El ahorro y uso eficiente de la energía (AUEE) es un proceso tecnológico y social con múltiples beneficios y con un gran potencial para ser aprovechado sin afectar la calidad de vida de las personas y contribuir a la lucha contra el cambio climático en la misma proporción que el aprovechamiento de las energías renovables.
En lo que corresponde a tecnología, la economía actual funciona con muchos elementos y equipos que integran elementos que les permiten proveer más servicios energéticos con un porcentaje significativamente menor de energía, muchas veces con inversiones muy rentables.
Sin embargo, las metas globales y nacionales de mejora de la intensidad energética (que es una medida de la mejora en eficiencia energética) no se alcanzan. De los muchos factores asociados a esta falla está, precisamente, el de la comunicación social, el de la dificultad para tener mensajes, imágenes y narrativas que reflejen qué es y para qué sirve el AUEE.
“Las metas globales y nacionales de mejora de la intensidad energética (que es una medida de la mejora en eficiencia energética) no se alcanzan”.
Quizá lo más sintomático de esto es el hecho de que, en los casi cuarenta años que llevo en este tema, en México y en Latinoamérica se promueva, como ocurrió hace unos días en el Día Mundial del Ahorro de Energía, utilizando imágenes de aerogeneradores y celdas fotovoltaicas.
No, generar electricidad con energía renovable no reduce la cantidad de energía que utiliza nuestro refrigerador, nuestra lámpara o nuestro auto. Por supuesto, reduce la necesidad de combustibles fósiles y su contaminación, pero no hace más eficiente el uso final.
El principal problema del AUEE respecto a otras alternativas es que no se puede medir (solo estimar). Tiene mucho qué ver con los hábitos y las prácticas de las personas, pero la gran mayoría de las veces lo que hagamos decenas de veces de manera cotidiana se nota poco o nada en nuestra factura energética (que es donde podemos ver el resultado).
Por supuesto, hay acciones que se notan y pronto, como puede ser el cambio de un refrigerador viejo a uno nuevo. Otras, como la mejora del alumbrado público, no se percibe en el costo del servicio para el ciudadano, pero sí en la mejora del servicio energético.
De lo que me ha tocado ver es que, cuando hay crisis, hay respuesta social con el liderazgo de las autoridades. Ejemplos abundan en Latinoamérica a lo largo de los últimos treinta años, particularmente a problemas de suministro o de precios internacionales del petróleo. En Brasil, que depende de la generación hidráulica en grandes presas, una sequía prolongada puso al UAEE como prioridad gubernamental. Lo mismo ocurrió en Perú, en Cuba y en Venezuela, cuando los márgenes de reserva de capacidad eléctrica se redujeron al mínimo por el aceleramiento de la actividad económica. En Chile, fue la suspensión del flujo de gas natural desde Argentina que dio vida a intensa actividad en el campo del UAEE. Finalmente, la subida del precio del petróleo de finales del siglo pasado llevó a que países dependientes de importaciones del crudo articularan, con pocos recursos pero con suficiente intensidad y respaldo popular, campañas para el UAEE.
Puesto en términos domésticos, lo que se hace evidente es que solo pensamos en el ahorro de energía cuando se nos va la luz, no llega el gas o sube mucho la gasolina. Igualmente, no hay gobierno que se anime a dar consejos que tengan la implicación de que están fallando o pueden fallar, aunque sí pueden argumentar de fenómenos fuera de su control, como el clima (cada vez más impredecible) o los conflictos en Medio Oriente (cada vez más complicados).
Desde la perspectiva de quienes trabajamos en estos temas, lo malo es que estas crisis duran menos de lo que toma poner en práctica políticas públicas de largo plazo, lo que hace que se cancelen o se queden en un lastimoso limbo.
¿Cómo cambiar esto? De acuerdo con mi perspectiva, la comunicación social del AUEE debe ocurrir amplia y permanentemente poniendo en primer lugar a los beneficios que trae a la economía, al medio ambiente y a la sociedad en general; luego, lo que las personas pueden hacer y, complementariamente, acompañarse con la socialización, al mismo tiempo amplia y focalizada, de todos los casos de éxito que se puedan publicitar: en las casas, en los negocios, en los servicios municipales. Esto lo hace palpable a nivel individual, lo cual es, finalmente, lo que se requiere.
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