Es una pregunta que se escucha entre todo tipo de personas, estén a favor o en contra de que se realice este tipo de explotación no convencional de hidrocarburos. Sorprende que no haya despegado aquí el fracking, cuando ha sido la base de una revolución energética en Estados Unidos, permitiendo a ese país surtirnos el gas que aquí no hemos querido producir.
La producción de petróleo y gas en México tiene 12 años a la baja y, sin embargo, está ausente en la Reforma Energética el uso de la tecnología clave que podría revertir el declive y reactivar la producción de hidrocarburos. El tema de producir energéticos en México en vez de importarlos debería ser ahora más relevante ante las amenazas comerciales de Donald Trump, más aún siendo México el cliente con mayor riesgo de desabasto de gas tan sólo por estar ubicado al final de la red de gasoductos norteamericana.
Existe un vasto potencial de rocas tipo shale en zonas geográficamente privilegiadas de México. A diferencia de las cuencas de Estados Unidos ?la mayoría están en zonas remotas?, las cuencas de shale en México están cerca de ciudades, de puertos y del mercado petrolero más grande del mundo en el Golfo de México, lo cual reduce costos de logística y de infraestructura. El fracking, además, es muy intensivo en empleos bien pagados.
Los temas de agua e inseguridad han sido señalados como los dos grandes obstáculos al fracking en México. Sí, se requiere muchísima agua, pero ésta es abundante, gracias a grandes ríos en zonas propicias para el fracking como Tamaulipas y Veracruz. Grandes volúmenes de agua ya se desperdician en la agricultura de esa región por malas prácticas de riego y por evaporación.
La contaminación de fuentes de agua no debe ser un problema, si se aplican las mejores prácticas en los pozos petroleros ?mismas que no se aplicaron al principio en Estados Unidos?. La inseguridad no es mayor que en otras zonas petroleras del mundo, además de que el noreste del País es una zona industrial que ya atrae grandes inversiones globales. Los temas ambientales, sociales y de inseguridad son muy importantes, pero deberían ser superables.
Hay otros factores, más de tipo técnico, que podrían estar frenando el fracking en México. Los esquemas legales y de propiedad de la tierra en México no son como los de Estados Unidos. Allá, los recursos del subsuelo son del propietario del mismo, no de la Nación, lo cual facilita los acuerdos de explotación. En el noreste del País, falta mayor conocimiento del subsuelo y las compañías tendrían que invertir para obtenerlo, lo cual generaría costos difíciles de justificar en tiempos de bajos precios del gas y del petróleo.
En algunas zonas con gran potencial, como Coahuila, existe un problema de madurez térmica de la roca, lo cual significa que se obtiene una proporción baja de líquidos asociados al gas en las explotaciones. Son los líquidos los que dan rentabilidad a este tipo de explotaciones. Además, si se aplicara el modelo actual de las rondas petroleras de la Reforma Energética, éste restringiría a las compañías a operar en áreas geográficas fijas durante 30 o 40 años. Más bien, el fracking es una actividad itinerante que no se ajusta bien a la asignación de bloques.
Pero el escollo principal es que aún no se formula una reglamentación aplicable a fracking en México y no se ha incluido esa opción tecnológica en las rondas petroleras. Además, se ha visto en Estados Unidos que el fracking se realiza más cuando hay una amplia desregulación técnica y ambiental, por lo que el reto será que esa regulación sea poca, pero precisa y eficaz.
Hoy día, Estados Unidos prospera y tiene energía a bajos precios como resultado del fracking. Cada dólar que se invierte en fracking en las cuencas de Permian y Eagle Ford cerca de la frontera es un dólar que no se contempla para esa actividad en México. El fracking es un pendiente de la Reforma Energética. La producción petrolera del país sigue cayendo, pero las autoridades actúan como si la solución no existiera.
*Analista de la industria energética. Su e-mail: david.shields@energiaadebate.com