En una anterior entrega, pude hacer un repaso de lo percibido en mi reciente viaje a Caracas este noviembre de 2024, después de 12 años. Evidencié que, en materia económica, había un FUERTE grado de apertura hacia el capital privado y libertad económica, muy a pesar del discurso mediático de socialismo del siglo XXI que practica el dictador Maduro.
Siendo totalmente objetivo, pude evidenciar que los controles de precios en productos y servicios ya no existen y que se está devolviendo de a poco la libertad económica a los ciudadanos. El tipo de cambio es flexible. “Señor, ¿paga en dólares o en bolívares soberanos o en alguna otra moneda?”, preguntan las cajeras. Apertura y negociación es algo que se respira y existe un optimismo cauteloso en el aire caraqueño.
Además, el régimen de Maduro centra todos sus esfuerzos en devolver a Caracas y sus alrededores bastante libertad económica y se esfuerza en la dotación de productos y servicios aún subvencionados. Es que quiere congraciarse con la capital y, principalmente, con el gran barrio de Petares.
Petares es el barrio más grande del mundo y circunda Caracas, con algo más de 2.5 millones de habitantes en sus laderas, al cual el régimen dictatorial de Maduro le tiene mucho, pero mucho miedo. Le recuerda que de ahí puede surgir un caracazo si las necesidades básicas no están cubiertas y los desabastecimientos persisten. En eso la libertad económica ayuda en este cometido. Petares es una especie de ciudad de El Alto de La Paz, en Bolivia.
Sin embargo, en la “otra Venezuela” el panorama económico sigue siendo desastroso y desolador. El desabastecimiento de combustibles, de energía eléctrica, agua y servicios básicos, alimentos, medicamentos y otros productos es frecuente. Diría yo que los recursos de la mermada producción petrolera venezolana se concentran en atender y mantener algo contentos a los habitantes de Caracas, Petares y sus alrededores.
“Los recursos de la mermada producción petrolera venezolana se concentran en atender y mantener algo contentos a los habitantes de Caracas, Petares y sus alrededores”.
Es que el régimen del dictador Chávez se ocupó de destrozar el sector energético venezolano. No solo su producción petrolera ha caído en algo más de 3 millones de barriles por día (Mbbld), antes de Chávez, a algo menos de 1 Mbbld este 2024. Los datos oficiales y exactos son inexistentes, por eso las aproximaciones.
El régimen chavista no solo destruyó la producción petrolera y gasífera del país, sino que además cesó de operar y producir centros de refinación y petroquímicos y centrales térmicas. Al presente, sus refinerías están todas fuera de servicio menos una. Las centrales térmicas no tienen el gas suficiente y/o no son mantenidas adecuadamente.
En estos últimos dos a tres años se dieron cuenta que el nacionalismo y estatismo del siglo XXI no funcionan y andan buscando capital privado para tratar de reconstruir de a poco sus fechorías realizadas en el pasado.
Es por esto que, la “otra Venezuela” padece aún de fuertes desabastecimientos de gasolina, diésel, GLP y electricidad. En la “otra Venezuela”, una parte de la población debe cocinar con leña porque el GLP y el gas natural escasean. Hay poblaciones donde los ciudadanos pueden usar hasta un mueble para salir a la calle y cocinar en ollas comunes.
No solo hay problemas con el abastecimiento de energía, sino de otros servicios básicos, como agua, sanidad, telefonía e internet, que están deteriorados. Más allá del deterioro, el régimen de Maduro controla los medios de comunicación y las redes sociales para que esta triste realidad no se conozca y por eso poco se sabe de la “otra Venezuela”.
Cientos de venezolanos continúan abandonando el país cada día. Muchos lo hacen a través del complejo y peligroso Darién, entre Colombia y Panamá, para aventurarse a Centroamérica, luego a México y, finalmente, al imperio. Es contradictorio, pero los del régimen dictatorial de Venezuela lo que más añoran es llevar sus millones robados al imperio que detestan. También ansían que sus ciudadanos se vayan al imperio, para ellos seguir cosechando las remesas que envían los que se fueron.
La diáspora venezolana de cerca de 8 millones de personas en la era del chavismo y ahora de Maduro, es el acto más perverso que hemos vivido en Latinoamérica. ¿Será que los próximos seremos los bolivianos? Si no hacemos un cambio en el modelo económico y político, estamos en riesgo de tomar el mismo derrotero.
(Lea la primera parte de este material aquí)
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