A raíz de lo que viene aconteciendo en Bolivia en materia social, económica y energética, tomaré varios párrafos de una entrega del 2023, donde vuelvo a reafirmar mi posición de que el Estado empresario no funciona y que sí empobrece. Para el efecto, comparo a Venezuela con Perú. Espero sirva para reflexionar.
El Estado empresario no funcionó, no funciona, ni funcionará jamás. Solo genera pobreza y desventura y fuerza a sus ciudadanos a migrar desesperadamente a otros destinos. “Lo que es de todos es de nadie”, dice un sabio adagio popular. Así es, los que aducen y creen en que el Estado empresario es una maravilla deben entender que los políticos las usan para hacer proselitismo y poner a trabajar a la mayor cantidad de allegados militantes y familiares, sin considerar meritocracia alguna. Además, los encumbrados en los cargos gerenciales generalmente terminan con los bolsillos llenos muy rápidamente.
“El Estado empresario no funcionó, no funciona, ni funcionará jamás”.
Las empresas públicas en los proyectos que ejecutan tienen sobreprecio (diezmo), quedan sin terminarse o, si se terminan, pierden plata cuando operan por pésima gestión empresarial. Miles de empresas con estas características se pueden contabilizar en América Latina a través de las décadas. No sé porque somos tan obstinados y seguimos persistiendo en algo que no funciona.
“Exprópiese, Exprópiese”, se paseaba campante Hugo Chávez, el ex presidente de Venezuela, por las calles y ciudades de su país, apoderándose para el Estado de empresas y propiedades que las pasaba a su control, para un supuesto “beneficio social” de los venezolanos más pobres.
Esta práctica de “nacionalizarlo” casi todo fue la esencia del gobierno bolivariano de Chávez y posteriormente Maduro, y que sirvió para estatizarlo casi todo, incluida la pujante industria petrolera. Con los fondos petroleros, por supuesto, crearon nuevas empresas estatales.
Los resultados, al cabo de dos décadas de ese estatismo y Estado empresario, con esplendor mediático, lo único que han generado es pobreza y miseria extrema para sus ciudadanos. La producción de petróleo, por el manoseo político y despilfarro en la industria petrolera y en PDVSA, cayó estrepitosamente de cerca de 3 MMBD cuando asumieron a aproximadamente 0.8 MMBD a nuestros días. El régimen terminó destruyendo el aparato productivo venezolano y dejando poco a poco al país con precarios servicios de agua, gas, electricidad y hasta escasez de comida. Interminables colas para comprar un poco de gasolina, diésel, GLP y otros servicios básicos continúan siendo el pan de cada día.
Su moneda no vale nada, sus reservas internacionales están por los suelos, mientras siguen aflorando algunos millonarios y billonarios vinculados al poder con cuentas bancarias e inmuebles en España, Andorra o la amada Florida. A disfrutar de los placeres de la vida, mientras millones entraban en miseria y tienen que huir. Según la ONU, la diáspora venezolana es de 5 millones de personas. A Perú han migrado cerca de 1.5 millones, que el país de los incas ha sabido absorber.
Es que Perú es la antípoda de Venezuela en materia económica en nuestra América Latina. Los peruanos jamás pensarían en ir a refugiarse económicamente a Venezuela. El modelo peruano no fomenta el estatismo ni el Estado empresario que genera despilfarro, corrupción y pobreza. La inversión privada va al aparato productivo y el Estado realiza inversión pública que va a salud, educación, vivienda y a otras necesidades sociales.
No me malinterpreten, Perú no es una taza de leche, ni es Suiza. Tiene aún serios problemas sociales y económicos de fondo como muchos países latinoamericanos. Pero el sistema económico es sólido y funciona con dinamismo y libertad empresarial de inversión privada. El sol peruano es de lo más estable y las reservas internacionales están bordeando los 70,000 millones de dólares, y son la envidia de varios países en la región. El sol es una de las monedas más fuertes de la región. Perú crece bajo ese modelo y sigue generando empleo productivo de la mano principalmente de inversión privada. Su solidez económica le ha permitido sobrellevar crisis políticas y sociales en los últimos años. Es que la economía no cae porque no depende del Estado empresario.
El país sigue atrayendo capitales e inversión y generando empleo productivo en turismo minería, energía, agricultura, textiles y hasta gastronomía transformadora. Existe innovación exportadora y los productos peruanos se los puede adquirir en varios países del planeta.
En el área energética, en Perú existen dos empresas estatales de energía: Electroperú y Petroperú (que últimamente la han politizado y que necesita blindaje urgente del manoseo político de turno tal cual lo tiene el Banco Central de Reserva del Perú). A pesar de ello, son dos compañías que funcionan como privadas que no dominan el mercado y que tienen que competir en igualdad de condiciones.
El espacio no da para más. Si se diera el caso, ¿usted, querido lector boliviano, se iría a buscar mejor futuro económico a Venezuela o Perú?
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