La dependencia excesiva del gas natural es un riesgo para la economía nacional.
EDGAR OCAMPO TÉLLEZ
El consumo de carbón en el mundo había presentado un declive en los cinco años previos, pero esa tendencia se revirtió en el 2017 (BP Statistical Review of World Energy 2018). Se observa que las naciones industrializadas y en vías de desarrollo están regresando al carbón como fuente de energía ante cierta desilusión de las energías renovables, que prometían para más, pero cuya aportación sigue siendo marginal.
Japón genera anualmente 270 TWh de electricidad con carbón y se encuentra construyendo 36 nuevas centrales carboeléctricas (Dennis Normile, ScienceMag 2018). En Alemania, país que genera 240 TWh anuales con carbón, se está ampliando la mega-mina de carbón Garzweiler, un boquete de 50 km2 que los alemanes le están abriendo al planeta sin el menor remordimiento, en pleno corazón de aquella nación. China genera 4,000 TWh anuales con centrales de carbón y los Estados Unidos generan 1,200 TWh anuales. México consume anualmente 300 TWh de electricidad y sólo 30 TWh son generados con carbón.
En este contexto, hay que evaluar la propuesta reciente del gobierno de Andrés Manuel López Obrador de construir una o más nuevas carboeléctricas. Los mexicanos, como gran parte de la comunidad internacional, estamos conscientes del riesgo que implica el cambio climático. Por otro lado, se observa una tendencia mundial y si hay que exigirle a algún país el descarbonizar su economía, no sería México el primero.
La energía renovable, en particular la eólica y solar, no ha avanzado de acuerdo a las expectativas. Un ejemplo de ello es Alemania, que después de 20 años de implementar el programa verde “Energiewende” y de gastar cerca de 250 mil millones de euros en el desarrollo de infraestructura renovable, la energía eólica, si bien representa el 18.7% de la electricidad generado, aporta sólo el 3% de su consumo de energía primaria; la solar, menos todavía. Se han instalado cerca 30 mil turbinas eólicas que en conjunto suman 56 GW de potencia que sólo generan alrededor de 100 TWh anuales de electricidad. El país está totalmente tapizado de turbinas y quedan pocos terrenos aptos para el desarrollo de más proyectos eólicos. Por ello, se prevé que Alemania se verá forzada a incrementar su consumo de energía fósil, incluyendo carbón.
Ante esta perspectiva global, México tiene que evaluar sus opciones. La electricidad en México (300 TWh anuales) se genera básicamente con gas. Más de la mitad (160 TWh anuales) proviene de centrales de gas. La otra mitad se complementa en mayor parte con centrales de combustóleo (40 TWh), con carbón (30 TWh) y presas hidroeléctricas (30 TWh). Las energías eólica, solar, nuclear, geotérmica y de biomasa juntas suman 40 TWh anuales. No hay ninguna fuente que pueda reemplazar a la generación eléctrica con gas en caso de problemas.
El desafío de la dependencia sobre un solo tipo de fuente de generación como el gas, es que en nuestro país no está garantizado su abasto con fuentes propias. Dependemos de las importaciones de Estados Unidos. El mercado mexicano del gas está ante un enorme riesgo; un aumento sostenido del consumo y una declinación irreversible de la producción de Pemex ha provocado un fuerte aumento de las importaciones.
En los últimos 20 años el consumo nacional de gas ha presentado un crecimiento sostenido del 3% anual en promedio, que ha llegado hasta los 7,500 millones de pies cúbicos diarios en 2018, de los cuales aproximadamente 3,800 millones pc/d se utilizan en centrales de ciclo combinado para generar más del 50% de la electricidad del país. Cerca de 5,000 millones de pies cúbicos del mercado mexicano del gas provienen de importaciones, principalmente de los Estados Unidos y el resto los abastece Pemex.
¿Puede ocurrir una falta de gas en México que nos dejaría en plena oscuridad? En ese sentido, la política energética de los últimos años ha sido la de aprovechar el bajísimo precio que está provocando la explotación de shale oil y shale gas en las cuencas fronterizas de Permian y Eagle Ford en Estados Unidos. La explotación de hidrocarburos en esas regiones va enfocada al petróleo, por lo que el gas asociado que obtienen no tiene tanto interés. En algunos casos, el gas tiene precio negativo a boca de pozo. Pero esa aparente abundancia puede cambiar repentinamente, dejando a México sin gas, debido a que Estados Unidos está desarrollando su industria de plásticos y fertilizantes, y se están construyendo terminales de licuefacción para exportar gas a otros mercados.
La producción de gas en Estados Unidos es de alrededor de 80 mil millones de pies cúbicos diarios y su consumo es de la misma proporción. El sobrante de gas es de apenas de unos 10 mil millones de pc/d de los cuales México ya necesita la mitad. Los proyectos de explotación de gas en México no han podido despegar debido a que el precio en el mercado norteamericano no hace rentables los proyectos. Además, las tres regiones del país en donde hay gas tienen candados para su desarrollo, en el caso de Coahuila y Nuevo León la explotación se tiene que hacer con fracking y con su prohibición esas reservas quedan congeladas. En la cuenca Macuspana-Muspac hay gas, pero una buena parte está por debajo de zonas ambientalmente protegidas y finalmente hay gas en los casquetes de los grandes yacimientos de la cuenca pilar Akal-Reforma, pero su explotación depende del manejo de la presión de los campos para que sigan produciendo petróleo por lo que no se puede aumentar sensiblemente la extracción de gas.
Ante un panorama de alto riesgo energético por la dependencia del gas de Estados Unidos, una producción marginal de renovables, el regreso de muchas naciones al uso del carbón y un incremento sostenido de la demanda nacional de electricidad, el planteamiento de la construcción de una nueva central eléctrica de carbón puede entenderse como una apuesta lógica ante esta precaria situación, debido a que México cuenta con reservas propias de ese recurso y progresivamente se evitaría la dependencia de Estados Unidos para generar electricidad, si bien desde la óptica ambiental no sería una solución idónea.
El sector eléctrico mexicano se encuentra ante una difícil coyuntura. Si se pretende impulsar el desarrollo económico, la electricidad es una componente crítica. Pensar ingenuamente que las renovables van a suministrar la energía faltante en caso de escasez de gas puede simplemente poner al país al borde de apagones generalizados y hacer de las tarifas eléctricas la peor pesadilla de las empresas en el país.
*Arquitecto egresado de la UNAM. Analista de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos. Profesor del ITAM en el
Diplomado de Inversiones en Energía. (ocampo@inergy.lat ).