Paul Alejandro Sánchez / Redes Inteligentes
Es natural, creo, la transparencia incomoda a los gobiernos, no por nada, es una constante lucha con los ciudadanos, medios de comunicación y organizaciones sociales en todo el mundo. Aquí en México, incluso, el gobierno realiza una abierta cruzada para definir la verdad verdadera y establecer matices a todo lo que publican los medios de comunicación, como si el medio de comunicación fuera más importante que el objeto que se comunica. Forma es fondo, pues, diría la vieja escuela política.
El sector energético, por supuesto, no es la excepción y es grande la problemática de transparencia, como si la trasparencia dañara al consumidor o a la ciudadanía. Les dejo algunos ejemplos. En estos días que el Gas LP se ha convertido en tendencia en México por los controles de precios y el Gas Bienestar, acceder a los datos abiertos de los precios para generar una comparación es una tarea titánica.
La Comisión Reguladora de Energía publica diario los precios vigentes de gas LP mediante planta de distribución reportados por los permisionarios. Para ello, establece un formulario que pide se seleccionen de la lista Entidad Federativa, Municipio y Localidad, así como palomear una caja que dice “No soy un robot”.
Si los medios de comunicación u organizaciones civiles quisieran reportar los precios promedio de todo el país en tiempo real, tendrían que seleccionar más de 2000 municipios y otros miles de localidades. Como si fuera un deber moral de la CRE presentar datos parciales en áreas de proteger el mercado.
El patrón se repite de dependencia en dependencia. En el CENACE no hay información relativa a la cantidad de energía renovable que se limita, como si pasa en California, tampoco podemos saber la cantidad de energía eléctrica por tecnología por estado, municipio y hora de generación. Diran que por protección al mercado, como si la autoridad competente, COFECE, no pudiera atender este tema.
CFEnergía no publica los precios y cantidades de gas natural que compra, aludiendo a que son actividades no reguladas. Pero tienen un efecto muy importante en las centrales que entregan energía a CFE Suministro Básico, la cual sí es una actividad regulada y cuyos efectos ya vimos en febrero con las heladas en Texas.
En cualquier instancia, el oscurantismo energético está presente, desde Manifestaciones de Impacto Ambiental que tienen versiones públicas mutilando los elementos más importantes para proteger el negocio hasta las manifestaciones de impacto social cuya publicidad brilla por su ausencia.
Urge al sector energético nacional un movimiento que consolide una idea de energía abierta donde los beneficios para los ciudadanos y los consumidores sean mayores que aquellos del Estado, sus agentes o del negocio mismo. Donde la transparencia no sea un ejercicio doloroso y costoso para los ciudadanos y los medios de comunicación, sino que sea un ejercicio practivo de obligaciones periódicas que faciliten la consulta y la máxima publicidad de la información. Urge, pues, escapar del oscurantismo energético.
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Mi reconocimiento a David Shields por su incansable trabajo en Energía a Debate en los últimos 17 años y mis mejores deseos a Abril Moreno por su nombramiento como Directora General de Energía a Debate. A ambos mi más profundo agradecimiento por permitirme contribuir en esta nueva aventura.