(Segunda de dos partes)
Solo para recordar la columna de la semana pasada, hoy abro con algunos puntos importantes que dieron origen a la situación actual de la industria petrolera de Venezuela. Con la Ley Orgánica de Hidrocarburos del 2001 (noviembre), unos meses después, el 12 de abril del 2002, el entonces presidente Hugo Chávez fue obligado a entregarse y renunciar a su cargo por militares que lideraban el “Caracazo”. Fue aprendido y trasladado a una base naval en Turiamo, pero un par de días después lo liberaron. Posteriormente a este evento, se desató la huelga en PDVSA que generó el despido de funcionarios y trabajadores especializados de la empresa petrolera, así como el endurecimiento de la política energética de ese país.
Fue a partir del 13 de noviembre del 2001, cuando Hugo Chávez puso al Estado en el centro de la industria petrolera para recuperar sus prerrogativas, algo similar a lo que estamos viviendo en este momento México, con la salvedad de que el sindicato petrolero mexicano se encuentra en otro estatus al de los trabajadores de la empresa venezolana, aunque hace apenas una semana el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) presentó un emplazamiento a huelga contra Pemex por no atender las demandas laborales y no instalar las mesas de negociación (estas últimas se acaban de instalar). Es también en ese periodo, cuando el finado ex presidente decidió casi regalar petróleo a los países del Caribe a través del Acuerdo de Cooperación Energética de Caracas.
Cabe señalar que previo a noviembre del 2001, existía una política de apertura que permitió tanto el incremento de reservas a casi 12 mil millones, como de producción que creció en un casi 120% aproximadamente. Esta alza inició en 1995 cuando empezaban a dar resultados las asociaciones estratégicas con las empresas privadas y, para el 2001, ya habían alcanzado los 3.5 millones de barriles (mbd). Gracias a la apertura, las inversiones de duplicaron y llegaron a 6 mil millones de dólares. Y las exportaciones crecieron en más de 170% en 11 años.
Regresando al momento del inicio del quiebre, como resultado de la contención de la huelga, Chávez nombró a la empresa petrolera “la Nueva PDVSA”, llevó a cabo varios cambios estructurales tanto en el Ministerio de Energía, como en la misma compañía, empezó a cambiar las reglas del juego con las empresas privadas pero no logró generar condiciones para incrementar la inversión, se generó incertidumbre jurídica para estas y los conflictos terminaron de estallar cuando impuso el “Plan Siembra Petrolera” de la “Nueva PDVSA”.
Este plan era altamente ambicioso para sus circunstancias. Chávez buscaba pasar de una producción de 3.5 a 5 mbd (algo como pasar de 1.6 a 2.6 mbd en México, dadas las actuales condiciones), entre otras metas, como la obtención de casi 60 mil millones de dólares para sus objetivos petroleros, pero solo logró que algunas empresas internacionales empezaran a salir de Venezuela en busca de lugares con mejores ofertas para operar.
“…pero solo logró que algunas empresas internacionales empezaran a salir de Venezuela en busca de lugares con mejores ofertas para operar”.
Además de cambiar su relación con ellas, también comenzó a tener un deterioro en sus nexos con Estados Unidos, su principal comprador de hidrocarburos (el 80%). Sin embargo, la verdadera razón de por qué nuestro vecino del Norte dejó de comprar a Venezuela fue la “Revolución del Shale”, lo que hoy ha convertido a ese país en uno de los principales exportadores de crudo del mundo.
No podemos olvidar que en 2017 Estados Unidos impuso a Venezuela sanciones comerciales en materia de minería de oro, operaciones petroleras estatales, entre otras (no en alimentos ni medicamentos), lo que ha agudizado el deterioro de su situación económica; sin embargo, no es la raíz de la doliente pobreza de ese país, ya que desde ese año, el 87% de los hogares venezolanos se encontraba en situación de pobreza (ENCOVI) 2017; es decir, no ha sido causada por el “imperialismo norteamericano”, como aduce el actual presiente Nicolás Maduro, sino por el estatismo, la mala gestión y la corrupción.
Otra variable que ayudó a la caída de la industria del petróleo en Venezuela fue que el ex presidente Chávez vio en el petróleo un componente electoral –digo– social, por lo que canalizó importantes recursos para programas asistencialistas, desde la “Misión Árbol” para reforestación y proyectos comunitarios, hasta “Misión Milagro” para atender a la población con problemas de salud visual, tanto en Venezuela como en Cuba. También usó el poderío en hidrocarburos como ventaja competitiva con los países latinoamericanos carentes de este energético para propiciar su liderazgo y la integración regional con Centroamérica y el Caribe. ¿Les suena?
Hasta poco antes de la muerte del ex mandatario venezolano (2013), debido a que los precios del petróleo llegaron arriba de los 100 dólares por barril y a pesar de los continuos cambios de reglas y el estatismo de la industria petrolera, Venezuela se logró mantener, pero al depositar todos los “huevos en una misma canasta” y depender del petróleo, ha generado que el país esté viviendo momentos de excesiva precariedad y no pueda sostenerse con el sector petrolero, en parte por la falta de inversión generada por la política de estatización y en parte por las restricciones de Estados Unidos a partir de 2019.
La crisis energética y las destacadas refinerías de Chávez empezaron a caer poco después de que Nicolás Maduro entrara al poder (abril, 2013). Hoy, prácticamente las importaciones de combustibles están cerradas y los venezolanos hacen largas filas para tener la posibilidad de conseguir gasolinas.
Su tasa de inflación anual es muy alta, derivado de la emisión desenfrenada de bolívares; los salarios mínimos mensuales ajustados son los más bajos de la región; los índices de pobreza ya los comentamos y los cortes de energía son casi diarios. La producción petrolera es de apenas 523 mil barriles diarios a agosto del 2021, según fuentes secundarias citadas por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), aunque Maduro ha mencionado que del 2015 al 2019 cayó en un 69 por ciento, lo que sería una producción alrededor de 700 mil barriles diarios.
Fuente: elEconomista.es/OPEP
Antes de que sea demasiado tarde en nuestro país, bien vale la pena hacer una reflexión y quizás llegar a un punto medio, en donde no regresemos a un modelo fallido como el estatismo y los monopolios energéticos, ni a las fallas de la reforma energética del 2013, sino encontrar un punto medio que verdaderamente beneficie a los mexicanos, incentive el sector, permita las inversiones, genere empleos, garantice el suministro a precios justos para todos y sean regulados por instituciones fuertes y técnicamente especializadas que establezcan un verdadero piso parejo para todos los jugadores.
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