¿Se pueden evitar los apagones?
La respuesta es casi filosófica.
Digamos que los apagones son como las enfermedades: Puedes tomar medidas para disminuir el riesgo de ellas, pero evitarlas de forma total es casi imposible.
Una persona sana, con buena alimentación, actividad física adecuada, que evita la exposición a factores de riesgo y que monitorea su salud con frecuencia, tiene menos probabilidades de enfermarse que alguien con obesidad, poca actividad, que fume o realice otras actividades de alto riesgo, pero no deja de ser susceptible a enfermarse.
Y así pasa con los sistemas eléctricos.
Un sistema con líneas de transmisión que trabajen dentro de sus valores de diseño, con reserva suficiente y adecuada, que monitorea su desempeño con tecnología moderna, tiene menos probabilidades de tener interrupciones.
El problema es que tenemos un sistema eléctrico repleto de factores que lo hacen cada vez más susceptible de tener fallas.
¿Qué está pasando?
Primero lo normal: la demanda de energía eléctrica aumenta de forma casi constante (digo casi porque eventos como la pandemia la frenan), pero al menos en México la oferta de energía no la han dejado ni podido crecer en este sexenio.
Y aunque no falta quien afirme desde la ignorancia que tenemos un exceso de capacidad de generación, la realidad es que hay regiones del país que viven colgadas con alfileres.
Una de ellas es la Península de Yucatán, que es tal vez el segmento más endeble y, por tanto, el más visible y susceptible de apagones que hay en el sistema interconectado nacional (que conecta desde Sonora hasta Quintana Roo). Otro de ellos es Baja California Sur, pero esa es otra historia.
“En la Península de Yucatán se consume mucho más energía de la que se genera”.
En la Península de Yucatán se consume mucho más energía de la que se genera y el resto de ella se importa mediante una línea de transmisión que viene de la zona oriental, un enlace que la conecta con Chiapas.
El problema es que cualquier factor que afecte esa línea genera un apagón en la Península. Y aquí viene otra complicación: la línea mencionada trabaja el 80% del tiempo en condiciones de riesgo, lo que incrementa de forma severa la posibilidad de que esta línea falle.
Lo explico de forma lo más sencillo posible. Las líneas eléctricas son como tuberías que, en lugar de llevar agua, llevan energía eléctrica. Digamos que tenemos una tubería que puede llevar en un caso extremo hasta unos 100 litros por segundo de agua; sin embargo, lo ideal es que lleve hasta unos 80 litros por segundo. Podría trabajar en 90 litros por segundo pero mientras más tiempo lo haga, se incrementan las posibilidades de que la tubería se deforme o sufra daños en sus conexiones y, por tanto, falle. Las líneas de transmisión también tienen capacidad finita y capacidad recomendada de trabajo. Por encima de la capacidad recomendada tienden a sobrecalentarse, deformarse y fallar. El problema es que la línea que interconecta la Península de Yucatán con la región oriental del sistema eléctrico trabaja más del 80% del tiempo por encima de la capacidad recomendada. Y eso incrementa los riesgos.
¿Se puede mitigar ese riesgo?
Claro, ¿cómo?
Hay dos formas básicas. Primero, incrementando la generación en el sitio, para depender cada vez menos de la transmisión. Después, mejorando la transmisión, que podría ser ampliando la línea o creando otra (hacer más ancho el tubo o poner un tubo paralelo).
El problema es que por falta de interés (transmisión), por falta de capacidad (ciclos combinados en Mérida o Valladolid), o por malicia (proyectos de generación privados) este gobierno no ha desarrollado ni dejado desarrollar los proyectos que serían la “medicina” de los problemas del sector eléctrico en la Península de Yucatán.
“…la región central del sistema importa el 47% de la energía que consume y las líneas que llevan esa energía empiezan a saturarse…”
Pero si usted cree que la Península es un caso excepcional y localizado, le tengo una mala noticia: la región central del sistema importa el 47% de la energía que consume y las líneas que llevan esa energía empiezan a saturarse, lo que podría llevar a problemas como el de la Península si no se atiende a tiempo, ya sea con más generación o más transmisión. Al mismo tiempo, la CRE ha negado más de 1,000 MW de permisos de generación en el centro de la República. La región oriental, donde están Jalisco y el Bajío, de gran crecimiento económico, importa también el 32% de la energía y la CRE sigue negando permisos de ampliación o plantas nuevas ahí.
En resumen, el ¿proyecto? o la falta de visión del actual gobierno está llevando al sistema eléctrico a una lenta pero segura degradación. No invertir ni dejar que inviertan terminará por empeorar los apagones y no solo en la Península.
Será la herencia de este gobierno y –aguas– no es falta de recursos, ni falta de herramientas, porque hay de ambas. Es por querer hacer las cosas solo como las entiende el director de CFE… o ¿cómo pueden hacer negocios sus cercanos?
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