Bernardo del Castillo / Tubo de Vacío
El mundo ya no es como lo escribieron. Ahora lo escribimos nosotros.
En 1901, en la ciudad de Susa (en el actual Irán), se descubrió la escritura fonética más antigua de la que se tiene registro, el elamita lineal. Se le llama “escritura fonética” porque los caracteres representan únicamente sonidos y no conceptos, como en el caso de los jeroglíficos. Se utilizó alrededor del 2300 a.C. y fue creada –adivinó usted– por la civilización Elamita.
Los primeros textos describiendo fenómenos eléctricos se encontraron en Egipto y datan de hace 4500-4700 años. Se describía el uso de las descargas eléctricas de unos peces llamados “atronadores del Nilo” para curar el dolor de espalda y la jaqueca, y aunque los egipcios no lo digan, probablemente así nacieron las populares cajas de toques.
Muchos años después, el griego Tales de Mileto descubrió allá por el 600 a.C. que frotando un trozo de ámbar contra una pieza de lana, el ámbar atraía objetos ligeros… el tal Tales estaba describiendo la electricidad estática y lo hizo usando un sistema de escritura ya muy desarrollado.
El avance de la humanidad en los últimos 200 años fue exponencial gracias a la capacidad de “gestionar” la electricidad que siempre ha estado ahí, pero que ni los egipcios, ni Tales, sabían cómo utilizar.
Pero no todo está perdido… Gracias al conocimiento guardado a lo largo de miles de años en millones de textos, a la ciencia y a la investigación –y seguramente a alguna cantidad de electrocuciones involuntarias–, hemos llegado a un momento en el que es imposible negar que la electricidad es en buena medida la responsable de que la humanidad esté donde está.
Aprendimos cómo funcionaba, para qué servía, cómo generarla y cómo almacenarla. Aprendimos que la electricidad sirve para mejorar la vida y que, sin ella, cualquier sociedad está destinada a desaparecer.
Entonces, la humanidad ha avanzado desde que es humanidad. Y en este sentido, hace mucho que se entiende que el futuro es eléctrico. Muchos lo imaginaron así y para allá vamos, desde hace ya un buen rato.
Sin embargo, imaginar ese futuro eléctrico ha significado que, durante buena parte de esos 200 años de desarrollo, la humanidad ha dañado al planeta de forma seria. También hemos aprendido que es el momento de hacer las cosas de otro modo porque la Tierra es la única que hay y el cambio climático es ya irreversible. Si no hacemos algo ya para mitigar los efectos de nuestro progreso, no va a haber planeta que aguante.
Por eso las soluciones de generación están siendo desarrolladas y mejoradas alrededor de tecnologías que aprovechan la propia naturaleza (el viento, el sol, el mar, etc.), para complementar tecnologías de generación confiables y seguras como son el gas y la energía nuclear. Atrás, muy atrás, quedaron los años en los que la combustión interna era la reina del mambo.
Hoy, el hidrógeno está ganándole terreno a los combustibles fósiles y las soluciones de almacenamiento de electricidad no basadas en baterías están haciendo a las energías renovables más confiables y más estables. La electricidad limpia, o de muy bajo impacto, será la que, tarde o temprano, ayude a la raza humana a ser resiliente.
¿Se imagina usted lo que viene? Yo sí, y creo que será mejor.
Pero también me imagino los retos que implica lo que acabo de escribir. Es complicado en términos de políticas públicas, tecnología, investigación y desarrollo, impacto ambiental, cultura y consciencia social y educación -por mencionar algunos.
Pero no hay que tener miedo. Hay que imaginar a dónde queremos ir y todo lo que hay que hacer para asegurar que las generaciones futuras tengan un mundo en el que se pueda vivir, que sea sostenible, limpio y seguro.
Los egipcios y Tales no podían imaginarlo, pero nosotros sí. Es el momento de imaginar lo que viene y escribirlo.
Bienvenidos a Energía a Debate y bienvenidos a esta columna.
Gracias.
“…hace mucho que se entiende que el futuro es eléctrico. Muchos lo imaginaron así y para allá vamos, desde hace ya un buen rato.”