Hoy, después de la presentación por parte del Presidente de la República de la iniciativa de contrarreforma eléctrica ante la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión y los múltiples comentarios que se han hecho sobre ella, CFE y competencia parecen dos palabras contrapuestas, conceptos que difícilmente podrían usarse en un mismo enunciado, premisas que caminan en direcciones opuestas, a 180 grados una de otra, pero no debería ser así, no tiene por qué serlo.
La CFE es la empresa del Estado mexicano responsable de la prestación del servicio público de transmisión y distribución de energía eléctrica, es la única facultada para llevar a cabo estas dos actividades porque constituyen un monopolio natural.
La transmisión y distribución de energía eléctrica son monopolios naturales porque hablamos de actividades e infraestructura de red. Imaginemos, por ejemplo, que cada compañía de transporte ferroviario tuviera que constriuir su propia vía, si tuviéramos 4 compañías, tendríamos 4 distintos trazos por los que, en cada uno de ellos pasarían dichos trenes, según correspondiera. Obviamente esto no hace ningún sentido, ni técnico, ni económico; mejor una única vía y reglas claras de uso, costos y horarios.
Además de la transmisión y distribución, en las que no resulta lógico pensar en condiciones de competencia, en esta industria tenemos la generación y la comercialización de electricidad, actividades que, estas sí, pueden darse en un entorno competitivo y que, con tumbos y retumbos, actualmente se brindan bajo esta característica en México.
Se puede generar electricidad a través del aprovechamiento del gas natural, de la quema de combustóleo, mediante el uso de la energía nuclear, la solar, aprovechando la fuerza del viento, de la geotermia, de las presas y de las corrientes marinas. Cada una de estas tecnologías requiere considerables cantidades de recursos que se destinan a la innovación, lo que “empuja” mejoras constantes e implica mayores o menores costos en términos de impacto al medio ambiente.
“En la generación y la comercialización de electricidad pueden participar tantas empresas como sea necesario…”
En la generación y la comercialización de electricidad pueden participar tantas empresas como sea necesario, pues son las que alimentan al sistema y, en última instancia, están en condiciones de llevar la electricidad a los puntos finales de consumo, como casas e industria.
Un factor que resulta indispensable en el funcionamiento del Sistema Eléctrico es la existencia de alguien que gestione las cantidades de energía que se inyectan a la red, alguien que defina:¿quién va primero?¿cómo?¿por qué?¿por dónde? En el ejemplo de los trenes, alguien que se haga cargo de hacer los movimientos en las vías férreas, a fin de evitar accidentes y llevar a todos los pasajeros a sus destinos.
En el sector eléctrico hablamos del Centro Nacional de Control de Energía (CENACE) que es actualmente una institución independiente, característica indispensable para garantizar neutralidad a todos los jugadores. En la Iniciativa que nos ocupa, este gestor técnico-independiente es absorbido por la CFE.
Ahora bien, hay un elemento en la ecuación que es el más importante de todos, uno que justifica y explica que haya variedad de opciones: unas más baratas, otras menos contaminantes, unas más “cercanas”, nos referimos al consumidor. El consumidor es quien debe estar en el centro de la ecuación. El consumidor es quien debe beneficiarse, en primera y última instancia, de que existan multiplicidad de empresas que puedan prestarle el servicio eléctrico.
Si la CFE tiene actualmente, por disposición constitucional, el monopolio de la transmisión y distribución (y en estos segmentos gana dinero) ¿por qué quiere tenerlo también en la generación y la comercialización? ¿Por qué quiere convertirse en juez y parte en una actividad (generación) en la que es, probadamente, menos eficiente que las empresas privadas? ¿Por qué quiere ser el organismo del Estado que disponga las modalidades bajo las que contratará con los privados y determine las tarifas que habrán de pagar todos los participantes del sector? ¿Por qué aspira a ser el organismo que defina las reglas del juego? ¿Por qué queremos que la CFE lo haga todo sola? ¿Por qué no dejamos a una empresa de clase mundial que compita?
Imaginemos dentro de nuestro ejemplo de los trenes el siguiente escenario: si bien existen 4 empresas de transporte ferroviario, resulta que una de ellas es dueña de las vías (o se puede dar el lujo de conducirse como tal); es participante del “mercado” porque ofrece viajes en los diferentes destinos que le permite el sistema de vías existente, pero también define las modalidades de servicios y, muy importante, fija la prelación, el orden de las salidas de todos los trenes que participan en este sector. ¿Verdad que resulta natural asumir que beneficiará a sus trenes por encima de los de la competencia? Adicionalmente, esa empresa fija los costos del boletaje de todos los trenes y, en esa labor, no toma en cuenta –¿para qué?– la calidad, atención y servicio de sus competidores.
Esa empresa es juez y parte. Es jugadora, árbitro, dueña del estadio y del balón. Un sistema ferroviario con estas características difícilmente podría decir (aunque se pueda decir cualquier cosa) que tiene en el centro al consumidor.
La iniciativa de reforma constitucional que se comenta está lejos de ser un documento que se circunscribe al sector eléctrico, contiene aspectos que impactan en la naturaleza jurídica de Pemex (sin mayores elementos para su análisis), prevé la desaparición de los órganos reguladores, que son justamente las dependencias encargadas de separar los aspectos políticos de los eminentemente técnicos, y cancela todos los permisos de generación y contratos de compraventa de energía actualmente existentes.
La iniciativa pretende dotar a la CFE de ese poder que tendría la empresa ferroviaria que decidiría todo.
Estoy convencido que la competencia nos beneficia a todos; por el contrario, cancelar la posibilidad de competir únicamente privilegia las ineficiencias y carencias de aquel que no compite. La competencia tiene en el centro al consumidor; la imposición artificial de “fortalezas” para uno de los jugadores solo considera a dicho jugador. Quien no compite se atrofia, se autoengaña, se castiga a sí mismo.
La iniciativa que se comenta contiene potenciales consecuencias negativas para toda la actividad económica de nuestro país, así de importante es el sector eléctrico; por ello, una discusión objetiva, sustentada en información verificable, en la que se dialogue y discuta con ideas, propuestas y argumentos, más allá de ideologías, resulta indispensable.
La materia energética, particularmente el sector eléctrico, es uno con alto contenido técnico, un reto importante para tratar de explicarlo es usar un lenguaje que todos podamos entender. En este espacio procuraremos exponer con un lenguaje sencillo temas del sector energético que a todos nos impactan, directa o indirectamente.
Es en este contexto que agradezco y valoro mucho la invitación de Abril Moreno para sumarme al equipo de Energía a Debate porque estoy convencido de que en este esfuerzo la energía es de todos y para todos.