México está viviendo su pleno Medioevo Energético. Por supuesto que no me refiero a que estemos utilizando velas y aceite de ballena, pero de continuar esta tendencia poco faltaría para ello. No solo porque vivimos en un oscurantismo en el que se ocultan los datos oficiales sobre energía o se sepultan en formatos difíciles de acceder y donde las nuevas ideas se rechazan, o porque se esté implementando un sistema de vasallaje energético donde somos todos vasallos, campesinos o esclavos de la CFE; sino porque, además –y de la mano de estos dos conceptos–, estamos en una Inquisición Energética orquestada desde los púlpitos del poder público y la empresa del Estado.
Desde hace meses, el gobierno federal, empezando por el presidente y la Secretaría de Energía, inclusive dirigentes del partido gobernante, se ha dado a la tarea de ganar la batalla de la narrativa de que la iniciativa de reforma eléctrica presentada por el propio Jefe del Ejecutivo es buena para el pueblo. Todos los días se posicionan mensajes en la televisión, radio, redes sociales, conferencias de prensa y en todos los medios de comunicación posibles en defensa de la iniciativa.
También, semana tras semana, algún funcionario de CFE sale a defender, ya sea en medios o mediante boletines de prensa, la propuesta presidencial. En muchos de los casos dando muestra de la falta de conocimiento técnico del sector eléctrico, del manejo operativo y financiero de la empresa o de la misma práctica jurídica.
Sin embargo, el mayor problema es la tarea personalísima que se han impuesto la dirección de la CFE y su área de comunicación social al lanzar réplicas a cualquier crítica u opinión que publican expertos, analistas, periodistas o casi cualquier persona en cualquier medio de comunicación.
“…pobre de aquel que ose cuestionar porque terminará en la hoguera virtual de la CFE…”
Cual inquisición española del Medioevo, la persecución selectiva que realiza la CFE es brutal. Semana tras semana atacan sin argumentos sólidos, sin cifras, sin gráficos y de forma personal a quien ose publicar algún pensamiento crítico respecto a las áreas de oportunidad y aspectos negativos de la iniciativa. El linchamiento público no se hace esperar ni la hoguera desde el poder para quemar la reputación de quienes no se retracten. El fin, como señalaba, es ganar la narrativa, cueste lo que cueste.
Lo peor, con toda la maquinaria de la autoproclamada empresa más poderosa de México, no se presentan argumentos sustanciales basados en cifras oficiales o evidencias, sino que se recurre a la descalificación y acusaciones personales. Argumentos sostenidos en falacias ad hominem, ad baculum y ad populum al por mayor.
Si alguien escribe que la solución para resolver los problemas climáticos, avanzar en la transición energética y optimizar los recursos eléctricos del país no son las hidroeléctricas, la réplica de CFE no presenta datos, sino que se limita a tachar la opinión como improvisación sin fundamento.
Si alguien les muestra que los precios de la energía eléctrica de las centrales privadas son más bajos que las propias de la CFE de acuerdo con los datos de la propia Comisión Reguladora de Energía, la CFE se limita a atacar a la persona y llamarle “cabildero de empresas privadas” y “enemigo de la empresa estatal”.
O si alguien cuestiona los subsidios ocultos que tanto señala CFE y que no ha presentado prueba alguna basada en los documentos o estadísticas oficiales del gobierno, se limitan a presentar alguna cifra sin sustento, señalada una y otra vez a la espera de que se vuelva verdad y acusan, sin más prueba o fundamento, de promover intereses extranjeros.
Los tres ejemplos son reales y son muestra de un fenómeno sistémico que ocurre dentro de la empresa eléctrica estatal. Es pues, una inquisición energética que únicamente busca dar réplica sin abonar a la discusión y debate, solo para promover su interés particular y no de la sociedad, así que pobre de aquel que ose cuestionar porque terminará en la hoguera virtual de la CFE, pues parece ahora que el derecho fundamental a tutelar no es la libre expresión, sino la persecución.