Me refiero a dos análisis recientes de la consultoría Rystad Energy sobre la industria petrolera global. Uno de ellos revela que será más difícil para todos los países atraer el escaso capital que las operadoras internacionales invierten en exploración y producción. Otro, con fecha de noviembre pasado, relata la situación “devastadora” que vive la industria de la refinación en el mundo. Ambos tienen implicaciones para México.
Las operadoras petroleras “están muy enfocadas en los costos y márgenes de ganancias y concentrarán su actividad en un menor número de países que antes. Esto significa que los países con recursos petroleros tendrán que competir más que nunca para atraer inversiones”, dice Rystad. El análisis indica que Reino Unido, Kuwait y Canadá son los países que ofrecen las condiciones más atractivas para el desarrollo de campos costafuera, pero Estados Unidos, Colombia, Brasil y Argentina no se quedan muy atrás.
México figura ya entre los países menos atractivos, tanto en costos, márgenes y trato fiscal. Para competir por nuevas inversiones, los gobiernos deberán reducir a un mínimo las regalías e impuestos que cobran, escriben los analistas de Rystad.
Parece improbable que el gobierno del Presidente López Obrador quiera retomar las rondas petroleras, pero el comparativo entre países que realiza Rystad indica que, si lo hiciera, ya no sería en los mismos términos de las primeras rondas de la Reforma Energética de 2013, que atrajeron a compañías petroleras de todo el mundo. En adelante, el esquema fiscal tendría que ser mucho más atractivo.
En refinación, Rystad prevé un mercado mundial saturado con un excedente cada vez mayor de capacidad de proceso por el desplome de la demanda global de combustibles causado por el Covid-19. En 2019, la diferencia entre la capacidad de refinación y la demanda mundial fue de 3 millones de barriles por día. Para 2025, crecerá a más de 11 millones de barriles por día, ya que entrarían en operación nuevas refinerías.
El 2020 fue un año brutal en el que se dieron de baja 28 refinerías en el mundo, por el sobrante de capacidad y la caída de la demanda. Esto colapsó los márgenes y obligó al retiro anticipado de plantas antiguas. La transición a energías limpias, aunada a los efectos del Covid-19, seguirá deprimiendo la demanda, pero la capacidad crecerá porque hay plantas en construcción. “Se prevé un largo período de racionalización en el que las refinerías menos eficientes y peor ubicadas estarán condenadas a cerrar”, según el análisis de Rystad Energy.
En este difícil contexto global, al que se agrega la agenda anti-petróleo y de energía limpia de Joe Biden, el gobierno mexicano aún apuesta al petróleo. Apuesta a Pemex, a pesar de que está muy endeudado y su presupuesto alcanza sólo para la mitad de las inversiones que hacía años atrás. Le exige a Pemex hacer todo –explorar, extraer, refinar, transportar, almacenar, comercializar– y volver a ser un monopolio, pero ahora con yacimientos agotados y refinerías obsoletas.
Se requeriría un cambio de actitud por parte del actual gobierno para abrir más espacios a la inversión privada en exploración y producción. Las rehabilitaciones de refinerías de Pemex casi no avanzan, también por falta de recursos presupuestales, y la que se construye en Dos Bocas, Tabasco, será la peor ubicada de las de Pemex, estando alejada del mercado interno de gasolinas y de todo tipo de servicios e infraestructura esenciales.
Los conocedores de la industria saben que no se podrá concluir Dos Bocas en este sexenio, por la magnitud de la obra y por el número de equipos y recipientes que habrá que instalar, conectar e instrumentar, también por el tipo de terreno, entre otras razones. Podría no haber suficiente petróleo nacional para abastecerla. Amén de la coyuntura global desfavorable y el creciente impulso a las energías no contaminantes y a la movilidad eléctrica sustentable. Es adversa la perspectiva para el petróleo. ¿De veras no podemos cambiar de prioridades?
*Analista de la industria energética. Su e-mail: david.shields@energiaadebate.com