Redacción / Energía a Debate
Justo en la línea contraria a la política energética y ambiental de Donald Trump, el virtual presidente de Estados Unidos para el periodo 2021-2025, Joe Biden, ha dejado en claro que su gobierno regresará a su país al Acuerdo de París, buscará que la economía norteamericana se base en energía ciento por ciento libre de carbón para el año 2030 y que el país alcance las cero emisiones para el 2050.
Donald Trump, el actual mandatario, un empresario que ha fundado su fortuna básicamente en el negocio de los bienes raíces, prácticamente desde que tomó posesión de la Oficina Oval se dedicó a echar para abajo toda la legislación en materia de cambio climático, hidrocarburos y, en general, de sustentabilidad, principalmente promovida por su antecesor, Barack Obama.
Las ramas más “beneficiadas” con la liberación regulatoria del presidente Trump fueron las relacionadas con petróleo, gas y carbón, no solo por haber relajado la normatividad en los procesos de extracción, sino porque sacó a su país de importantes mecanismos internacionales dirigidos a reducir los efectos del cambio climático y mitigar el calentamiento global.
Tan solo en agosto pasado, la administración de Trump retiró el carácter de áreas naturales protegidas a una porción considerablemente amplia de casi 8 millones de kilómetros cuadrados en el Ártico, esto en favor de las actividades de exploración y extracción de hidrocarburos en esa zona.
Con este tipo de medidas, el gobierno de Trump fue minando sistemáticamente el carácter regulador de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (US EPA), la cual en cada una de las decisiones del mandatario advirtió sobre los riesgos para los ecosistemas.
Muy por el contrario, Joe Biden podría destinar un monto por 2 mil billones de dólares (USD 2 trillion) para los próximos cuatro años para impulsar las energías renovables y transporte más limpio, “actualizar” cuatro millones de edificios con la finalidad de hacerlos más eficientes en energía y para actividades de construcción de infraestructura que promuevan los llamados “empleos verdes”.
Entre los planes del demócrata nacido en Pensilvania aparece también establecer nuevos estándares de emisiones para los vehículos a combustibles fósiles y fomentar aún más la fabricación y comercialización de los autos eléctricos, además de ofrecer facilidades financieras a los consumidores finales para su adquisición.
En cuanto a la mitigación del cambio climático, Biden está basando su política en no permitir un aumento promedio en la temperatura global de más de 1.5 grados centígrados.
Su compromiso quedó sellado cuando anunció en octubre pasado a la Organización de las Naciones Unidas la intención de su gobierno en regresar a Estados Unidos al Acuerdo de París y ser parte de los esfuerzos globales para evitar el cambio climático.
Sin embargo, Biden no tiene el camino pavimentado. Actualmente el Senado estadounidense tiene una amplia mayoría de legisladores republicanos, quienes no tienen muchas intenciones de destinar recursos a la reactivación de la economía, incluso en tiempos de la pandemia por el COVID-19, y mucho menos para temas ambientalistas, según exponen diversos analistas de ese país.
La salvación para las políticas energéticas de Biden podría estar en un senado más demócrata como resultado de las elecciones en el estado de Georgia a realizarse en enero de 2021.
Como último recurso, el nuevo presidente podría recurrir a las llamadas “órdenes ejecutivas”, un mecanismo administrativo que permite bloquear una ley en vigor, igual que lo hiciera Trump en varias ocasiones para impulsar acciones no previstas o prohibidas en la ley.
El único riesgo en ello es que la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos, un poder extremadamente conservador, pueda bloquear, a su vez, las órdenes ejecutivas de Biden.