Los políticos, aliados con la hacienda pública, pregonando soberanía en vez de eficiencia y excelencia empresarial, han arruinado a Pemex. Está en quiebra técnica, con pérdidas y deudas colosales, inadmisibles, que devoran recursos fiscales. Pemex se ha vuelto un desastre administrativo, técnico, operativo y financiero, devastado por la corrupción, la burocracia y el dispendio.
La producción de petróleo crudo tiene 20 años consecutivos a la baja, las reservas más de 40 años a la baja. Se importa aún el 70 por ciento de los combustibles que consume el país. Se acabaron los yacimientos gigantes y los nuevos campos tienen un potencial muchísimo menor. Las refinerías, obsoletas, concentran las pérdidas.
No hay punto de comparación con exitosas petroleras nacionales como Petrobras (Brasil), Aramco (Arabia Saudita) y Equinor (Noruega). Las tres se capitalizaron en Bolsa. Petrobras crece y ahora extrae el doble de petróleo que Pemex con la tercera parte de los empleados.
Hemos ido conociendo el plan petrolero para este sexenio y se ha legislado una nueva reforma, pero son retrógrados y tímidos. Plantean políticas como las del pasado, con cambios de matices, así como “proyectos mixtos” con la inversión privada, aún indefinidos y subordinados a Pemex.
“Hemos ido conociendo el plan petrolero para este sexenio y se ha legislado una nueva reforma, pero son retrógrados y tímidos”.
El desorden ha ido demasiado lejos. Se necesita un cambio audaz de paradigma y mentalidad. En mi opinión, ya deberíamos jubilar y darle las gracias a Pemex. Es tiempo de liquidarlo como empresa y de que el Estado mexicano asuma todos sus pasivos financieros, operativos y laborales. De hecho, esto ya parece casi inevitable.
¿Cómo proceder? Al liquidar a Pemex, se tendría que crear una nueva estructura para la industria. No se trataría de una gran venta de activos, si bien tendría sentido común intentar vender algunos (quizás muchos) activos que no son productivos ni rentables, además desmantelando toda la chatarra que hay en plataformas abandonadas costafuera y en refinerías. Lo anterior implica tomar decisiones complejas, basadas en rigurosos criterios técnicos y económicos.
La nueva estructura, a mi juicio, debería ser competitiva y no monopólica. Habría que identificar con precisión todos los activos útiles y rentables de ese Pemex en proceso de liquidación y agrupar éstos para crear, en torno a ellos, unas cuantas nuevas empresas petroleras –yo sugeriría unas 12 en total, unas enfocadas a exploración y producción, otras a refinación y petroquímica, alguna otra a logística– que sean pequeñas y ágiles en su estructura, rentables y, sobre todo, limpias de deuda.
Estas nuevas empresas se constituirían geográficamente en torno a grupos de yacimientos o de plantas de proceso (podrían llamarse, por ejemplo, Campos Marinos del Sureste, S.A., Yacimientos Terrestres, S.A., Refinerías del Norte, S.A., Cuenca de Burgos, S.A.), o bien reflejarían su actividad (Productora de Fertilizantes, S.A., Petroquímica Nacional, S.A., etc.). En todas ellas el Estado mexicano participaría con capital accionario. Todas se asociarían con compañías privadas y se financiarían con capital bursátil.
Bajo ese esquema, estas empresas con participación estatal participarían en todo tipo de nuevos proyectos mixtos con compañías privadas. También sustituirían a Pemex en cada una de las asociaciones que tiene hoy con privados (por ejemplo, para explotar los yacimientos marinos Zama, Lakach y Trión). También se admitirían nuevas inversiones 100 por ciento privadas.
Existe en el país talento y capacidades para una llevar a cabo una profunda y disruptiva reingeniería institucional y financiera de la industria petrolera, una vez definidos los lineamientos básicos del cambio de paradigma. Se requiere innovación que pueda renovar, transformar y dar viabilidad a la industria petrolera y además daría un gran impulso a la economía nacional. Para ello, se requiere debate público y dejar atrás el inútil discurso nacionalista que “rescata” soberanía y “devuelve” Pemex al pueblo.
(Este artículo se publicó originalmente en el diario Reforma)
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