se inauguran dos o tres veces al año.
Una referencia emblemática es la NOM-EE aplicable a refrigeradores y congeladores domésticos –de los cuales se venden más de un millón al año– para que tengan un consumo de electricidad 65% menor respecto a hace 25 años con el mismo nivel de servicio energético. Otra referencia es la de las NOM-EE aplicables a lámparas de uso doméstico, que han llevado a que el mercado mexicano de estos dispositivos (que supera más de 200 millones de unidades al año) esté hoy dominado por las lámparas LED, que consumen hasta ocho veces menos que su equivalente en lámparas incandescentes.
Junto con los refrigeradores y las lámparas, también han entrado en vigor las NOM para calentadores de agua a gas, equipos de AC, lavadoras de ropa, estufas, luminarias para exteriores, motores eléctricos, equipos con energía en espera (como televisores, microondas, fotocopiadoras), entre otros. Tan solo en enseres domésticos mayores, en México se venden más de 10 millones de equipos al año.
Estos procesos tienen, con los años, un efecto creciente y acumulado no solo energético, sino económico y ambiental. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, para 2022 el efecto acumulado en México de las NOM-EE aplicables solo a electricidad equivalía ya al 6.5% del consumo final de electricidad, lo que equivale a una capacidad (en este caso evitada) mayor a 2,000 MW para producirla. Igualmente, de acuerdo con estimaciones de un servidor y solo para equipos eléctricos de uso doméstico, entre los usuarios y la hacienda pública (que cubre altos subsidios) han ahorrado, a lo largo de 30 años, más de 500 mil millones de pesos.
Con estos números, ¿alguien se anima a invitarnos a la inauguración?
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