Por su trabajo académico en los sectores de uso final de energía (que la llevó al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático que recibió el Premio Nobel en 2007) y el desarrollo, como Secretaria del Medio Ambiente primero y luego como Jefa de Gobierno, de dos programa de Acción Climática para la Ciudad de México, lo sabe bien la Dra. Claudia Sheinbaum: la política de vivienda, desde la perspectiva de mitigación y adaptación, es también política climática.
Esto lo digo en función de que ya se ha planteado una ambiciosa agenda de desarrollo de vivienda para la presente administración que busca atender el rezago habitacional con la construcción de un millón de viviendas en el sexenio, y con diversos esquemas orientados a los sectores de la población menos favorecidos, incluyendo vivienda para renta de familias jóvenes.
En la perspectiva de mitigación del cambio climático, es muy evidente que la ubicación de las viviendas y sus características físicas son muy relevantes para la huella de carbono. En cuanto a localización, las necesidades de movilidad al trabajo, escuela, de salud, compras y entretenimiento, junto con la infraestructura de acceso a los lugares donde se desarrollan esas actividades, determinan el uso, tipo e intensidad del transporte y, por lo tanto, de una importante huella de carbono. En este sentido es muy positivo que la reserva territorial que se está considerando se está seleccionando por criterios de acceso a infraestructura básica, con proximidad a servicios educativos, culturales y de salud.
Sin embargo, no veo referencia a aspectos relacionados con la necesidad de construir de acuerdo con el clima, en el sentido de diseñar y construir, particularmente en zonas de climas extremosos (más de la mitad del territorio), con aplicación de códigos o regulaciones que ya existen, en particular la NOM-020-ENER, que reduzcan ya sea ganancias o pérdidas térmicas a través de la envolvente, para minimizar el uso de electricidad o gas para lograr confort térmico. En este sentido anoto que se estima que ya una tercera parte del consumo de electricidad del sector residencial de México tiene como propósito el confort térmico, que tiene el potencial de pesar cada vez más por ser este confort una necesidad insatisfecha.
Asimismo, ya se reconoce que el uso del aire acondicionado determina la demanda máxima coincidente del Sistema Eléctrico Nacional (que ocurre en el verano), lo que lleva a una necesidad de infraestructura cuyo crecimiento se podría atenuar con mejores diseños de las viviendas. Además, se ha identificado que la mayor parte del subsidio que se otorga a usuarios del servicio eléctrico en el sector residencial es, precisamente, a los que utilizan aire acondicionado.
“Se ha identificado que la mayor parte del subsidio que se otorga a usuarios del servicio eléctrico en el sector residencial es, precisamente, a los que utilizan aire acondicionado”.
Debo anotar que, como se ha demostrado en múltiples estudios que incluyen a los desarrollados por la Agencia Internacional de Energía, México tiene una política muy exitosa (por sus impactos comprobados a lo largo de más de 25 años) de regulaciones técnicas obligatorias (NOM) para la eficiencia energética para equipos utilizados en el sector doméstico que funcionan con electricidad (que incluyen lámparas, refrigeradores y equipos de AC, entre otros) y los que utilizan gas (calentadores de agua y estufas) y que, según notas en medios, va a continuar y fortalecerse en la presente administración.
Por otro lado, ante el aumento de la temperatura promedio de la atmósfera, que resulta en mayores necesidades de confort, pero también el buscar una ubicación y características que reduzcan la exposición de las viviendas a fenómenos como inundaciones, olas de calor y heladas extremas, tener envolventes más robustas con características térmicas adecuadas prepara a esas viviendas (y a quienes las ocupan) para ser un hogar seguro y cómodo para las dos o tres generaciones que residan en ellas en las décadas por venir.
En resumen, lo que se construya en México, sea vivienda o infraestructura asociada, debe considerar el cambio climático y buscar que su diseño tenga efectos de mitigación al minimizar emisiones de gases de efecto invernadero e integre elementos para adaptarse a los distintos fenómenos que trae consigo, inevitablemente ya, el cambio climático.
En fin, es lo mínimo que podemos esperar de alguien que, junto con varias decenas de reconocidos investigadores que incluyen a varios mexicanos, recibió un Premio Nobel por sus trabajos en estos temas y que ahora tiene el poder de hacer realidad muchas de las propuestas integradas en los múltiples estudios realizados a la fecha, lo cual es posible, por cierto, con alta rentabilidad social.
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