Pemex tiene que ser, en operación, más disciplinado.
Mario HerÀndez Samaniego*
Todos, en bola, contra un indefenso Pemex: corrupción, muchas reglas y poco juego, proliferación de jefes improvisados y remoción de técnicos capaces, contratismo desbordado, importamadrismo? La administración de Petróleos Mexicanos (Pemex) no podrá superar las carencias de recursos externos, ¿pero qué decir de las carencias internas, las que están a su alcance, las que no tienen pretexto? Las que el mismo director reconoce en su declaración al Senado el 9 de abril; las que llevan años de no atenderse.
La corrupción es una de ellas. Ya es cultura, forma de vida institucional: quienes la viven respetan sus reglas de juego, no dejar huella, por ejemplo. Y quienes se inconforman con las asignaciones se convierten en personas non gratas que no tienen cabida en el club. ¿Y qué de los megacontratos y las megaadquisiciones? La misma gata, nomás que más grandotes los favores y más exclusivo el club. Imagínense cómo será si se llega a aceptar la propiedad privada de refinerías, ductos y terminales, o para ir más lejos, sociedades de repartucha con petroleras extranjeras. Donde hay lanota, hay manota.
¿Y cómo saber si el precio, plazo y calidad de las obras y servicios que se pactan se cumplen? No hay que ir más lejos que los proyectos mal hechos y largamente retrasados de reconfiguración de las refinerías de Cadereyta y Madero, y ahora el sueño de los justos que goza la de Minatitlán. ¿Y si encima de todo esto no hay competencia en calidad y calidad de servicio?
¿Y qué decir de cientos y cientos de jefes que no conocen la “O” por redonda y para no regar el tepache se ven obligados a cumplir los caprichos de subalternos que sí conocen el negocio y que le sacan agua al jefe para llevar a su propio molino? Desde luego, hay jefes que se dan cuenta de subalternos que les pisan la sombra y les pasan la guadaña despidiendo elementos valiosos y dejando vivitos y coleando a camaradas que no balconean su inexperiencia.
Los jefes incompetentes cuentan con un antibiótico de primera: contratistas más puestos que un calcetín para sacar al buey de la barranca. La regla es sencilla: si no puedes con la chamba, contrátala y de pasadita, quédate con una lanita. Total, si tanto ingenieros como trabajadores de primera van perdiendo callo, ¿qué importa si en máximo seis años ya no están los jefes balines y son reemplazados por otros que también requieren contratistas para librar?
¿Cabrá ser tan ingenuo como para pensar que con una reforma energética cambiará todo esto? ¿Consejo de administración de once miembros cuidando cada quien los intereses de su respectiva organización contra cuatro consejeros profesionales cuidando a Pemex? Por favor. Y una proliferación de comités y comisiones. También por favor. ¿Cómo se supone que el director general pueda ejercer autonomía de gestión, supuesto caso de que se le otorgue, en medio de un consejo inflado, mínimamente profesional y de multitud de comisiones y comités dispuestos a poner piedritas en el camino?
En términos de eficiencia y profesionalismo, Pemex tiene que operar con la disciplina de un hospital. Las operaciones en un hospital son asuntos de vida o muerte; las de Pemex tienen que ver con el bienestar de la economía. Si el médico es chambón, muere el paciente; si quienes manejan Pemex son chambones o están mal organizados, muere el negocio y con él sufren 110 millones de mexicanos.
La buena operación de un hospital depende estrictamente de la buena selección, preparación, organización y dirección del cuerpo médico, así como del instrumental apropiado y bien mantenido. Un médico no se improvisa; tiene que pasar por etapas sucesivas de perfeccionamiento: interno, residente, médico de especialidad. Quien no cumple se va solito o lo corren. De eso se encarga la administración. Y si el equipo o el instrumental falla por mantenimiento deficiente, la administración carga literalmente con el muertito. No se vale echarle la culpa al médico. Por ello, el hospital cuenta con gente propia calificada de mantenimiento. Ciertamente recurrirá a expertos externos tratándose de equipos de muy alta tecnología, pero eso no lo libera de responsabilidad. Esto da a entender que la dirección de un hospital no consiste de una bola de burócratas que se echan la pelota unos a otros. Tampoco cada especialidad constituye una filial autónoma. Hay una sola dirección y jefes de especialidad que cargan con la responsabilidad. Se trata de una organización esbelta de expertos comprobados y administradores contados.
Pemex tiene que ser, en operación, como un hospital. No puede tolerar cientos de jefes y técnicos improvisados tapándose unos a otros y valiéndose de contratistas para sacar las castañas con la mano del gato, en filiales dizque autónomas, cada una con su consejito de administración y todas bajo un consejo de administración que aparte de no conocer la “O” por redonda del negocio y frenar la libre acción del director general, tiene otras cosas de qué ocuparse. Si la reforma de Pemex no plantea las bases para remediar esa problemática, Pemex será culpable de la agonía de millones de paisanas y paisanos de por sí muertos de hambre.
*Fue subgerente de petroquímica y gerente de refinación de Petróleos Mexicanos (Pemex). Laboró en la empresa durante 30 años. Es miembro del Grupo de Ingenieros Pemex Constitución del 17.