Armando subió a la camioneta de la empresa para realizar una visita técnica a un rancho ubicado por la zona de Tamazulita, Jalisco, alejado de todo, incluso de las redes nacionales de transmisión eléctrica. La idea era hacer un presupuesto y un estudio técnico para instalar un sistema aislado de generación de electricidad mediante paneles solares.
Óscar, el director de la empresa, había autorizado la visita técnica pactada por Armando a quien un hombre lo había contactado para solicitar la cotización y la instalación.
Parecía un día cualquiera y Óscar estaba optimista porque, de prosperar el servicio solicitado, serían ingresos para la empresa especializada en la instalación de sistemas solares fotovoltaicos, entre ellos, de tipo aislado, con sede en el municipio de Zapopan.
Sin embargo, la pesadilla comenzó cuando una colaboradora se comunicó con Óscar, quien en ese momento estaba fuera de la oficina haciendo visitas a otros clientes.
–Oye, ¿ya viste lo que puso Armando en el chat? –le preguntó en referencia al grupo de Whatsapp que tienen los miembros de la empresa.
“Oigan, me acaba de detener el Cártel Jalisco Nueva Generación y quieren comunicarse con alguien”, era el texto de Armando que aparecía en las pantallas de los celulares de todos los miembros del grupo.
Una voz de “malandro”
Los nombres de las personas son falsos para proteger la identidad de los implicados en este relato, pero la situación y los lugares en que se desarrolló son reales, un hecho ya muy común de secuestro y extorsión telefónica que se planea y perpetra en muchos casos desde el interior de los reclusorios del país.
Cualquiera puede ser víctima de este tipo de extorsión, pero resultan especialmente vulnerables las empresas y negocios de cualquier giro, incluyendo personas físicas, como contratistas, plomeros o carpinteros, que prestan sus servicios en el lugar propiedad del cliente.
Los hechos ocurrieron apenas la semana pasada, el 7 de septiembre, cuando días previos un hombre con acento “norteño” se comunicó con Armando para solicitar el presupuesto.
Le dijo que se trataba de electrificar mediante paneles solares un rancho “muy grande”, en el cual –según afirmó– tenía muchas cabezas de ganado.
Por protocolo, la empresa de Óscar pide del cliente el pago de viáticos cuando se trata de visitas técnicas foráneas, a lo cual el supuesto cliente potencial accedió.
–Yo voy a salir, pero me urge que ya se haga el trabajo. Cuando llegues, te pago los viáticos y de una vez te pago el anticipo porque yo tengo que salir a Miami y ya me urge el trabajo –dijo el hombre a Armando por teléfono.
“La verdad, era una venta bastante convincente por parte de la persona que nos estaba contactando”, refirió para Energía a Debate el director de la empresa.
Cuando Armando comentó a Óscar sobre el tipo, no omitió mencionar que su voz era como de alguien oriundo del norte del país, pero como de alguien “malandro”, es decir, que se dedica a actividades ilícitas.
Con todo, Armando recibió la autorización para hacer la visita, pero en algún punto del trayecto entre los poblados de Tamazulita, cerca de Tecolotlán y Cocula, al suroeste de la ciudad de Guadalajara, en el estado de Jalisco, recibió una llamada de un hombre que, con palabras altisonantes, le ordenó detenerse, bajar de la camioneta, abrir el cofre de la misma para fingir que se había descompuesto y que esperara instrucciones, pero que no llamara a nadie.
De no hacer lo que le decían, lo matarían; sin embargo, Armando no vio a nadie en los alrededores.
En pocos minutos llegó una camioneta blanca tipo VAN que se estacionó no lejos de donde él se encontraba. El individuo del teléfono le dijo que en ese vehículo se encontraban unos hombres que tenían la instrucción de acabar con él si no hacía lo que le indicaban. Los hombres no bajaron.
Lo que Armando no sabía era que, en realidad, en el interior de la VAN se encontraban dos hombres aterrorizados porque quien los vigilaba y tenía la instrucción de matarlos era… Armando.
Los hombres eran trabajadores de una empresa instaladora de aires acondicionados que había caído en el engaño, al igual que la firma de Óscar.
Óscar refirió que empezó a recibir fotografías de Armando y otros materiales y datos en donde constaba que, aparentemente, sabían todo del secuestrado y eran prueba de que lo tenían, al tiempo que a Armando le hacían creer que lo estaban vigilando en todo momento.
Aun con ello, Óscar dio la instrucción a su equipo de trabajo de no hablar con los secuestradores y no contestar a los mensajes ni llamadas, a pesar de las amenazas de que, si no depositaba a una cuenta bancaria la cantidad de 50 mil pesos, acabarían con Armando.
El dinero debía ingresarse a la cuenta número 2164 1388 5193 72 de Banco Azteca, a nombre de Fanny Analleli Portillo Silva, según los mensajes que recibía. También a Esther, la novia de Armando, le llegaban esas exigencias desde el número 771 266 3667, un número del estado de Hidalgo.
Otra cuenta a la que debían transferir era la número 1271 8001 6949 7104 39 de la misma institución bancaria a nombre de Antonio Moreno Hernández.
(Capturas reales)
Tanto las amenazas como las solicitudes del dinero llegaban incluso de otro número telefónico con clave LADA 55, es decir, de la Ciudad de México.
Las horas pasaban, por lo que, al no recibir respuesta de Óscar ni de su equipo, los “secuestradores” bajaron el monto exigido de los 50 mil a 20 mil pesos.
La escapada
Después de un tiempo que a Armando le pareció siglos en el que sentía que en todo momento lo tenían vigilado, los dos hombres de la VAN “se envalentonaron” y dieron media vuelta para huir del lugar.
Armando hizo lo mismo. En el trayecto, hablaba con Óscar y aseguraba que sospechaba que lo iban siguiendo, mientras que los de la VAN pensaban exactamente lo mismo de Armando.
Después de una hora de camino, los tres hombres coincidieron en un poblado. Ahí, afortunadamente se dieron las circunstancias para poder aclarar lo ocurrido, de manera que cada quién se fue por su lado.
Fue entonces que Armando muy alterado le dijo a Óscar que estaba bien, que nunca estuvo secuestrado y que ya iba rumbo a Zapopan.
La pesadilla duró alrededor de seis horas, de las 10 de la mañana a más o menos 5 de la tarde.
¿Cómo prevenir esto?
Luego de investigar un poco, Óscar refirió que resultó que la mujer propietaria de la cuenta bancaria, junto con su pareja José Ángel Hernández Conde, habían sido encarcelados en 2014 precisamente por el delito de extorsión, pena que aún siguen pagando.
Asimismo, el número del cual les hablaban ya estaba reportado en internet por otras personas que habían pasado por algo similar.
(Capturas reales)
Óscar levantó las denuncias correspondientes ante la Fiscalía del Estado de Jalisco, de la cual aseguró que siempre recibió el apoyo necesario.
Ahí, les explicaron que en ningún momento hubo nadie que vigilara a Armando, todo fue virtual, además de que los cárteles nunca hacen secuestros para exigir montos tan pequeños como 50 mil pesos. Ningún grupo delincuencia pide depositar a cuenta bancaria y confirmaron que la mayoría de las extorsiones se hacen desde prisión.
Después de esta mala experiencia, Óscar compartió con Energía a Debate algunas recomendaciones para empresas y personas físicas que prestan servicios a domicilio, como restaurantes, instaladores, pintores, contratistas y demás:
- Cualquier número desconocido investigarlo. Internet es una herramienta maravillosa. Después metieron el número en internet y encontraron que ya estaba denunciado.
- Evitar toda comunicación con los extorsionadores. Si yo les hubiera contestado, les habría pagado por las amenazas de matarlo.
- No caer en pánico y acudir a las autoridades.
“Lo fácil sería decir ‘ya no hacer servicios’, pero hay que trabajar”, expresó el empresario.
“Vivimos de los proyectos aislados. Fue uno de cien. Antes de esto tuvimos proyectos muy buenos, nosotros no podemos dejar de trabajar por lo que nos pasó, no podemos encerrarnos. Debemos seguir pero con más precauciones”, agregó.
Derivado de este caso y de otros que se han presentado al menos en la industria fotovoltaica, el Consejo de Profesionales de Energía Fotovoltaica (CPEF), bajo la presidencia de Aldo Díaz Nuño, remitió el 8 de septiembre pasado al Gobierno del estado de Jalisco y a la Fiscalía General de la entidad una carta en la que denuncian que en los últimos días se ha incrementado el número de delitos tan solo contra esta industria.
“Desde el 01 de septiembre del año en curso, asociados de nuestra institución, así como empresarios aliados a nuestra institución nos han reportado un incremento en el uso de fraude, secuestro exprés, amenazas y manipulación con dolo con el mismo sistema de operación, por lo que informamos y solicitamos de inmediato su intervención”, expuso el Consejo.
“Hemos detectado más de 15 afectados con la misma situación, donde se solicita a empresas instaladoras de sistemas fotovoltaicas o de aires acondicionados un levantamiento para una cabaña aislada a la red de la Comisión Federal de Electricidad. Se hace mención en las llamadas, la urgencia y el tamaño del proyecto y se acuerda una cita para el levantamiento”, agregó.
Detalló que estas situaciones se presentan en regiones cercanas al tramo Tecolotlán – Cocula, Jalisco.
Menciona las localidades de Tamazulita, Ayotitlán, Lagunillas y Camajapita, entre otras.
“Al llegar al lugar se realiza el acto delictivo, solicitando rescate a la empresa, privándoles de su libertad, amenazándoles, etc. El costo de la liberación que ha sido pagada se señala entre los 20 mil a los 60 mil pesos”, refirió.
En la misiva, el Consejo subrayó que algunos de los afectados no han levantado la denuncia correspondiente ante la Fiscalía por miedo a represalias del crimen organizado.
Por ello, solicitó la inmediata intervención de la institución y una respuesta “para salvaguardar a nuestra industria y a los empresarios tapatíos”.