Luis Vielma Lobo* / para Energía a Debate
La reciente crisis climática que se presentó en Estados Unidos, producto del extraordinario frente frío que azotó el continente norteamericano, tuvo un gran impacto en México como consecuencia del corte en el suministro de gas ordenado por el gobierno del estado de Texas, y el cual causó que en muchas regiones –principalmente del norte del país– se restringiera el flujo eléctrico por horas durante varios días.
Esa crisis permitió al gobierno federal y a la opinión pública en general, entender al menos dos realidades: primero, lo vulnerable que es nuestro sistema de energía a los vaivenes del clima y la geopolítica, y segundo, la necesidad de tener una política pública clara que impulse el desarrollo del gas y así poder contar con un pilar nacional que sustente mejor la seguridad energética, reduciendo la dependencia de su importación. El momento es adecuado y la coyuntura importante para repasar algunas experiencias internacionales, las cuales pueden ayudar a construir una visión y desarrollar estrategias prácticas que permitan ir avanzando en el fortalecimiento del suministro nacional de energía dentro de un concepto de soberanía, como bien lo expresan continuamente el presidente de la República y sus voceros energéticos más autorizados.
Históricamente, la explotación del gas por parte de las empresas petroleras no ha sido una prioridad. En la realidad, el negocio el gas es un subproducto (by product) que se obtiene y “hay que lidiar con él”, como se dice coloquialmente en el sector. Cuando las empresas petroleras exploran buscando hidrocarburos, se busca petróleo y si encuentran gas lo descartan, pues lo consideran un riesgo. No obstante, como hidrocarburo, el petróleo tiene moléculas de carbono e hidrógeno en diferentes cantidades, lo cual determina su calidad y valor en el mercado. Esa relación de moléculas de carbono e hidrogeno, hace al petróleo más pesado o más liviano, y esto, que se conoce como la relación gas/petróleo, se calcula en superficie al separarse físicamente las moléculas livianas del hidrocarburo (gas), de las más pesadas (aceite), lo cual significa que al llegar el hidrocarburo a la superficie siempre vendrá acompañado con gas; de modo que, al producir petróleo, intrínsecamente se produce lo que se conoce como “gas asociado”.
En la medida que creció la demanda energética, y se incrementó el uso del gas para generar electricidad y para su uso en procesos petroquímicos y de manufactura, la exploración que llevaron a cabo empresas nacionales e internacionales tomó otro rumbo y los grandes descubrimientos de gas empezaron a conocerse. Entre ellos podemos mencionar el North Field de Qatar en 1971, el campo Shakhalin en Rusia en 1976, y el campo Rhum en el noreste de Aberdeen, en el mar del Norte, en 2005. En este hemisferio podemos mencionar los descubrimientos en Trinidad y Tobago, el campo Camisea del Perú y los campos de Margarita-Huacaya en Bolivia.
El Reino Unido, en 1954, decidió crear una empresa para el desarrollo del gas: British Gas (BG), dejando a British Petroleum (BP), su empresa petrolera, dedicada exclusivamente a la exploración y producción de petróleo. Esta empresa, BG, hizo los descubrimientos y desarrolló la producción de gas en el país, logrando posicionarlo como un fuerte competidor del carbón y otros petrolíferos en el suministro de energía eléctrica, e integrando estas actividades con el transporte, distribución y mercadeo en una sola empresa, con entidad propia y recursos suficientes para desarrollar sus procesos.
Esta experiencia sirvió de ejemplo a Rusia para la creación de su empresa nacional de gas -Gasprom- la cual desarrolló las inmensas reservas de gas descubiertas en la isla de Shakalin en el Mar de Okhotsk (Ojotsk), en la parte oriental de la costa de Siberia. También inspiró a Qatar para crear su empresa nacional de gas, y en la década de los 90 a Venezuela, país que decidió en el año 2000, separar la producción del gas y administrarlo por medio de una empresa nacional, extendiendo con esto su cadena de valor, desde la exploración y producción, hasta el mercadeo y la comercialización del gas doméstico.
La necesidad de gas para la generación de energía eléctrica y los requerimientos del sector petroquímico fueron las principales razones de Estados Unidos para incentivar al sector privado hacia la búsqueda de gas y su desarrollo en gran escala. Esa iniciativa, impulsada desde la década de los 90, ha permitido a los Estados Unidos ir acercándose poco a poco a su autosuficiencia energética, pues la búsqueda incesante de gas de lutitas trajo consigo la explotación de líquidos del gas y aceites muy ligeros. En la primera década del siglo XXI, el estado de Texas sacudió al mundo petrolero al aplicar nuevas tecnologías que permitieron la explotación rentable de formaciones de roca madre que nunca había sido posible explotar. Nació así la revolución tecnológica de los pozos horizontales y el fracturamiento hidráulico para lograr la explotación rentable de estas formaciones de lutitas (shales), transformando las pautas de perforación y terminación de pozos, y llevando las tasas de producción a niveles nunca antes logrados para este tipo de formaciones conocidas como “no convencionales “.
Conviene señalar que la producción de gas en México ha ido disminuyendo debido a que la producción de gas de Pemex ha venido declinando junto con la producción de petroleo, y la razón de ello es que más del 90% del gas producido es asociado al petroleo, y en la medida que declinan las condiciones originales de presión y temperatura de los yacimientos, se reduce la producción de petróleo de los pozos y, en consecuencia, disminuye la cantidad de gas disponible. Por esta razón, la estrategia debe orientarse hacia la exploración buscando gas libre, gas no asociado a la producción de petróleo y así poder tener yacimientos de gas que incrementen la producción actual. De allí la importancia de revisar el marco legal y fiscal existente que regula la producción, transporte, almacenamiento y distribución del gas natural en el país, con el fin de adecuarlas, creando las condiciones que incentiven a la empresa productiva nacional y al sector privado a explorar y producir este hidrocarburo.
México tiene una base extensa de recursos prospectivos de hidrocarburos, y hasta el momento no ha logrado tener condiciones regulatorias apropiadas para echar a andar una verdadera transformación del gas. La región norte del país debe ser considerada como la base para iniciar una nueva era en el desarrollo del gas, porque cuenta con importantes cantidades de recursos prospectivos que pueden explorarse para ubicar esos yacimientos potenciales de gas no asociado. Reynosa, en el estado de Tamaulipas en particular, ha sido, por más de cuatro décadas, una fuente extraordinaria de gas para el país y en ese subsuelo aún quedan importantes cantidades de gas por explotar. Esas formaciones geológicas son idénticas a las existentes del otro lado de la línea fronteriza, pues la geología y los sistemas petroleros no tienen límites geográficos y las formaciones de roca madre (lutitas) están allí, esperando ser descubiertas, explotadas y desarrolladas.
México puede tener una empresa nacional dedicada al desarrollo del gas, desde su exploración, hasta su procesamiento y comercialización. Dicha empresa podría ser la mejor aliada de la CFE para proveerle el gas que tanto necesita, de modo que esta pueda convertirse, en el futuro, en la empresa que suministre, de manera preponderante, el gas a toda la República Mexicana. Sin duda una oportunidad para este gobierno que busca el desarrollo del gas y la seguridad energética que tanto requiere el país, misma que redundará en enormes beneficios adicionales, impulsando el crecimiento económico, la calidad de vida de las comunidades en esas regiones, con un impacto positivo en el PIB regional y nacional.
* Luis Vielma Lobo, es Director General de CBMX Servicios de Ingeniería Petrolera, Director del Centro Integral de Desarrollo del Talento (CIDT) y presidente de la Fundación Chapopote, miembro del Colegio de Ingenieros Petroleros de México, Vicepresidente de Relaciones Internacionales de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios, AMESPAC, colaborador de opinión en varios medios especializados en energía, conferencista invitado en eventos nacionales e internacionales del sector energético y autor de las novelas “Chapopote, Ficción histórica del petróleo en México” (2016) y “Argentum: vida y muerte tras las minas” (2019).