La invasión de Rusia a Ucrania ha provocado una crisis energética global detonada por una de las más severas caídas en la oferta global de petróleo desde los años setenta. Lo que hace única a esta caída en la oferta es que no se debe a una imposibilidad física de producir petróleo, sino a decisiones estratégicas de Rusia y sanciones financieras de parte de Estados Unidos y Europa, lo cual se estima que ha sacado del mercado global un 3% de la producción mundial. En un documento publicado por el Banco de la Reserva Federal de Dallas[1] se analizan las consecuencias de esta caída en otros hidrocarburos, en el comportamiento estratégico de los países que podrían influir en los mercados y en el alza generalizada de los precios.
En este sentido, el recorte de las exportaciones de crudo de Rusia a Europa y las sanciones promovidas por Estados Unidos han provocado que, ante la imposibilidad de dejar de depender del petróleo ruso de la noche a la mañana, varios países europeos y asiáticos estén buscando comprar este crudo para almacenarlo, lo cual no forma parte de las sanciones financieras. Ello tiene como consecuencia que menos petróleo pesado ruso esté llegando a las refinerías generando una caída global en la producción de refinados como la gasolina, lo cual aunado a los problemas en las cadenas de suministro y a políticas energéticas que no promueven la seguridad energética en algunos países, han empezado a generar desabasto de petrolíferos, alzas en sus precios y fuertes presiones inflacionarias.
Otro factor que hace a esta crisis única es que también se contrajo la oferta de gas natural de parte de Rusia, del cual depende Europa en un 40% para fines como calefacción, generación eléctrica y producción industrial. En este sentido, la falta de gas natural ha afectado significativamente a la producción de fertilizantes, lo cual agrava el problema de la caída en la oferta de trigo y otros alimentos, generando mayores presiones en los precios de los alimentos en todo el mundo. En cuanto a la generación eléctrica, sería deseable que la reducción del gas natural en Europa se compensara con una mayor penetración de energías renovables, pero dado que aumentar esta capacidad toma su tiempo, el gas se está sustituyendo con gas natural licuado y probablemente con carbón y generación nuclear, de lo cual también dependen en 40% de Rusia. El impacto en los precios del gas natural está llegando más temprano que tarde a los mercados americanos en donde el Henry Hub ya se cotiza por arriba de los 8.20 dólares por millón de btu ($8.26 el 17 de mayo), contra los 4.69 dólares en los que estaba en febrero cuando inició la invasión.
“…no se espera que un aumento en la producción privada estadounidense de shale oil logre compensar la caída en la oferta”.
¿Qué podría reducir estas presiones en los mercados energéticos? Que China disminuyera las importaciones de petróleo ruso con grandes descuentos y lo sustituyera con crudo de otros orígenes a efectos de presionar a Rusia a terminar con el desastre humanitario de la invasión a Ucrania. Pero China está enfrentando una crisis sanitaria sin precedentes, una caída dramática en su crecimiento económico y no parece dar señales de cercanía con Estados Unidos y Europa para abonar al fin de la guerra.
Por su parte, los mayores productores de la OPEP, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, son aliados de Rusia y no han anunciado aumentos en la producción petrolera para compensar la caída de 3 millones de barriles diarios de crudo de parte de Rusia.
Estados Unidos no ha podido aumentar la producción de shale oil (aceite de esquisto) a la velocidad que se requiere debido a cuellos de botella en las cadenas de suministro, escasez de mano de obra y las restricciones derivadas de la política energética del Presidente Biden. De cualquier forma, no se espera que un aumento en la producción privada estadounidense de shale oil logre compensar la caída en la oferta. Por ello, el gobierno ha iniciado negociaciones con Irán y Venezuela al mismo tiempo que ha ordenado una reducción en sus inventarios estratégicos de petróleo.
Es decir, se prevé que en el corto plazo los precios del crudo sigan elevados para tratar de remediar el exceso en su demanda, la cual bajará como consecuencia de la disminución de la actividad económica global derivada del aumento en los precios del gas natural, electricidad, granos, minerales, entre otros commodities. Por ello, se ve difícil que las presiones inflacionarias logren ceder antes del fin de 2022.
[1]The Russian Oil Supply Shock of 2022 de Lutz Kilian and Michael D. Plante, March 22, 2022.https://www.dallasfed.org/research/economics/2022/0322?d=1&s=li
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