En medio de la controversia por la política energética, dice el Presidente Andrés Manuel López Obrador que quiere “negocios públicos” y “rescatar” a Pemex y CFE. Pero, ¿cómo visualiza el futuro de Pemex? ¿Quiere, por ejemplo, que Pemex compita en mercados y se asocie con otras compañías? Evidentemente, no. Entonces, ¿quiere que sea una oficina recaudadora de impuestos, subordinada aa la Secretaría de Hacienda? ¿O cuál será la vía para que Pemex salga adelante de sus problemas?
Al comparecer ante diputados en días pasados, el director general de Pemex, Octavio Romero Oropeza, presentó a Pemex como una empresa rentable, pero se quejó de que tenga que entregar todas sus utilidades, y todavía más, a Hacienda. Explicó que por cada peso de presupuesto que recibe, Pemex le devuelve 9.4 pesos a Hacienda y que la carga fiscal que se aplica a Pemex es del 128 por ciento de sus utilidades antes de impuestos. “Desafortunadamente, Pemex tiene el régimen fiscal más oneroso de toda la industria internacional”, señaló.
¿Cuál es la solución, según la 4T? Sería un “rescate” entendido como autosuficiencia en un país encerrado dentro de sus fronteras. Es un modelo autárquico y obsoleto de hace 40 años o más, donde Pemex no tendría que preocuparse por lo que dicen los tratados comerciales, porque literalmente no competiría con nadie, ni exportaría petróleo ni importaría combustibles. Es una quimera, algo totalmente inviable en la práctica hoy día por muchas razones. Por lo pronto, Pemex exporta dos tercios de su producción y el ingreso le resulta muy útil al gobierno.
La Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) le acaba de hacer un guiño a Pemex, recordándole que tiene la opción de los farmouts. Propuso modificar las reglas de las licitaciones petroleras para facilitar la selección de socios, con mayor voz para la petrolera estatal. Pemex pondría las áreas a ser exploradas y los socios aportarían tecnología y financiamiento.
Incluso para su modelo aspiracional de autosuficiencia, Pemex necesitaría explorar y producir más petróleo, para compensar la caída de yacimientos agotados y abastecer refinerías. Otra poderosa razón que tiene Pemex para asociarse con privados es que le ayudaría a mejorar su perfil crediticio y tener margen de maniobra frente a su peor socio eterno, que es la Secretaría de Hacienda.
Pero López Obrador dice no. No a la modernidad, no a farmouts, no a aguas profundas, no al fracking, ni siquiera admite nuevos socios en aguas someras y campos maduros. Y si alguien les dijo a López y Romero que trabajando sólo en aguas someras y regiones maduras con métodos del pasado, iban a crecer la producción petrolera, entonces les mintió. No a socios, no al pago a proveedores.
En el Pemex de hoy, no se observa creatividad. No quieren redimensionar, eficientizar, reestructurar a fondo. No les interesa aprender de casos de éxito de petroleras estatales en China, Brasil, Noruega, Colombia. No alcanzan a entender que la generación de riqueza hoy día dependerá de la inversión privada. Aplican un dogmatismo dizque nacionalista, que es sinónimo de fracaso, no un pragmatismo moderno que apuntaría al éxito.
El gobierno de la 4T no quiere ver la realidad en materia energética. Por lo mismo, se prevé que pronto lloverá un alud de litigios y arbitrajes en el contexto del T-MEC. Se prevé que los resultados de Pemex al tercer trimestre, que conoceremos mañana, tampoco revelarán nuevos enfoques en cuanto a su deuda y sus operaciones. ¿Habrá alguna motivación política por la que no quieren que Pemex sea exitoso? Y si no es exitoso, ¿será sólo la culpa de los neoliberales? Todo indica que viene en camino un Fobapemex, que será doloroso para el país, pero tal vez necesario.
David Shields es analista de la industria energética. Su e-mail: david.shields@energiaadebate.com
Artículo publicado hoy en el periódico Reforma. Léalo en el diario en esta liga.